El plazo puesto por Argentina para saber si grandes fondos de inversión aceptan o no una oferta de canje de deuda vence este viernes, aunque se palpa en el ambiente que la batalla recién empieza.
Nadie desea un default, ni el gobierno de Alberto Fernández ni los acreedores, pero la amenaza está latente.
"El proximo vencimiento de bonos es el 22 de mayo. Recién en esa fecha, si Argentina no cumple con el pago, puede ser considerada en default", dijo a la AFP Hernán Letcher, director del Centro de Economía Política Argentina (CEPA).
Ocurre que no todas las cartas han sido echadas sobre la mesa en este juego de toma y daca. Ni siquiera las del gobierno de Alberto Fernández.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo en las últimas horas que está dispuesto a escuchar "cualquier combinación" en una contraoferta, siempre y cuando el modelo sea sostenible en el tiempo.
Por ahora, tres comités de bonistas anticiparon su rechazo. Pero no hay analista de mercado que no afirme que se negocia contra reloj y bajo cuerda.
La consultora Capital Economics también dijo en un informe que "es probable que haya más estocadas verbales (entre las partes) desde ahora hasta el 22 de mayo cuando expira el (postergado) pago de un cupón", por unos 500 millones de dólares.
"Por el momento estamos en la parte de toma de posiciones para ver quién está en mejor estado para negociar", opinó Pablo Tigani, máster en Política Internacional y profesor de la universidad privada UADE, en declaraciones a la AFP.
La confrontación es digna de una mesa de póker.
El monto en liza es por unos 66.000 millones de dólares en bonos bajo legislación extranjera.
Argentina quiere tres años de gracia y quitas del 62% sobre intereses (37.900 millones de dólares) y del 5,4% sobre el capital (3.600 millones de dólares).
El endeudamiento total es mucho mayor, de 323.000 millones de dólares. Pero esta es la contienda clave. Marcará el destino de una deuda heredada en virtual default del gobierno de Mauricio Macri (2015-2019).
No hay nada nuevo bajo el sol. Argentina declaró el mayor default de la historia en la gran crisis de 2001 por 100.000 millones de dólares.
En 2014, un juez de Nueva York puso en moratoria técnica al país cuando falló a favor de fondos buitres que reclamaban un remanente de 7% de la deuda que no pudo ser reestructurada entre 2005 y 2010.
Macri pagó esa deuda al contado por 11.000 millones de dólares en 2016.
Si Argentina sale airosa, podrá discutir más adelante su deuda de 44.000 millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ahora convertido en su aliado más fuerte.
El FMI acaba de decir que está "esperanzado de que se pueda alcanzar un acuerdo". Dijo que se pretende "restaurar la sustentabilidad (de la deuda)". Las mismas palabras que usa Guzmán.
"Somos flexibles en términos de combinaciones de parámetros. La esencia es la sostenibilidad", dijo el ministro, discípulo del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz y formado en universidades estadounidenses.
Stiglitz y otro Nobel, Edmund Phelps, junto con más de 135 prestigiosos, reclamaron a los acreedores aceptar la oferta porque "es responsable".
Guzmán acaba de arrojar luz sobre un gesto negociador poco conocido: que habían bajado de cuatro a tres la pretensión del período de gracia. Ahora, espera que muevan piezas los acreedores.
Los bonos ofrecidos maduran entre 2030 y 2047. La tasa de interés es creciente. Empieza en 1,5% y nunca pasa de 5%.
"Los acreedores están mucho más interesados en llegar a un acuerdo que el gobierno argentino. La mejor aplicación de la fuerza del acreedor es la conquista sin destruir al deudor", estimó Tigani.
Capital Economics cree que "las conversaciones podrían atascarse y tomar años para concluir", opción que nadie parece desear.
El contexto social son los homéricos números de la crisis argentina agravada hasta el paroxismo por el aislamiento social de la pandemia del coronavirus.
La economía puede caer un 6,5%, la pobreza supera el 35%, más de ocho millones de trabajadores formales e informales cobran subsidios de supervivencia, las exportaciones cayeron un 40% y por primera vez en 70 años, no se fabricó en la cuarentena un sólo automóvil.
Sobre llovido, mojado. El escenario ya era sombrío y la puja con los acreedores está en su apogeo.