Como pasó en Argentina cuando el dos mil apenas había aparecido en los calendarios, los Venezolanos se van de su país, expulsados por las condiciones sociales, políticas y económicas que están viviendo.
Se estima que a Mendoza ya han llegado más de 300 ( 266 votaron en el último plebiscito de la oposición contra el presidente Maduro) y probablemente seguirán llegando más a todo el territorio nacional.
Las sueldos y la estabilidad económica, mejor que la de su país, son las principales razones por las que eligen marcharse. Se cansaron de los conflictos y la violencia que vivían a diario en su tierra natal (ver página 23).
Prefieren empezar de cero, aun trabajando en oficios, dejando de lado su formación académica. Cualquier parecido al éxodo de los argentinos a España, principalmente en 2001, es casualidad. O no tanta.
Aquí se los escucha tranquilos al hablar con el marcado acento que los caracteriza, bien distinto al cuyano arrastrado que habita la boca de los mendocinos. Están contentos, están prosperando. Atrás quedan los fantasmas de lo que ven por televisión pero también sus familiares.
Están más tranquilos pero no olvidan.
Ocho días en micro
Carlos Cruces (27) partió el 14 de octubre de 2016 rumbo a nuestra provincia. El viaje lo hizo en micro, atravesando medio continente. En ocho días pasó por Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
El costo del pasaje fue de sólo 230 dólares. Por los kilómetros recorridos resulta una ganga desde el punto de vista de un argentino, caro si se considera que un recién egresado universitario de Venezuela cobra poco más 40 dólares al mes.
“Antes de tomar la decisión hice un estudio socioeconómico de los posibles lugares a donde irme. En Argentina el sueldo mínimo es de 550 dólares, el más alto de América Latina. Elegí Mendoza por su proximidad con Santiago. Te permite tener tecnología a bajo costo viajando pocos kilómetros”, dijo Carlos, que es ingeniero en Informática aunque actualmente se desempeña como supervisor de una cadena de quioscos, donde también trabajó como vendedor.
El joven dejó en su casa a su mamá y a una tía. Su hermana también emigró porque consiguió trabajo en Irlanda y allá se fue con su pareja. Habla con ellas todos los días por WhatsApp y dice que en cuanto pueda, quiere traer a sus familiares.
“Nosotros allá tenemos una casa linda, un auto y una parcela, estamos viendo si venden todo y se vienen”. Detalló Carlos que cuando llegó se hospedó en la casa de un amigo y trabajó en una cocina y colocando durlock hasta que a las dos semanas se fue a alquilar un departamento. “Acá si le echás corazón podés ahorrar; allá no, aunque trabajes todo el día”, dijo.
El 15 de julio pudo traer a su pareja, Julimar Vázquez, que es odontóloga pero que aquí consiguió trabajo en el área de servicios. “Venís a trabajar de lo que haya. Te diría que 99% de los venezolanos que se exilian son profesionales. Algunos pueden revalidar el título sólo con los papeles de migraciones, aunque para otros, como para mi pareja, es más difícil”.
Más venezolanos
Daniel Echeverría (32) llegó hace menos de cuatro meses a nuestra provincia. Su papá es mendocino y ya había estado aquí en cuatro oportunidades. Sabía con qué se iba a encontrar. "Fue muy difícil venir a Argentina. Tuvimos que vender todo porque con los ahorros no nos alcanzaba y con lo que pudimos obtener nos vinimos", explicó el hombre que viajó con sus dos hijos, sus padres y una hermana.
En Mendoza dice que encontró mucha comodidad; piensa que es muy tranquilo y que tiene muchas opciones de trabajo. Cree, además, que con el tiempo podrá trabajar de manera independiente en la Informática. “La gente es muy amable, cordial y pendientes de lo que pasa allá”, remarca Daniel.
Él también trabajó el rubro cuando vivía en Venezuela pero en Mendoza encontró trabajo en un quiosco, gracias a Carlos. En tanto, sus hijos de seis y cinco años consiguieron banco en una escuela y en sala de 5.
