Hay veces en que la mentira se hace obscena, que da cosa imaginar a la persona que la pronuncia y cuando la pronuncia. Más aún si esa mentira es propalada en un foro internacional, ante centenares de personas que representan a centenares de países, para ser difundida por radio, por TV, por internet, por la prensa gráfica, ante millones de personas de todo el mundo. Y en especial si la persona que miente preside tu país.
El lunes 8 de junio sentí ese tipo de vergüenza cuando leí que Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dijo ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) que la pobreza abarca a 5% y la indigencia a sólo el 1% de la población de la Argentina.
Las estadísticas -aún las no truchadas, aún las mejores- son algo que debe tomarse con cuidado. Cinco por ciento de la población argentina significa más de dos millones de personas, esto es, más de dos millones de pobres, y que un quinto de ellas (es decir, 1% del total) sean indigentes significa que más de 400.000 no tienen lo mínimo indispensable para comer y guarecerse.
Pero la afirmación presidencial es, además, una alevosa mentira. Según ella, la pobreza en nuestro país es inferior a la de los 34 miembros de la OCDE, el club de naciones ricas y desarrolladas que en los últimos años acogió a sólo dos socios de América Latina: México (que por cierto no es rico ni desarrollado) y Chile (que es dudoso que lo sea).
El promedio de pobreza de la OCDE es de 11,2 % de la población, más del doble del que CFK dijo de la Argentina. El más pobre de todos sus socios, México, con 21,4%, más que cuadruplica nuestra “pobreza CFK”, inferior también a la de la República Checa (5,3%), Dinamarca (5,4), Islandia (6,3), Finlandia (7,1) y otros países, como Noruega (8,1) y Alemania (8,4) ubicados entre los diez con más bajo porcentaje de pobres de ese conjunto de sociedades relativamente prósperas.
La Presidenta dijo eso el día siguiente de visitar por quinta vez, en poco más de dos años, al Papa Francisco; como persona, el mismo Jorge Bergoglio al que los Kirchner esquivaban cuando era arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina.
Entre otras cosas, porque insistía en difundir los datos de pobreza del “Barómetro de la Deuda Social” de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Un ex funcionario del kirchnerismo, Daniel Arroyo, quien fue viceministro de Desarrollo Social de Alicia Kirchner, resume en tres datos más precisos y verdaderos la situación social al cabo de doce años de gestiones K: 27% de pobreza, 34% de trabajo informal y un millón y medio de jóvenes que no estudian ni trabajan, verdadero ejército de “fieritas”. A la vez, amenaza y carne de cañón de una sociedad de la que parecen ser una excrecencia.
Lejos de cualquier asomo de vergüenza, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, redobló la mentira presidencial y dijo que sí, cómo no, en la Argentina hay menos pobreza que en las naciones ricas de Europa.
“Países como Alemania no la están pasando bien en términos de pobreza, aunque no lo quieran creer. Tienen 20% de pobreza estructural”, dijo Aníbal sin fundamento ni rubor. Era el mismo que hace apenas dos meses, en auxilio del ministro de Economía, Axel Kicillof -quien había dicho que insistir en la tasa de pobreza era “estigmatizar” a los pobres- dijo que “el Estado no está para contar pobres”. Pero si es la Presidenta quien tira al voleo el dato, falso de toda falsedad, está perfecto.
Las declaraciones y la propia agenda en Roma, donde además de al Papa vio a Lula y recibió una distinción de la FAO, indican que CFK no sólo se lleva mal con la realidad sino que tiene un problema de identidad política.
La presidenta estuvo allí el tiempo justo para evitar asistir a la Cumbre entre la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y la Unión Europea (UE), de modo de no quedar a merced de los buitres, que ya embargaron cuentas de embajadas argentinas en Europa, pero también porque se prevé que Brasil y Uruguay avancen allí en un acuerdo de Libre Comercio entre el Mercosur y la UE.
Como en los últimos años el gobierno de CFK trabó ese acuerdo, Dilma Rousseff y Tabaré Vázquez acordaron que avanzarán por su cuenta y están dispuestos a que, si persiste la negativa argentina, el Mercosur deje de ser Unión Aduanera (condición que, además de libre comercio entre los socios, implica fijar aranceles comunes frente al resto del mundo) y retroceda a la categoría de Área de Libre Comercio.
El día que Cristina visitaba al Papa se desarrollaba en Alemania una Cumbre del G7. En un mes se realizará también la próxima Cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Ufa, Rusia, por la que CFK encomendó al canciller Timerman que la haga invitar. Y a fines de mayo tuvo lugar la del Mitca (México, Indonesia, Turquía, Corea del Sur y Australia), que agrupa a los países “medianos” del G20.
La Argentina es así el único de los 19 países del G20 (que también integra, como bloque, la UE) que no pertenece al G8 (potencias), ni a los Brics (países populosos, economías grandes) ni al Mitca (medianos), agrupación que la Presidenta se negó a integrar porque insiste en sumarse a los Brics, donde la invitaron una vez a un evento lateral en Brasil junto a otros países latinoamericanos.
En suma, CFK quiere volar más alto. Y en el empeño es capaz de mentiras como la que dijo en la FAO. De ésas que dan vergüenza ajena.