El papa Francisco emprende un viaje de riesgo a Estados Unidos. No sólo por el peligro de un atentado contra su vida, sino por las críticas de grupos de poder que lo acusan de “marxista” y lo perciben demasiado a la izquierda por su teoría inclusiva de la economía.
La visita a la cuna del capitalismo será después de su escala en Cuba, adonde el Pontífice quiso ir como un gesto fuerte luego de tender puentes de diálogo entre Washington y La Habana, para que los dos países puedan restablecer relaciones diplomáticas tras más de 50 años de bloqueo estadounidense y tensiones.
La condena de Francisco al “capitalismo salvaje”, la “teoría del derrame”, la “dictadura del dinero” y la responsabilidad del hombre en el cambio climático es difícil de digerir por los conservadores que intentaron, sin éxito, evitar que el pontífice hable ante el plenario del Congreso y se convierta en el primer Papa en hacerlo.
Francisco no cuenta tampoco con el beneplácito de la derecha católica de Estados Unidos, como supieron tenerlo Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero sí de los sectores progresistas.
El Papa cuenta, sin embargo, con la buena relación que construyó desde su llegada al Vaticano con el presidente Barack Obama, quien considera a Francisco un “líder transformador” y ya afirmó que lo espera ansioso “al igual que millones de estadounidenses”.
El hombre fuerte de la Casa Blanca no deja de prodigarle elogios a Francisco y dijo estar “muy impresionado” por los pronunciamientos, la humildad y empatía de Jorge Bergoglio con los pobres, pero sobre todo por respaldar lo que dice con sus actos.
Obama y Francisco tienen diferencias en temas como el aborto o los derechos homosexuales, pero comparten prioridades de agenda en otras cuestiones: la política de Estados Unidos hacia Cuba e Irán, la guerra en Siria y los refugiados, las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes, el cambio climático, la pobreza y las desigualdades sociales.
Documentos “confidenciales” y “sensibles” de la Casa Blanca, que publicó recientemente el diario italiano La Stampa, revelan y confirman las coincidencias entre la Santa Sede y Washington.
Pero Obama no es el escollo a saltar por Francisco en Estados Unidos, sino el Capitolio, donde el jueves próximo el Pontífice subrayará los peligros que conllevan los excesos del capitalismo y demandará una política migratoria de puertas abiertas en un país que ha cerrado, muro incluido, en forma drástica sus fronteras.
“Creo que exhortará a la gente de nuestro Congreso, de nuestro país, a recapturar o capturar los valores que lo hicieron grande: la hospitalidad, la generosidad, la preocupación por quienes son ignorados”, estimó Ken Hackett, embajador estadounidense ante la Santa Sede.
El diplomático expresó su confianza en que el Papa no pasará sobresaltos en el Capitolio y consideró que tanto demócratas como republicanos buscarán sacarle rédito al discurso papal en tiempos de nominaciones presidenciales. “Tomarán el párrafo que se ajuste más a su programa”, sostuvo.
La expectativa y euforia que Francisco generó entre la población de un país que tiene apenas un 24% de católicos, no deja de sorprender a los analistas locales e internacionales.
El interrogante que plantea la figura y popularidad de Francisco pareció encontrar una respuesta en boca del vicepresidente Joe Biden, de fe católica, quien aseguró que el Pontífice argentino se convirtió en “un norte moral” para el mundo en temas importantes como la desigualdad o el cambio climático.
O tal vez la revista Newsweek, al hacer una comparación sutil apelando a una frase popular: “Quizá los Beatles hayan sido más famosos que Jesucristo, pero algunos piensan que el Papa hoy ya es más famoso que los Beatles”.