Un mes de reposo deberá hacer la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, tras los resultados que arrojaron los estudios que se realizó en la Fundación Favaloro.
De esta manera, será el período que más lejos pase del poder, tras los 20 días de licencia que tuvo en enero de 2012 tras someterse a una operación en la que le extirparon un tumor en la glándula tiroides. Pero no son sólo estos dos casos: una serie de episodios vinculados con su salud la han obligado a suspender sus actividades en el pasado. Ninguna, claro está, de la seriedad de este último diagnóstico.
El primer caso relacionado a su salud que se conoció públicamente ocurrió en 2009, cuando Cristina llevaba poco más de un año en el cargo. El 9 de enero de ese año sufrió un “episodio de lipotimia y deshidratación leve” por el que le recomendaron hacer reposo durante 48 horas y suspender los viajes a Cuba y Venezuela que tenía planeados.
Su baja presión ha sido su talón de Aquiles. Sobre todo durante 2011. Cristina se vio obligada a suspender varias veces sus actividades por ese problema crónico que la afectaba. En enero tuvo el primer episodio del año: una lipotimia marcada por el calor intenso del verano. Casi a mediados de abril, a Cristina le bajó de nuevo la presión y los médicos de la Unidad Presidencial le ordenaron dos días de descanso.
En mayo de 2011, suspendió un viaje a Paraguay para participar de los festejos del Bicentenario por recomendación médica. Las condiciones climáticas la bajaron del avión que la llevaría a Asunción. Meses después, y sobre el final de la campaña electoral, tuvo que hacer reposo por otro cuadro de baja tensión arterial.
Luego se descompensó en Uruguay. No fue el calor de diciembre ni la baja presión lo que obligó a que un médico la atendiera, sino una mala noticia: el joven economista Iván Heyn, que formaba parte de la comitiva presidencial, apareció ahorcado en la habitación de un hotel. Cristina tuvo que retirarse de la Cumbre del Mercosur.