Con varios días del verano todavía por delante, Chile se reafirma como una de las opciones predilectas de los mendocinos, cuando se trata de unos días de descanso frente al mar. En esta nota, un recorrido por algunos de los destacados de la Quinta Región.
El plan teen en Reñaca
Como la tradición manda, las playas de Reñaca son las más populares entre los mendocinos. En este sentido, el Quinto Sector es el más concurrido por el target sub 25. Aquí, la playa oficia como pasarela y se convierte en "el lugar" para ver y dejarse ver.
Si algunos años atrás guitarreada y mates eran la combinación perfecta para pasar una tarde frente al mar, hoy cualquier persona que supere la barrera de los 30 se sorprenderá al saber que ese plan ya está demodé.
Hoy los parlantes portátiles -para la nostalgia de más de uno- han desterrado al centenario instrumento de cuerdas. Cada grupo escucha su propia playlist y el volumen sube a medida que el sol baja.
Eso sí, los hits del verano no se hacen esperar y suenan una y otra vez. A pesar de los controles de la policía marítima, las bebidas con alcohol se cuelan en la playa en termos, heladeritas y vasos.
A partir de las 6 ó 7 de la tarde, la movida se traslada a los after beach que se ubican a pocos metros. Nada de lookearse para ir al boliche. Los jóvenes se sacuden la arena y cruzan la Avenida Borgoño, para seguir la fiesta en alguna de las terrazas con vistas panorámicas al océano Pacífico. Stingray Beach y Sunset son algunos de los candidatos preferidos de los mendocinos.
Otras opciones más tranquilas son ir a tomar unas cervezas a Palm Beach (Av. Borgoño 14797) mientras se espera el atardecer o simplemente quedarse en la playa.
Cuando el hambre ataca, un stop en alguno de los puestos de empanadas de Borgoño -como Los Roldán- es siempre una buena idea. Las tradicionales "camarón/queso" son una variedad que no defrauda.
Maitencillo, rélax y vida al aire libre
Si su idea de descanso no incluye hordas de jóvenes sedientos de verano, no se preocupe, hay planes también para usted. Maitencillo, por ejemplo, es el refugio perfecto para olvidarse de todo y fundirse en la tranquilidad que transmite observar el mar. Además, resulta un lugar ideal para acudir en familia.
Las diferentes playas que componen la costa de Maitencillo, ofrecen un amplio abanico de opciones. Desde parajes más tranquilos y aptos para el baño, hasta otros con oleaje recomendables para practicar surf.
Diferentes escuelas -como Surf Camp o Escuela de Surf Maitencillo- ofrecen clases grupales e individuales para aprender el fino arte de montar una ola (opciones desde 16 mil pesos chilenos). Si su estadía es de varios días, puede elegir un pack de cinco clases (desde 60 mil pesos chilenos).
Otra actividad outdoor que tienta en Maitencillo a más de uno, es el parapente. En el cerro Tacna, al sur de la localidad, se ubican los clubes donde se practica este deporte. Hay opciones desde 45 mil pesos chilenos para convertir el sueño de volar en realidad.
Ir a pasar el día a las playas de Cachagua o Zapallar es otro excelente plan. No se prive de probar algunos de los manjares de la cocina chilena en El Chiringuito (Av Zapallar 151), acompañado de una cerveza bien fría o el clásico pisco sour, protagonista de una eterna disputa entre peruanos y nuestros vecinos al otro lado de la cordillera.
Valparaíso, puerto y bohemia
Los días frente al océano no tienen por qué quedar reducidos a los planes de playa. Valparaíso es una excelente ciudad para explorar, sin necesidad de dejar el Pacífico de lado.
Su puerto es un tentador paseo para sibaritas y curiosos. Si la cocina es lo suyo, el recorrido por su puerto seguramente lo inspire para poner en práctica alguna receta. Aquí puede adquirir una amplia gama de pescados y mariscos frescos.
Los ostiones, por ejemplo, rondan los 4 mil pesos chilenos la docena y los choritos, mil pesos chilenos el kilo. Mientras, el kilo de reineta se encuentra por 2.500 pesos chilenos y el medio kilo de centolla a 10 mil pesos chilenos. Como todo mercado portuario, llegar al puerto a primera hora de la mañana conlleva recompensa.
Eso sí, manténgase siempre alerta por los descuidistas que merodean ese bullicioso y colorido sitio.
En los últimos años, Valparaíso ha potenciado su costado más cultural y artístico. Sus galerías, sus coloridas construcciones y sus murales que la convierten en un museo a cielo abierto, exigen saborearla sin prisas. ¿La pausa? En alguno de sus bares o restaurantes, esos que se debaten entre lo coqueto y lo bohemio y son ya todo un sello registrado de Valpo.
La Sebastiana -el nombre con que Pablo Neruda bautizó a su casa en la ciudad- es un must para empaparse del espíritu de Valparaíso y del océano que la mece con sus mareas.
Aquél que enamoró e inspiró al poeta: "El océano Pacífico se salía del mapa. No había dónde ponerlo. Era tan grande, desordenado y azul que no cabía en ninguna parte. Por eso lo dejaron frente a mi ventana".