Venezuela al borde del caos

La tragedia humanitaria de Venezuela, ya tenía desde hace bastante tiempo en vilo a todo el mundo.

Venezuela al borde del caos
Venezuela al borde del caos

Lo que está ocurriendo políticamente en Venezuela, con la superposición de dos presidentes que aducen legitimidad al mismo tiempo, es la lógica previsible de un estado de cosas calamitoso, donde la lucha por el poder pasa a ser hasta un tema secundario frente a la tragedia humanitaria que está viviendo todo un pueblo. Este, carece  no sólo de sus más elementales derechos, sino hasta de los recursos mínimos para la sobrevida. Esa es la verdadera cuestión de fondo, lo que básicamente le debe interesar a todos los que desde afuera ven desarrollarse los dramáticos eventos que amenazan, incluso, con una guerra civil.

El gobierno de Nicolás Maduro heredó la legitimidad electoral indiscutible que llevó a Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, pero este sucesor no supo mantenerla. Sostuvo e incluso aumentó el autoritarismo que Chávez iba desplegando cada vez en mayor magnitud en nombre de un excéntrico socialismo siglo XXI, que justificaba todos sus estados de excepción por la lucha contra el capitalismo. Pero lo que no sostuvo fue el voto popular, ya que apenas perdió una elección legislativa en un comicio impecable (como eran todos los de Chávez, supervisados por auditores extranjeros objetivos), a partir de allí instaló el fraude más descarado y llevó a cabo una persecución brutal contra todos los opositores a los que no pudo cooptar.

Así, en los hechos, aún manteniendo algunas formalidades democráticas, el régimen fue deviniendo una dictadura de nuevo tipo, hasta consolidarse en ello de manera definitiva con la asunción de Maduro para un nuevo período presidencial.

Pero esta vez la oposición política, que parecía enteramente desmoralizada, se animó a encararlo. Para ello utilizó el único sostén institucional que mantenía en su poder, la Asamblea Nacional, vale decir, el Poder Legislativo de ese país, para proclamar esta semana un presidente sustituto a Maduro, Juan Guaidó, que tiene por objetivo cumplir un mandato transitorio hasta llamar a elecciones limpias en su país.

Por supuesto que la reacción de Maduro no se hizo esperar y la represión del pueblo, movilizado en las calles en defensa de la decisión de la Asamblea Legislativa, va de mal en peor ya que el presidente fraudulento detenta el control de las Fuerzas Armadas, en general tan corruptas como los políticos civiles del sistema bolivariano.

La inmensa mayoría de los países con regímenes democráticos y republicanos no dudaron en hacer público su inmediato apoyo a la presidencia de Guaidó, reclamando la concreción de elecciones transparentes para al menos normalizar la vida política en Venezuela, puesto que el drama humanitario llevará mucho más tiempo en resolverse, gobierne quien gobierne. El desquicio es no solamente colosal, sino que también ha devenido inmanejable, sin un cambio rotundo de sistema.

Los países gobernados por dirigentes bolivarianos son los únicos que le dieron su fervoroso apoyo a Maduro. Y Rusia, por sus conexiones económicas y geoestratégicas. Mientras que China permanece más cerca de Maduro por los negocios anudados y la deuda que Venezuela ha contraído con ella. Lo más difícil de entender es que democracias gobernadas por dirigentes de izquierda, como México o Uruguay, se mantengan, cuando menos, prescindentes suponiendo que aún es posible algún tipo de diálogo, cuando ello no puede existir entre víctima y victimario, que eso es lo que ocurre en ese sufrido país.

De un modo u otro, encontrar una buena solución será difícil, pero es necesaria la participación de los países y personas de buena voluntad para lograr la recuperación democrática de Venezuela. Entre tanto, habría que ayudar en  la  medida de lo posible para que su sufrido pueblo no siga padeciendo las atrocidades gestadas por un puñado de irresponsables.

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