Puede que hayas visto el video de esa señora cheta y desencajada que, parodiando a Carrió, entrega un puñado de fideos como propina. O aquel en el que, a raíz de los dichos de Michetti, desde un teléfono semipúblico, la misma señora increpa a Gabriela: "¿Vos sabés los años que yo llevo trabajando a este personaje hueco, reaccionario, oscurantista, sin ninguna sensibilidad social, para que vos vengas y me corras de la escena de un plumazo?".
Ni a Inés Murray Tedin Puch de Arostegui (el personaje en el que Verónica Llinás encarna a una oligarca venida a menos capaz de soltar las frases más fachas) se le hubiera ocurrido decirle a una niña violada y embarazada que hay cosas peores.
"Yo no podía creer cómo minimizaba ese drama, no podía creer tanta falta de empatía en las declaraciones de nuestra Vicepresidenta. El video es una respuesta casi visceral. Es que la realidad se pone tan ridícula que la ficción queda atrás. "Pero además creo que el humor es una herramienta necesaria".
Así como por ejercicio de catarsis, a la experimentada actriz se le dio por grabar videos para las redes justo cuando filmaba la tira televisiva
"Educando a Nina". Una tarde, aburrida en el camarín y montada como "Mecha", con todas sus pelucas y uñas postizas, agarró el celular y empezó a crearle una vida paralela. Inspirada por sus compañeros de elenco, al tiempo se pasó a Instagram.
Y allí comenzó a subir otro personaje que se volvió viral: la concheta. Claro que estaba basada en Inés de Arostegui, la tipa clasista y racista que interpretaba en "Viudas e hijos del rock and roll". Pero Verónica, que le dio vida propia al personaje, prefiere ahora llamarla, a secas, "la señora". Y es tanto el éxito de público que arrastra que hoy son muchos los que le piden que la lleve a escena en un unipersonal.
También, son muchos los ataques. "Agencias de Trolls", dice Llinás, mientras enumera los insultos que ha recibido. "Kuka", "devolvé el sobre", son los más recurrentes. Pero ella entiende con paciencia de humorista que la gente "está tan oprimida por la realidad que necesita putear a alguien".
Sí le interesa aclarar algo: "Jamás me involucré con el gobierno anterior ni recibí sobres de nada. No me identifico con ningún bando porque creo que un artista debe tener sentido crítico y no adherir ciegamente a nada. Después existe la militancia, y la respeto. Pero yo me encuentro más como librepensadora".
-Dijiste que ciertos discursos en el Congreso, en relación a la ley por la despenalización del aborto, te hacían acordar a la Inquisición.
-¡El regreso de Torquemada! Risas. Catarsis mutua.
-Más allá de ser parodiable, ¿la clase política tiene un humor?
-Debería. El humor es una herramienta de transformación y un compromiso con las cosas que uno cree. Además, reírte de vos mismo te permite aprender. Pero lo que veo en el poder son enquistamientos de corrupción. Si la sociedad fuera un cuerpo, podrían verse esos tumores crecer hasta comerse los tejidos, hasta intentar volverse más importantes que el todo. Por eso la sociedad necesita anticuerpos. Cada vez que la gente se expresa, que sale a la calle, son los glóbulos blancos.
Ella y sus mil rostros
El humor político es apenas un filo de su actividad. Recordemos que Llinás empezó a desafiar los límites del humor en el mítico grupo teatral Gambas al Ajillo, que desde 1986 hasta 1990 presentó distintos espectáculos en el legendario Parakultural.
“Hay una forma de vivir el feminismo, incluso antes de que fuéramos conscientes de esta revolución. Ya en las Gambas... presentábamos a mujeres espantosas, incluso había un baile con unas vergas gigantes. Poníamos en crisis el estereotipo de las lindas y sumisas”, recuerda.
Y en el mismo nombre del grupo estaba la acción: las ‘gambas’ que representaban lo deseable de una mujer (al menos hasta el auge de la siliconas) pero ‘al ajillo’, pasadas por un plato cuyo tufo ninguna señorita de bien debía tener.
