El chavismo como fenómeno político cumplió a fin de 2018 veinte años en el poder. Chávez en la Presidencia perdió un referéndum y aceptó el resultado. En cambio Maduro, teniendo sólo 20% de respaldo en la población, ganó las presidenciales de mayo con 78% de los votos.
En un régimen totalitario, como es el que acaba de cumplir 60 años en Cuba, no es posible que la oposición pueda ganar una elección. Tras el fracaso del golpe de 2002, Fidel Castro comenzó a influir en el chavismo. Primero, poniendo a cargo de la custodia del presidente venezolano, al servicio de inteligencia cubano. Luego, asignándole la organización y control del servicio de inteligencia venezolano (SEBIN). Por último, transformando las Fuerzas Armadas de nacionales en partidarias. Fue así como se sustituyó la fórmula de lealtad militar “Patria o muerte” por la de “Socialismo o muerte”.
El control de los medios de comunicación es otra característica del régimen totalitario, que se ha dado en Venezuela, donde se cerró semanas atrás el último diario en papel opositor y ya no hay emisoras de TV fuera del control estatal, directo o indirecto.
El castrismo sobrevivió a varias crisis económicas graves, generadas por el bloqueo, las sanciones de EE.UU. y el fin del apoyo económico soviético, pero el régimen las superó. La emigración de la clase media, que se inició en Cuba a comienzos de los años sesenta, como ha sucedido últimamente en Venezuela, también contribuye a la instalación de un régimen totalitario.
El mundo y la región han respondido con condenas y duras declaraciones, pero sin encontrar políticas concretas y eficaces para emprender una estrategia que permita un “cambio de régimen”. La OEA y la UE no reconocieron al período de gobierno de Maduro que se inició el 10 de enero. Pero no han mostrado la misma cohesión frente a la Presidencia “encargada” de Guaidó. Quince países americanos ya habían anunciado aplicar sanciones a sus funcionarios más relevantes, como lo viene haciendo EE.UU. El aislamiento venezolano es importante. Sólo estuvieron presentes en la ceremonia de inicio del nuevo período, seis delegaciones latinoamericanas: de Cuba, Bolivia y El Salvador encabezados por sus Presidentes y Nicaragua, Uruguay y México. En una de sus primeras decisiones en política exterior, López Obrador abandonó en los hechos el “Grupo de Lima” que su país integraba, para adoptar una actitud dialoguista frente a Maduro. Ahora, se negó a reconocer a Guaidó. Algo similar sucedió con el Vaticano que envió un representante, aunque el Episcopado venezolano no reconoció al gobierno que se inicia, calificándolo en duros términos.
Rusia por su parte -que en dos oportunidades en 2017 y 2018 rescató a Maduro del colapso económico, dándole créditos por miles de millones de dólares a cambio de reservas petrolíferas- respaldó enfáticamente a Maduro, frente al Presidente “Encargado” acusando a los EE.UU. de “avasallar” la soberanía de Venezuela. También lo reconoció Osetia del Sur, un país escindido de Georgia, que es reconocido sólo por Rusia, Venezuela y Nicaragua. Ahora, no sólo Rusia, sino también China, Irán, Siria, Turquía, la OLP y Hezbollah, han apoyado a Maduro. Los votos en la OEA no son suficientes para expulsar a Venezuela, -están a favor de ello 15 sobre 34, por el apoyo de los gobiernos del Caribe a Maduro por el petróleo- y la UE se muestra divida entre quienes reconocen a Guaidó, los que apoyan el diálogo como alternativa y los que se mantienen expectantes.
El Presidente de la Asamblea (Guaidó) controlada por la oposición desconoció a Maduro, desafiando al régimen y buscando provocar una crisis institucional. Ha convocado a las Fuerzas Armadas a que desconozcan a Maduro y a que defiendan la Constitución.
Pero el día antes de asumir, el Presidente hizo que los militares le renueven el juramento de lealtad y en medio de la crisis institucional, los mandos militares renovaron su lealtad a Maduro, cuando ya han muerto 26 opositores y detenidos 360 en sólo 3 días. Pero no es fácil que sea depuesto por una sublevación militar, como puede suceder en un régimen populista autoritario. Las Fuerzas Armadas han sido reorganizadas con el modelo cubano y son leales al partido que gobierna. Además, miles de oficiales y suboficiales han desertado para emigrar. Como sucede en la sociedad civil, los más aptos para organizar la oposición, se han ido del país. El Ministro de Defensa, el general Vladimir Padrino López, tanto a mediados de 2007 como ahora, ha dado algunas señales ambiguas, pero es probable que siga siendo leal al Presidente.
Cabe señalar que están presos acusados de conspirar, cerca de 70 integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad -la mayoría han sido torturados al igual que algunos familiares- y que el control político del chavismo sigue siendo muy fuerte.
Maduro seguirá usando la violencia para mantenerse en el poder y la breve detención de Guaidó, aunque confusa, es una señal al respecto. A medida que va logrando retener el poder, Ortega en Nicaragua ha tomado el mismo camino, adoptando el modelo totalitario y lo mismo puede hacer Morales, en caso que perdiera la elección presidencial que se realiza en octubre.
Si el régimen implosionara -no es lo más probable en el corto plazo-, el gobierno de transición para estabilizarse, necesitaría un fuerte apoyo internacional, efectivo, no declarativo. Ante todo, se necesita un gran préstamo internacional -como el que Trump gestionó meses atrás del FMI para Argentina- a fin de poder poner en marcha una economía que ha colapsado. Controlar la inflación y lograr inversiones, sólo se podrá a partir de este apoyo financiero. Pero también se requiere un esfuerzo sin precedentes de asistencia alimenticia y sanitaria. Es un desafío enorme, que pondrá a prueba la solidaridad efectiva de los países latinoamericanos y su capacidad de gestión y organización. Por ultimo, será necesaria un fuerza de paz -integrada predominantemente por los países de la región- dado que el eventual gobierno de transición, seguramente enfrentará un contexto de anarquía armada, con Fuerzas Armadas divididas, milicias y grupos para-militares que seguirán bajo influencia chavista y los delincuentes comunes, que gravitan en el país más inseguro de América del Sur y cuando su capital (Caracas) es la que tiene más homicidios cada 100.000 habitantes del mundo. Todo ello en un país que pese a la emigración, todavía tiene unos 30 millones de personas.
En lo inmediato, es posible que Maduro use la Suprema Corte,- alineada con el régimen,- para que sea ella quien detenga a Guaidó, por orden judicial.
En conclusión: la crisis venezolana probablemente se prolongará y ello no sólo implica el riesgo de más violencia en las calles, sino mayor ingerencia externa, incluso extra-continental.