En medio de los diferentes problemas sociales y económicos que están en la realidad cotidiana de los argentinos, podría parecer superfluo preocuparse por el patrimonio arqueológico, que en principio no entraría en las prioridades y urgencias del momento actual.
Pero, no es así porque proteger y defender el acervo patrimonial nacional, y en especial el de la provincia, es una necesidad imperiosa para reconstruir nuestro pasado.
El saqueo y la destrucción de yacimientos arqueológicos y paleontológicos y el vandalismo provocan la pérdida de esos antiguos testimonios y nos cierran los caminos hacia una reconstrucción de las circunstancias, modos de vida y cultura de nuestros antepasados.
Los ejemplos de abandono y desprotección en el país son diversos y lamentables, como la disminución de las riquezas de los menhires del valle de Tafí o en las ruinas de Quilmes, sitios ambos de Tucumán, o lo ocurrido en Campo de Pucará (Catamarca) o en la cueva de las manos en el valle del río Pinturas (Santa Cruz).
Mendoza también posee sitios valiosos que tendrían que estar amparados y en buen estado. Uno de los puntos arqueológicos más importantes del territorio es el cerro Tunduqueral, a 7 kilómetros de la villa cabecera de Uspallata. Lamentablemente, es uno de los escenarios más afectados y sus increíbles petroglifos (grabados rupestres) de hasta 6 mil años de antigüedad, incluso de antecesores de los huarpes, no pueden sustraerse al latrocinio y el pillaje. El año pasado esos diseños simbólicos, de sencilla belleza, fueron grafiteados.
Por eso hay una campaña en la que están involucrados profesionales de la arqueología, instituciones de investigación y organizaciones civiles para que el distrito de Uspallata sea declarado como área protegida.
La intención no es de ahora, sino que arrancó en 2004. Pero todavía no se logra implementar los mecanismos legales, técnicos y de logística que permitan conservar ese ancestral legado.
Durante algunos meses, posteriores al referido ataque con pintura comercial, se reforzó la seguridad y vigilancia en el lugar, más teniendo en cuenta que es parte del Qhapaq Ñan (Sistema Vial Andino), inscripto desde hace un tiempo como Patrimonio Mundial de la Unesco-.
No obstante, la afluencia de excursionistas es permanente en la zona y así como muchos son respetuosos de este patrimonio, otros no lo son y sólo tienen como meta llevarse un “recuerdo” cuando no es incurrir en un daño intencional.
Para ello estos excursionistas que terminan siendo vándalos, se aprovechan de los horarios en que los encargados de custodiar no están o se encuentran brindando información a los visitantes y no están en sus puestos. Es entonces cuando este tesoro arqueológico queda en situación de vulnerabilidad.
La declaración que se solicita también sería una valla de contención contra cualquier hipotético proyecto minero en la zona (en ese distrito estaba previsto el emprendimiento cuprífero San Jorge, que nunca llegó a ejecutarse).
Según resaltó un referente de la zona, Federico Soria, miembro de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Uspallata y técnico en Administración de Parques Nacionales, los requerimientos de resguardo a través de una ley provincial fueron también elevados al Instituto Nacional del Pensamiento Latinoamericano, pero sin conseguir repercusiones en ese ámbito. Lo cierto es que este valioso sitio de Tunduqueral está exactamente igual y falto de protección.
Entonces, se requieren acciones concretas que coordinen estos esfuerzos y desemboquen en una legislación de área protegida, que incluiría no solo a Uspallata sino además a Polvaredas.
Por otra parte, a través de la educación debe lograrse que la población valore los bienes arqueológicos, para que cada persona, desde joven, los sienta suyos y los preserve para el momento y para las generaciones futuras.