El vandalismo, un mal que debe ser erradicado

Es notorio el avance del ataque y saqueo de elementos de equipamiento urbano y de obras artísticas de plazas, paseos y calles. El Estado debe controlar más, pero es en las aulas donde tiene que surgir la conciencia por el cuidado de lo que es de todos.

El vandalismo, un mal que debe ser erradicado

Una de las obligaciones del Estado es brindar seguridad adecuada a los ciudadanos y en tal sentido el gobierno mendocino tiene flancos abiertos con demandas insatisfechas por parte de la población. No nos referiremos en esta ocasión a la cadena de delitos que se suceden a diario, sino a otro costado de la delincuencia: el elevado nivel vandalismo que asola espacios verdes, monumentos, equipamiento urbano, medios del transporte público, luminarias y hasta compuertas de riego agrícola.

Los desconocidos de siempre actúan por el oscuro placer de destruir, y en otros casos por el pingüe negocio de sustraer algo que es de la comunidad en beneficio propio, como ocurrió con elementos de regadío en la zona tripartita de los canales Jocolí y Tulumaya, donde los saqueadores se llevaron el sistema mecánico para la operación de las presas.

Los motivos del vandalismo contra equipamientos diversos, frentes de inmuebles y obras de arte son múltiples: religiosos, políticos, sociales y estéticos. Todos tienen como fondo común la intolerancia, la falta de adaptación de ciertos individuos a la  sociedad y de lo que ella atesora como bienes de servicio y artísticos de distintos grupos y épocas. Desafortunadamente, en los últimos años los actos vandálicos han aumentado en forma alarmante en nuestra provincia. Cualquier persona adulta recordará que en su juventud estos episodios casi no existían.

En los últimos años el patrimonio de monumentos y escultura pública de Mendoza ha sufrido significativas pérdidas como producto de estos atropellos. A las habituales acciones destructivas, se ha sumado en la última década el robo, que incrementó de una manera alarmante la destrucción del patrimonio. Uno de los factores principales fue el alto valor del bronce en el mercado, que incitó a los delincuentes a sustraer elementos de ese material.

Entre los hechos más notorios se encuentran la destrucción del Monumento a la memoria de la tragedia ferroviaria de Alpatacal (La Paz), en 2006, y la completa desaparición de placas del ofrendatorio anexo al Monumento del General San Martín en la plaza homónima de nuestra ciudad. A ello se suman actos de vandalismo cada vez más recurrentes e irreversibles: de las pintadas con aerosoles a los grafitis con elementos punzantes que cubren superficies enteras de esculturas, o daños significativos de piezas. Ejemplos evidentes fueron la rotura de los brazos y parte del manto de la escultura de "Diana y Endimión", en el Parque, y la pintada del Monumento a la Confraternidad Hispano-Argentina de la plaza España; ambos en 2005.

Para contribuir a combatir estos flagelos, además del compromiso de denunciar cuando se pueda estos ataques, es bueno atender a las recomendaciones internacionales. Entre las últimas exhortaciones se encuentra una declaración de la Unesco de 2003, tras la trágica destrucción de los Budas de Bamiyán (Afganistán), que señala la profunda preocupación por el incremento de actos vandálicos y destaca la importancia del patrimonio como componente de la identidad cultural de los pueblos.

Localmente, la Dirección de Patrimonio realiza acciones tendientes a la conservación, puesta en valor y concientización del patrimonio cultural mendocino.

Sin embargo, es fundamental el papel que deben desempeñar la educación, las instituciones culturales y la sociedad en general. Es la escuela el ámbito en el cual se debe formar conciencia sobre la importancia de preservar los bienes culturales, respetar la diversidad, la pluralidad y propender a la inclusión social.

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