Martín Osso (@viajero.descalzo) es un mendocino cumpliendo el sueño de muchos: viajar sin plata. Estudió Comunicación Social, en el medio intentó con su segunda vocación y entró al Seminario, para volver y terminar la carrera inicial. Luego de eso, como muchos se dedicó a trabajar en lo suyo. "Trabajaba de lo que quería, me trataban muy bien en mi trabajo y todos los días tenía una cama donde apoyar la cabeza", dice, utilizando la metáfora para explicar que tenía las comodidades habituales de cualquier joven que trabaja, gana un sueldo y tiene ayuda de su familia. Sin embargo, pese a haber logrado todo lo que quería "por dentro era una persona muy infeliz. Intentaba a diario buscarle un sentido y me costaba encontrarlo", confía.
¿Qué lo hizo empezar el viaje?
“Un día estaba en el jardín de la casa de mis padres transplantando una planta de una maceta a otra (cada cierto tiempo las plantas necesitaban otros espacios y lugares para poder crecer), allí apareció la pregunta: ¿En serio pensaste que podías crecer en la misma maceta?”.
Tras el disparador de la pregunta, comenzó para Martín el proceso de encontrar los medios para salirse de su maceta. "Sin planificarlo mucho, comencé a ahorrar algunos pesos, dejé de comprarme ropa, las salidas con amigos se convirtieron en mates en el parque, vendí algunas cosas, tomé trabajos extra y averigüé las formas de vivir mientras viajaba. Para mi sorpresa, es mucho más fácil de lo que me imaginé".
Martín cuenta que el miedo a no tener dinero siempre está presente en quienes piensan en iniciar un viaje de este tipo. Sin embargo, se puede trabajar de cualquier cosa, hacer voluntariados para recaudar dinero y también existe una gran solidaridad entre los viajeros que comparten todo lo que compran para comer y para vivir: "En Bolivia, recorriendo dos meses y viviendo bien, me gasté sólo 100 dólares. En Ecuador, donde llevo un mes y dos semanas he gastado 103 dólares", explica a modo de ejemplo en su corta experiencia de apenas cinco meses. "No importa la ropa, ni las comidas en restaurantes. Olvidate del cine o el auto en cuotas, la vida viajando pasa por otro lado", asegura.
¿Qué lugares ha visitado hasta ahora?
“He recorrido gran parte del Norte Argentino, Bolivia, Perú y algo de Ecuador, pero el sueño es seguir, seguir por tierra hasta México. Bolivia me sorprendió sobremanera: haber compartido con una Comunidad Afroboliviana en Tocaña, un pequeño pueblo que vive sobre una montaña, cerca de La Paz, fue una de las mejores experiencias. Son descendientes de los esclavos traídos de África y su lucha por el reconocimiento institucional y social es impresionante. Otro lugar que sin lugar a dudas llevo guardado en mi corazón fue Iquitos, considerada la ciudad sin acceso terrestre más grande del mundo, está ubicada en Perú, muy cerca del Amazonas. Poder haber navegado e incluso nadado en el Amazonas fue un sueño cumplido”, menciona entre otras experiencias propias de quien sin dudas fue dispuesto a descubrir todo a su paso.
¿Qué tiene de bueno ser un viajero descalzo?
“Aprender de a poco a conectarse con uno mismo y con lo que nos rodea de una manera más sencilla. Detesto la idea de hacer una ‘apología del viajero’. Uno puede estar sentado en el living de su casa con las personas que lo hacen feliz y ese es el mejor viaje de todos. Mis hermanos tienen hijos, están casados y un trabajo estable y no por eso son menos valientes o interesantes que yo. No soy ejemplo de nada, no tengo nada para enseñarte, simplemente te invito a que me acompañes en este viaje”, concluye.