“Queremos darle una alegría a la gente”. La declaración en la que coinciden la mayoría de los futbolistas venezolanos tiene mucho de elusiva, no aborda el tema central.
Ninguno quiere extenderse sobre la crisis social de su país, con un desabastecimiento que pone al pueblo en la miseria y a los enfermos graves, al borde de la muerte por la falta de medicamentos.
Si bien la mayoría actúa en el exterior, los jugadores prefieren no exponerse a represalias del presidente Nicolás Maduro. Pero que los jugadores callen no significa que sean oficialistas, sino que son presa de la limita libertad de expresión.
La voz de algunos referentes podría ser potente para cuestionar a un Gobierno que enfrenta a una oposición cada día más grande.
Sin embargo quien saltó el cerco de la censura fue el delantero Salomón Rondón (West Bromwich Albion), en una entrevista con The Guardian que dio en marzo: “La vida en Caracas ya no es vida. Te persigue la incertidumbre de si un día te van a matar, si salís a trabajar y no volvés a casa. Sufro por mi familia”.
Esa denuncia le valió una reprimenda del titular de la Federación Venezolana, Laureano González. ¿Y los periodistas no consultan a los jugadores sobre la situación social? Muchos se cuidan, temen que no se les renueve la licencia que necesitan para ejercer.