Los accidentes viales en los que son protagonistas automóviles viejos, con 30 años o más de fabricados, constituyen una realidad que debe ser atendida por los riesgos para las personas a bordo de esas unidades y para las que se desplazan en otras por la vía pública. Hace poco quedó filmado cuando un camión de antiguo modelo se estrelló contra una formación del Metrotranvía al quedarse sin frenos.
No queremos estigmatizar a quienes son titulares de esos autos o camionetas de las décadas del '70 y '80, y hasta es comprensible su uso cuando en determinados casos es el medio para ganarse la vida o desplazarse de sus casas a un centro médico o algún otro lado. Pero, los particulares que poseen esos rodados y el Estado deberían hacer un esfuerzo tendiente a la renovación o mejorar sustancialmente sus dispositivos de seguridad, incluidos los neumáticos que en ocasiones están muy maltrechos y fuera del rango de uso.
Según aportes reflejados por notas periodísticas de este diario, el Observatorio Vial Latinoamericano (Ovilam) ha determinado que los vehículos que rondan los 30 años de antigüedad tienen más probabilidades de provocar indirectamente un accidente que de ser protagonistas. Es el caso de un auto viejo que puede perder una rueda o circular sin luces y no choca. Pero genera que un auto que viene más rápido tenga que esquivarlo repentinamente y por hacer esto tenga una colisión con otro o contra una columna o un árbol.
Repetimos que estamos considerando las implicancias sociales de muchos sectores de la población que poseen estas antiguas unidades porque no pueden tener otras mejores, en medio de dificultades económicas reales para el sustento diario y las necesidades cotidianas. El problema central es la incapacidad de cambiar los vehículos por la situación económica imperante en muchos hogares.
Nos inclinamos a sugerir que el Estado empiece a exigir que los vehículos que entran en esta categoría de antiguos circulen en condiciones. Sabemos que será dificultoso y muy oneroso, pero hay que hacer el intento y el esfuerzo y los agentes viales deben observar el estado general del vehículo (frenos, luces, neumáticos, y hasta la dirección si se pudiera).
Es decir, como sugiere un especialista en estos temas, el doctor Carlos Trad Fager, debería efectuarse un control operativo del objeto y la función del vehículo, más que de lo burocrático. Otros expertos apuntan más que a la “edad” del rodado al control del estado del mismo, lo que se lograría con la tan poco mencionada revisión técnica vehicular.
Otra opción podría ser la reaparición de algún plan nacional que posibilitase cambiar el parque automotor obsoleto, en el que por necesidades extremas circulan muchos ciudadanos.
En este programa deberían participar las fábricas automotrices y el Estado nacional, este último destinando fondos para apoyar la renovación de las unidades.
Entonces, y a pesar de que los automotores antiguos no circulan casi por el radio céntrico, y si lo hacen en muchas zonas rurales, el problema existe y habría que enfrentarlo para ir lentamente modernizando el circuito de los autos en la vía pública, despejando de la compleja realidad accidentológica mendocina la participación del automóvil o camioneta pasados en años.
La última y principal instancia es proteger la vida de las personas en las calles y rutas.