Las altas temperaturas de enero provocaron que en varios viñedos la cosecha se haya adelantado hasta 15 días y las jornadas más frescas de febrero, en combinación con las pocas lluvias, aseguran una calidad óptima para las uvas este año. Reconocidos enólogos e ingenieros agrónomos coinciden en afirmar que han obtenido fruta de buena calidad y sanidad. Sin embargo, el rendimiento, como ha previsto el Instituto Nacional de Vitivinicultura, es un poco inferior al de 2019.
El director de Enología de Rutini Wines, Mariano Di Paola, detalló que, con los calores de enero, se empezó a producir deshidratación de los granos, por lo que adelantaron la vendimia. "Cosechamos por primera vez en el Valle de Uco en el mes de enero", planteó. Sin embargo, las lluvias y los días más frescos de febrero permitieron demorar un poco más la recolección. En cuanto a las precipitaciones, destacó que si bien fueron intensas, se concentraron en unos pocos días y eso fue positivo.
Di Paola indicó que la calidad de las uvas blancas es excelente y que los días y noches frescos de principios de febrero, que llevaron las temperaturas mínimas por debajo de los 15°, generaron una amplitud térmica que favoreció la madurez completa de la fruta. Asimismo, destacó la sanidad de las plantas.
En la misma línea, Antonio Mas, enólogo, ingeniero agrónomo y uno de los dueños de Bodega Antonio Más Wines, indicó que los fuertes calores han adelantado las fechas de cosecha históricas del Valle de Uco. Pero que la calidad es, este año, extraordinaria, lo que han podido comprobar con la fermentación de las uvas blancas chardonnay para base espumante.
Matías Riccitelli, de Riccitelli Wines, coincidió en que las uvas tienen este año una "sanidad y calidad espectaculares". También señaló que, por tratarse de un año cálido y con menos lluvias, anticiparon la cosecha, entre una semana y 10 días de la fecha acostumbrada. Y si bien agregó que en febrero llovió un poco, estas precipitaciones no van a modificar el hecho de que espera una cosecha de gran calidad y sanidad, y buen rendimiento.
Riccitelli explicó que se viene de buenos años desde 2017 y que si bien 2019 fue seco y frío, se mantuvieron las condiciones favorables, aunque 2020 será mejor. De hecho, la madurez está siendo más precoz y por eso empezaron a cosechar antes, aunque la anticipación depende de la zona y la variedad. Los últimos días de febrero, añadió, se levantaron las variedades blancas y se empezó con las tintas; mientras la semana pasada empezó la cosecha fuerte, de malbec.
Leandro Azin, enólogo de Casarena Bodega y Viñedos, y de Mythic Estate Wines, comentó que el calor extremo de fines de diciembre y de casi todo enero los llevó a una cosecha algo adelantada y casi simultánea de variedades. Como se adelantaron a algunos problemas que hubiera podido tener la uva, esperan producir grandes vinos con la fruta de 2020.
Lucas Giménez, enólogo de Bodega La Coste de los Andes y Chateau La Coste (Francia), comentó que por ahora la uva viene muy bien en cuanto a calidad y sanidad. Esto, si se habla de zonas que no fueron afectadas por el granizo. Pero señaló que, en términos generales, en Luján, Tupungato y Tunuyán hay buena producción.
Sin embargo, reconoció que no era la que se estimaba antes de las heladas tardías de setiembre que, si bien no provocaron un daño visible en los viñedos, sí impactaron en el tamaño de los racimos. A esto se sumaron las condiciones de calor extremo de enero y la escasez de agua, sobre todo en los viñedos que cuentan con riego superficial y vieron reducido el volumen de suministro; pero también en los que tienen perforación, por el costo de la energía.
Esta combinación de tres factores -heladas tardías, temperaturas extremas y menor disponibilidad de agua- causó una disminución en la cantidad de fruta, pero no afectó la calidad, que Giménez asegura es óptima. De hecho, resaltó que, como la producción que tienen es orgánica certificada, es una de las más perjudicadas en años complicados y en 2020 no han tenido inconvenientes.
Rogelio Rabino, responsable de Viticultura y Enología de la Bodega Kaiken, detalló que en las variedades blancas hubo una merma en la producción que, dependiendo de la zona, se ubicó entre el 10 y el 30%. Como ha habido un marcado adelantamiento en la madurez de todas las variedades, el ingeniero agrónomo señaló que caminar mucho el viñedo es clave para identificar el momento adecuado para la cosecha. Y estimó que los vinos malbec y bonarda que elaboran se verán particularmente favorecidos por esta temporada más cálida y seca.
Sobre la cantidad, el INV estima una disminución del 10,5% en el volumen de producción con respecto al año pasado. Así, el pronóstico anticipa entre 21,3 y 23,6 millones de quintales de uva en todo el territorio nacional, mientras que en la temporada anterior se obtuvieron 25,1 millones de quintales.