“Se adaptaron muy rápido. El varón que tiene 6 es didáctico y juguetón. Y la nena es una hormiguita; siempre es el centro de atención y se hace sentir”, contó Daniel agregando que tiene otra hija de 5 que está en Buenos Aires con su mamá, ambas venezolanas exiliadas.
Silvia Núñez (26) dice que no tuvo problemas en cambiar su puesto como traductora simultánea de inglés en cursos de capacitación para una petrolera, a una tienda de ropa mendocina. Cuenta que, para ella, las personas no valen por sus títulos sino por lo que son. Por lo tanto, poco importa cuál sea su trabajo mientras lo tenga.
Llegó el 22 de marzo, luego de que la empresa donde trabajaba cerró. "Tenía un primo donde quedarme. No me ha costado nada hacer el cambio. Respecto del trabajo, no me amarga porque cualquiera es digno si se toma con humildad", dijo Silvia.
Comenta que Mendoza le gusta mucho, que le ha parecido muy bonita, la gente muy amable y que hasta ahora no ha tenido ninguna mala experiencia. “Yo me imaginaba que me iba a gustar. Además el hecho de ser soltera te permite tener más libertad para tomar decisiones”, agrega.
Por su parte, Verónica Ojeda llegó al país antes de la muerte de Hugo César Chávez, que falleció en 2013. "Yo terminé el colegio, la secundaria, y me vine. El esposo de mi mamá es de aquí y se conocieron allá. Todo estaba bastante difícil y les surgió la idea de dejar el país. Habían pensado Estados Unidos o Argentina y por la facilidad del idioma y trámites decidieron venir para acá", cuenta la mujer de 28 años.
Además, remarcó que las universidades son carísimas, quedan lejos y ella estaba decidida a estudiar comunicación. “Por todo lo de la ley mordaza, el problema que hay con los medios y que no existe la libertad de expresión, sabía que me iba a costar demasiado poder ejercer, así que decidí venirme con ellos”, subrayó.
Verónica, que más de una vez ha tenido que aclarar que no tiene nada que ver con la ex de Diego Maradona, admite que le costó mucho adaptarse porque llegó directo al pre de la facultad. "Fueron muchas cosas nuevas y todo muy rápido. Fue difícil acostumbrarme a las comidas, el clima, el horario cortado de la siesta, entender las palabras y cómo hablan; la distribución de las calles, el trato con las personas, todo", describe.
Panorama
Carlos, Daniel, Silvia y Verónica dicen que es probable que la situación económica no cambie en mucho tiempo, aunque asuma un nuevo gobierno con una mirada diferente al actual. Reconocen que es difícil estar lejos y que aunque ellos ya no están allí, quedan muchos amigos y familiares.
“Dejás tu vida, tus conocidos, tu tierra, las personas con las que compartiste desde el nacimiento. Hay mucha degradación allá, mucha descomposición social, violencia y divisiones. Yo creo que voy a volver en 15 años, que es lo que tardará en que todo cambie si mañana hay otro gobierno. Pero sí, me gustaría volver y tener mi propio negocio allá”, dijo Carlos.
Daniel por su parte dijo que no cree que vaya a regresar. "Mi intención es poder ofrecer mis servicios de Informática acá. Quiero trabajar de manera independiente como lo hacía en Venezuela. Acá estamos muy cómodos", remarcó.
Silvia espera que todo mejore allá en su tierra. "Venezuela es mi casa y la están destruyendo. Me comunico a diario con mis padres y me dicen que la situación se sigue complicando. Pero ellos no tienen planes de salir", explicó. Agregó que por ahora se encargará de revalidar su título acá en Mendoza, está haciendo las averiguaciones pertinentes, y esperará a que el panorama cambie.
Verónica opinó que es muy triste que tantos venezolanos tengan que buscar la posibilidad en otro país y más por necesidad, por urgencia de no poder vivir donde uno nació. "Cada vez somos más los que estamos distribuidos en varias partes del mundo buscando trabajar, estar tranquilos y siempre pensando en lo que dejamos, en las personas que tenemos allá".