Verdadera incógnita

El nuevo torneo de 30 equipos se estrena hoy con muchas polémicas.

Verdadera incógnita
Verdadera incógnita

El flamante torneo de Primera División dispone de tan pocas ventajas aparentes y sufre de tan mala prensa que acaso por eso mismo tiene más para ganar que para perder y no sería de extrañar que al cabo ingresara en el casillero de las gratas sorpresas de la agenda deportiva de 2015.

De su tinte cuestionable ya se han derramado ríos de tinta: cuando la tendencia universal es la de reducir el número de equipos de las ligas mayores, en algunos casos de 18, en otros de 22, en general de 20, la Argentina se apresta a fundar el masivo formato de 30 participantes.

Con otro añadido que dejó tela para cortar y jamás ha dejado de hacer ruido: el hecho de que se repitan los clásicos décadas ha denominados “interzonales” supone per se una evidente ventaja para algunos y una evidente desventaja para otros.

No será necesario explicar la diferencia entre estar obligado a jugar dos versus Boca, pongamos, que, con el debido respeto, estar obligado a jugar dos veces versus Crucero del Norte.

Claro que este punto de asimetría que a primera mirada podría tentar a deducir la antipática lógica de hijos y entenados, por lo contrario expresa un sesgo si se quiere, democrático, puesto que en la enorme mayoría de los casos quienes deberán afrontar un bis exigente serán los equipos más poderosos.

Y ya que de vertiente democrática hablamos, con independencia del camino de los procedimientos y de las suturas reglamentarias que hoy establecen un antes y un después en el formato de los torneos argentinos y que en los años posteriores demandarán ajustes de una cierta complejidad, también se revela virtuoso el regreso a primera de unos cuantos competidores históricos y el bautismo de alguno de insospechado crecimiento: por caso, el ya referido Crucero del Norte de Misiones.

Y la vertiente federal que formó parte de los enunciados fundacionales se expresa en 12 de los 30 equipos por fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires: cinco de Santa Fe (Rosario Central, Newell's, Atlético de Rafaela, Colón y Unión), más Aldosivi de Mar del Plata, Belgrano de Córdoba, Crucero del Norte, Godoy Cruz de Mendoza, Olimpo de Bahía Blanca, San Martín de San Juan y Sarmiento de Junín.

Se dice, en clave a veces bien intencionada, a veces agorera, que más que de un torneo de primera división estamos en presencia de una suerte de Nacional B reforzada, y la verdad es que nada de eso sabremos hasta que la pelota empiece a rodar sobre el césped, pero de antemano se vuelve pertinente reponer que conforme ha avanzado el Siglo XXI la hipotética disparidad entre la primera y la B Nacional ha devenido más estrecha e incluso en algunos casos ha devenido más estrecha la disparidad entre B Nacional y B Metropolitana: examinemos, si no, los rozagantes casos de Nueva Chicago y Temperley.

Es en este mismo sentido que se vuelve brumoso otro pronóstico apocalíptico, tal es el de que se volverá inevitable que uno de los clubes grandes tradicionales tome el liderazgo, se dispare, saque muchos puntos de ventaja y consume un paseo de salud capaz de convertir las últimas fechas en una travesía administrativa y sosa.

Que algunos de los grandes tradicionales dispongan de planteles lujosos para el medio local (por ejemplo, Boca y River, viceversa) y que por añadidura varios de sus jugadores suplentes serían titulares en la enorme mayoría de las otros clubes, se revela insuficiente para registrarlos infalibles y a su vez registrar a sus adversarios más débiles de los que son.

Desde que la Argentina se convirtió en un país netamente exportador de sus principales figuras y dejó raleada su generación intermedia, las cargas se equilibraron al punto que es aquí, en este mismo confín, donde se vuelve más vigorosa y más lozana una de las maravillosas singularidades del fútbol, la vereda donde a menudo el pobre se vuelve más rico que el propio rico.

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