A lo largo de la historia, también la vimos cientos de veces en pantalla junto a Gasalla (haciendo de "Ana María", la hermana de Yolanda", por ejemplo) o en el sketch de Susana Giménez, donde explotábamos de risa con 'la empleada pública'. Y en otras tantas tiras como "Gasoleros" o "Buenos Vecinos" y series dramáticas, incluso oscuras, como "Historia de un clan".
No dejó de hacer teatro y hasta participó en unas veinte películas, desde "Cien veces no debo" (1990), donde "la boba" le valió el Premio Cóndor de Plata Revelación, hasta "Historias extraordinarias" (2008), dirigida por su hermano Mariano Llinás.
Pero hay una Verónica directora: de cine y de teatro. En 2015, junto a Laura Citarella, ella dirigió la película "La mujer de los perros". Interpretó además al personaje humano, una linyera, la reina silente de la jauría. La idea surgió de una charla con su hermano Mariano. Ella imaginó a esta vagabunda quizá pensando en sus propios paseos por el oeste, con sus propios perros, atravesando descampados plagados de basura.
-Te corriste del humor ahí...
-Nunca del todo. Si bien no es una comedia, tiene algunos momentos. El humor está en mi esencia.
-¿De dónde viene?
-Fue el bien más preciado en mi familia. Mi padre, que era un poeta surrealista, también era un ser surreal. Veía la vida a través del humor. Cuando yo era chiquita, él y mi hermano tenían salidas, chistes, intervenciones brillantes. Yo me sentía un poco atrás, el pollito feo, la lerda de ese club. Me decían ‘La veloz’, imaginate.
-La revancha fue en escena...
-En realidad, al principio quería ser una actriz dramática. Hacer esos personajones trágicos. Pero cuando me subía al escenario, me salía lo otro, como algo incontrolable y natural.
Cosas de pareja
Ahora dirige la puesta teatral de "Ping pong". Es que este año decidió embarcarse en actualizar una obra que ella protagonizó en el 88, "El submarino", comedia de los brasileños María Carmen Barbosa y Miguel Falabella.
Centrada en un matrimonio que lleva varios años y que decide confrontar los baches de la vida conyugal sin romper en el intento.
"Había actuado en ella veinte años atrás. Ahora que iba a dirigir tenía que actualizarla. Ya no son los mismos planteos ni las mismas discusiones, mucho menos en la relación hombre-mujer".
Verónica, pues, convirtió esa dupla en la de una pareja contemporánea, en medio de la tensión deseo-estabilidad. “¿Viste esa cosa medio neurótica, medio histérica, que le pasa a la pareja cuando alcanza cierta estabilidad? Es como la sensación de que, porque estamos juntos, nos estamos perdiendo la fiesta que sucede en otro lado. Aunque cuando te separás y vas a buscar eso, resulta que no era divertido y que la verdadera fiesta era el otro”.
Marginalia
Un lugar la atravesó: la cárcel abandonada de Caseros. Allí estuvo rodando la segunda temporada de la serie "El Marginal", el drama policial creado por Underground, escrito por Adrián Caetano y dirigido por Luis Ortega. Pronto, será su estreno. "Sentís todos los fantasmas ahí, las marcas de esas pobres almas", cuenta la actriz que interpreta a Rita, una asistente social vencida por la vida.
Su personaje se vislumbra oscuro. "Como es una precuela de la primera, Rita viene siendo la antecesora del personaje de Ema, que interpreta Martina Gusmán. Ella había comenzado su trabajo con esperanza. Alguna vez tuvo fe en que podía ayudar. Pero después se fue opacando, agriando.
Y si bien en Ema se ve un poco a sí misma en sus inicios, también la percibe como una amenaza. Además, Rita tiene una relación con el Sapo". Es todo lo que podemos saber, por ahora, ya que la serie será estrenada este martes, a las 22, por la TV Pública.
Lo último que Verónica adelanta sobre "El Marginal" suena prometedor: "La serie redobla su apuesta en crudeza y sordidez".