El jefe del Departamento de Estudios Vitícolas del INV, Alejandro Marianetti, comentó que el hecho de que haya llovido poco y de modo espaciado, con varios días de sol entre una y otra tormenta, ha contribuido a una muy buena calidad en los viñedos. Es que la humedad es el principal factor predisponente para el ataque de hongos, en un primer momento, y de peronóspora y podredumbre más adelante.
Marianetti destacó que, si bien en el día las temperaturas han sido altas, las noches han sido relativamente frescas. Esta amplitud térmica también redundó en la calidad.
Similar a 2013
Alejandro Vigil, enólogo y agrónomo de bodegas Catena Zapata y El Enemigo, comentó que la calidad de esta temporada es similar a la de 2013, que calificó de un gran año. Y, sin dudar, agregó que es mucho mejor que la cosecha de 2017 y 2018, y levemente superior a la de 2019.
Vigil precisó que lo que vienen cosechando es, por el momento, de una calidad excelente y reconoció que tenía miedo de que no fuera así por las altas temperaturas que hubo durante el mes de enero. Pero señaló que en febrero bajaron e incluso se ubicaron 2 grados por debajo de la media.
Asimismo, indicó que el rendimiento ha sido levemente inferior al de otros años, aunque aún no han comenzado con la cosecha fuerte de malbec, que es lo que les permitirá tener datos más concretos. Esta disminución de la producción, explicó Vigil, favoreció un cierto incremento de la calidad, pero sobre todo éste se explica por la disminución de la temperatura en febrero.
Edgardo Consoli, agrónomo gerente de Bodega Santa Julia, explicó que en términos climáticos, es durante el mes de enero que se define la calidad de las uvas y el de este año fue cálido. Pero añadió que siempre está el fantasma de las lluvias, que aparecieron en febrero pero por un período muy corto de tiempo. De ahí que tanto la calidad como la sanidad sean excelentes.
La precocidad que ya habían notado con las uvas blancas se mantuvo con las tintas, cuando las temperaturas volvieron a elevarse en febrero. Consoli indicó que están adelantados 10 días con la cosecha y que ya están avanzados en Gualtallary (Tupungato) e incluso en Altamira (San Carlos), cuando habitualmente empiezan a levantar las uvas alrededor de mediados de marzo.
Consoli detalló que, cuando notaron esto, prestaron mucha atención a la madurez para determinar el momento de cosecha, ya que si se basaban en un calendario podían obtener un vino sobre maduro, en lugar de los frescos que hoy buscan en Zuccardi. Así, degustaron uvas y realizaron análisis químicos, para hallar el punto justo en que los azúcares estaban altos y los taninos y los polifenoles, maduros.
Sin oídio ni podredumbre
En Europa, comenta Gustavo Aliquó, ingeniero agrónomo responsable del Laboratorio de Viticultura del INTA, se le da mucha relevancia a la añada porque cada año la interacción del manejo del cultivo con el medio ambiente genera condiciones particulares. Se puede hacer lo mismo cada temporada pero obtener resultados diferentes según el clima.
Este año, planteó, ha sido un año muy bueno ya que ha sido bastante seco y, como ha estado caluroso, cuando llovió, la humedad en el viñedo se mantuvo por poco tiempo. Esto evitó que prosperaran podredumbres que pueden afectar la calidad de la uva. Asimismo, la polilla necesita de un cierto porcentaje de agua en el ambiente para que los adultos sobrevivan y puedan poner huevos, como también para que éste no se seque antes de que salgan las larvas. De todos modos, Aliquó señaló que hubo tormentas que arrasaron con algunos viñedos en zonas puntuales.
El ingeniero explicó que la cosecha se adelantó hasta 15 días porque ya se había alcanzado el grado azucarino. Pero planteó que en otros años secos y calurosos, se ha producido un desfasaje en la madurez de los polifenoles y los taninos, que van más lentos que el azúcar en la uva.
Sin embargo, este año no ocurrió, aunque sí es de esperar algunos pequeños inconvenientes con la acidez, en ciertas variedades y zonas, ya que, cuando hace más calor, estos compuestos se transpiran por la noche.
Aliquó estimó que, con las lluvias de principios de febrero y el ingreso de un frente frío, los procesos se tornaron más lentos; lo que puede haber favorecido el equilibrio entre la madurez de los polifenoles y el azúcar. "Se dieron las condiciones, porque cada año es una historia. Uno puede dominar el cultivo pero no el medio ambiente", resumió.
Bernardo Bossi Bonilla, enólogo de Bodega Vinos de Potrero, ubicada en Gualtallary, planteó precisamente que las uvas ya están listas para ser cosechadas por su contenido de azúcar pero que no han alcanzado la madurez fenológica, por lo que el hollejo y la semilla están aún verdes. De todos modos, consideró que la calidad va a ser muy buena, pero no tanto como el año pasado, que fue más fresco y pudieron manejar mejor los tiempos de cosecha.