A mediados del siglo XX, investigadores como Carlos Rusconi, que fuera director del hoy Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas J. C. Moyano, realizaron una importante tarea de relevamiento y registro arqueológico en el Valle de Uspallata.
De los estudios de Rusconi, por ejemplo, surgió el reconocimiento arqueológico de los denominados “Potreros” de la Uspallata de entonces, como “La Colonia”, “Del Canal” y “De Oro” - “La Chanchería”, entre otros. Registró así materiales y restos humanos de varias épocas, que supo describir y publicar en, por ejemplo, ediciones periódicas, como la revista del Museo.
Años después, con la llegada del Dr. Juan Schobinger a Mendoza, haciéndose cargo de la cátedra y del Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, se produjo una nueva etapa de los estudios arqueológicos en Uspallata, participando en los mismos el primer autor de esta nota.
De esa época, segunda mitad del siglo, fueron las investigaciones en el sitio Uspallata Usina Sur, que albergaba inhumaciones con ajuar, que incluía piezas de bronce y dataría posiblemente del siglo X de la Era, los estudios de grabados rupestres en el C° Tunduqueral, las excavaciones en el Tambo de Tambillitos y, entre varios más, las prospecciones en el antiguo potrero de La Chanchería.
Este último había sumado a sus usos agro-pastoriles, la instalación de las construcciones y áreas de servicio del Gran Hotel Uspallata, por lo que su prospección era más compleja, no obstante lo cual, al igual que en los otros sitios, se rescataron materiales que se resguardaron y estudiaron en el citado Instituto, lográndose resultados que fueron publicados en ediciones científicas locales, nacionales e internacionales.
La época fue propicia asimismo para que el primer autor de esta nota sumara a su participación en los estudios mencionados, ampliarlos hacia el norte, alcanzando San Alberto, Tambillos, Yalguaraz, Paramillos y áreas circundantes, avanzando asimismo investigaciones en el corredor andino, camino a Las Cuevas.
Finalmente, centrados más específicamente a los estudios de las poblaciones del tardío local y la dominación incaica, se adelantó el conocimiento al respecto, pudiéndose aportar en la preservación y valorización cultural de sitios del Valle, como los tambos y lugares con arte rupestre, participándose activamente en la última década de los tiempos actuales, para alcanzar primero la nominación y finalmente la inclusión en la Lista del Patrimonio Mundial de Unesco, tramos del sistema vial, Qhapaq Ñan, del norte de Mendoza y de sitios con arquitectura asociada -tambos y sitios ceremoniales de altura-.
En ese contexto general de trabajos se sumó la participación de la segunda autora de esta nota quien, como becaria del Conicet, desarrolla su tesis doctoral con investigaciones sobre el yacimiento La Chanchería, aplicando metodología y técnicas de estudio, novedosas y adecuadas a las actuales condiciones del lugar.
Justamente este yacimiento se halla reducido últimamente, no sólo por las antiguas implantaciones agrícolas sino asimismo por los usos como los del señalado hotel y por el avance poblacional, que se traduce en la conformación de barrios, como el denominado Villa Clarita.
Se imponía por lo tanto la necesidad de las investigaciones que devienen en una especie de rescate patrimonial, a la vez que avanzan con hipótesis contrastables con la persistente evidencia de terreno y relacionadas con el papel del lugar como asentamiento de poblaciones locales que soportan la dominación incaica y a la vez fungirían como enclave para la relación inca con las poblaciones del Valle.
El yacimiento fue reconocido como relacionado con ese período, habida cuenta de la proliferación de cerámica incaica en el mismo.
Dedicados a su estudio, en acuerdo con colegas de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNCuyo que desarrollan sus investigaciones en el Valle, avanzamos en las prospecciones intensivas del área y con excavaciones, sondeos exploratorios, que nos permitieron reconocer elementos, principalmente cerámicos, en superficie y también en posición estratigráfica, que indican dos momentos de ocupación de ese espacio.
Uno de ellos, más antiguo, con cerámicas de superficies grises, con o sin decoración geométrica grabada, propia de los tipos que en general se reconocen en el norte y centro de Mendoza como de la Cultura de Agrelo, mientras que los más recientes ofrecen tipos cerámicos de superficie naranja, con decoración geométrica pintada que, usando igualmente símiles regionales, refieren a culturas arqueológicas como la denominada Viluco, Viluco-Inca e Inca.
Siete dataciones absolutas, por termoluminiscencia, apuntalan estas apreciaciones, desde que se diferencian claramente en cronología, para las cerámicas grises, del siglo XIV y principios del XV dC, y para las cerámicas naranjas, de fines del siglo XV y principios del XVI.
En estos días, el avance de las necesidades poblacionales y de los servicios concomitantes, hacen que el sector remanente del yacimiento -con menos incidencia de modificación por acción humana- pueda ser incidido en parte por obras necesarias y que deberían ser precedidas por estudios de impacto y, en su caso, de incentivos del rescate arqueológico.
Si bien en parte ya hemos avanzado en este último sentido, estamos en relación con el citado grupo de investigación colega para mancomunar esfuerzos para esta necesaria prevención.