Venezuela, un drama humanitario

Todo lo que está ocurriendo en Venezuela, con su población hambreada y desesperada es exclusivamente por culpa de la mano del hombre.

Venezuela, un drama humanitario
Venezuela, un drama humanitario

Difícilmente una catástrofe natural, de cualquier tamaño, magnitud o dimensión, podría haber ocasionado tanto daño como el que está sufriendo el pueblo venezolano por exclusiva responsabilidad de su clase dirigente que no sólo se ha corrompido en dimensiones extraordinarias sino que empobreció a su sociedad hasta niveles indecibles.

Hoy cualquier familia de cualquier clase social, para sobrevivir en Venezuela, requiere que alguno o algunos de sus miembros se exilien, consigan trabajo en los países vecinos y puedan enviarle aunque sea un pequeño puñado de dinero para cubrir sus necesidades básicas.

Sin ello, el hambre asola como si se viviera en estado de guerra permanente, a la vez que la inseguridad ha multiplicado la violencia de manera extraordinaria mientras que el autoritarismo gubernamental trata de tapar todas esas tragedias transmitiendo una imagen grotescamente ficticia de lo que es imposible tapar porque ha explotado a lo largo y ancho del país.

Es cierto que corresponde la denuncia política internacional hacia un sistema que disfrazado de democrático ha terminado con la división de poderes, ha proscripto y matado a la oposición, mientras que ha hecho desaparecer todo esbozo de prensa libre que pueda transmitir siquiera mínimamente los más elementales hechos de tanto horror. Pero más allá de dicha denuncia, hoy lo prioritario, lo urgente, lo fundamental es ver de qué modo la comunidad internacional aporta su ayuda para que ese pueblo no siga sufriendo tales indignidades. Hoy el drama humanitario está muy por encima de la crítica política, aunque un problema sea causado por el otro, pero en principio hay que evitar lo que se puede evitar, y luego se verá.

El gobierno venezolano está enceguecido y demuestra ser capaz de llegar a los más crueles extremos para conservar el poder, ya que sabe que en el caso de perderlo, las condenas por sus terribles responsabilidades serán inevitables. Entonces ha elegido cuando menos no hacer nada frente al sufrimiento masivo y seguir aplicando las mismas fórmulas que llevaron a tan fenomenal fracaso político, económico y social.

Porque en Venezuela están las dos cosas juntas. En otros países las élites se han corrompido pero no necesariamente han hundido a sus pueblos en la miseria, al menos en la increíble magnitud como la que estamos analizando. Pero en Venezuela el sistema político fallido no sólo ha generado una élite asociada al delito en todo lo relacionado con la cosa pública, sino que su propia ineficiencia ha hecho estallar por los aires cualquier indicio de gobernabilidad. Todas las variables económicas y sociales, absolutamente todas, han excedido cualquier medida razonable y eso se traduce drásticamente en la vida diaria donde ya nadie puede vivir no digamos en paz, ni siquiera vivir sin más.

Una hiperinflación escandalosa, colas interminables para conseguir apenas una parte de lo que se necesita para el sustento diario, delincuentes que han copado todas las calles que arrasan con todo lo que encuentran a su paso, complementando con su accionar delictivo las represiones políticas que el gobierno de Maduro ejecuta contra cualquier atisbo de rebeldía. En fin, sería largo de enumerar el colosal apocalipsis interno al cual se le suma el más multitudinario éxodo de características casi bíblicas de gente desesperada por sobrevivir.

Por lo cual la prioridad absoluta es ayudar con todo lo que humanamente se pueda para apaciguar lo más posible tanto sufrimiento.

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