Una inflación anual del 2.616 por ciento y una caída del 15 por ciento en el Producto Bruto Interno es imposible de enfrentar para una sociedad. Sin embargo, el presidente de Venezuela, el cada vez más "devaluado" Nicolás Maduro, niega una supuesta crisis e insiste en culpar a los demás de lo que está sucediendo en su país.
Asegura, en ese marco, que "viven hablando de una supuesta crisis humanitaria en Venezuela y a Venezuela no la va a intervenir nadie, porque está trabajando por su seguridad social y por la igualdad".
Más allá de sus palabras, los hechos son concretos y hasta se viralizó un video en el que aparecen dos integrantes de las fuerzas armadas revolviendo bolsas de basura en la búsqueda de comida, hecho que enfureció al Gobierno que salió a responder que se trataba de una "jugada" de la oposición para derrocarlo.
La sola lectura de los títulos de los periódicos de las últimas semanas refleja claramente lo que está pasando en ese país caribeño.
Se dice que en Caracas conseguir dinero en efectivo es una odisea y comprar un gaseosa un lujo; las uvas, las lentejas y la ropa interior amarilla se han convertido en tradiciones inalcanzables para fin de año.
En lo que se denominó la "revolución del pernil", no hubo jamón para las fiestas y Maduro culpó directamente a Portugal por lo que estaba sucediendo, mientras crecieron las protestas populares por la falta de comida.
El Papa Francisco salió a advertir sobre lo que está ocurriendo, luego de varios intentos de la diplomacia vaticana por actuar como "facilitadora del diálogo" entre el Gobierno y la oposición.
Francisco aseguró que la crisis política y humanitaria en Venezuela es "cada vez más dramática y sin precedentes" y demandó una respuesta "sin demoras" a las necesidades primarias de la población.
En su saludo de inicio de año al cuerpo diplomático acreditado en El Vaticano, planteó que se creen las condiciones para que las elecciones previstas durante el año en curso "logren dar una solución a los conflictos existentes y se pueda mirar el futuro con renovada serenidad".
Frente a una realidad incontrastable, el gobierno bolivariano responsabiliza por la grave crisis al desplome de los precios del petróleo y a una "guerra económica de la derecha que busca derrocar al presidente Nicolás Maduro".
Por su parte, el propio Maduro echa culpas a los demás y especialmente al gobierno de Estados Unidos, asegurando que buscan justificar una intervención que intenta apoderarse del petróleo venezolano.
Acusó a la oposición de sabotear la distribución de alimentos y medicinas a los venezolanos y responsabilizó directamente al dirigente opositor Julio Borges, ex jefe de la Asamblea Nacional, a quien calificó de "bandido" y "traidor a la Patria".
En ese marco, dijo que en las elecciones -a las que se presentará hacia una nueva reelección- "el pueblo va a castigar a los traidores".
Mientras tanto y en la búsqueda de posibles soluciones recurre a anuncios tales como la emisión de "criptomonedas", basadas en el valor de un barril de petróleo, la que inmediatamente fue rechazada por la Asamblea Nacional, que se encuentra en manos de la oposición y que calificó a la medida de "inconstitucional" y alertó a los potenciales inversionistas y actores del mercado las criptomonedas sobre la ilegalidad de las mismas.
La comunidad internacional se ha expresado abiertamente sobre lo que está sucediendo en Venezuela y reclama soluciones a un problema que golpea con dureza a millones de personas, frente a un gobierno que demuestra que no está dispuesto a realizar la más mínima autocrítica y que insiste en culpar a los demás de los errores que está cometiendo, sumado a la incapacidad manifiesta para superar la crisis.
