Quizá el fenómeno más significativo incorporado durante el gobierno de Cambiemos a la política de nuestro país sea la voluntad y capacidad de negociación entre los distintos sectores de la vida política, social, económica del país. Años de enfermo y penoso autoritarismo han dejado en nuestra cultura la idea de que la negociación es debilidad y que el poder es la imposición.
La política en el mundo civilizado, democrático y republicano es lo contrario. Es negociar, ceder, acordar en procura del interés general, aunque ese interés general, por ahora, esté constreñido a los sectores que negocian; es el comienzo de un proceso que nos lleve a eso que desde la antigüedad griega se denomina el bien común, concepto que excede el bien de cada uno, es el bien de la mayor parte sin perjudicar a otros. El bien que construye, lenta y laboriosamente, una sociedad mejor, una sociedad que deja atrás la idea -encarnada en amplios sectores- de que ganar debe hacerse a costa de otros... no al esfuerzo inteligente -aunque no necesariamente generoso- de negociar en beneficio de todos, aunque nunca lo sea en las mismas proporciones.
Esto es lo que afortunadamente parece haber ocurrido con el denominado acuerdo para poder reflotar el yacimiento de gas y petróleo no convencional de Vaca Muerta, descripto y analizado en el suplemento de Economía de este diario del domingo 15 del corriente.
El yacimiento de Vaca Muerta ubicado en la cuenca petrolera neuquina -pero que también toma porciones del territorio mendocino y pampeano- había despertado esperanzas, algo así como el “vellocino de oro”, un lustro atrás. La caída de los precios internacionales de los hidrocarburos, más los errores de la política del gobierno anterior, terminaron eclipsando la gran esperanza. La exploración y explotación de Vaca Muerta no se paralizó, pero fue languideciendo abrumada por las políticas de gobierno, por normas laborales, impositivas, costos de transporte. Pero sin duda fue la inseguridad jurídica sobre el horizonte de cuantiosas inversiones que requieren largos años de maduración para quienes las realizan.
Ahora se ha dado un gran paso en una negociación que puede resultar ejemplar para la economía del país, en la que han participado todos los integrantes en la actividad, los Estados nacional y provincial, el sindicato de petroleros especialmente, las empresas petroleras. Uno de los factores, no el único, que trababa las inversiones era la rigidez del convenio laboral que imponía tanto en exploración como en la explotación, costos elevados y desaliento a las inversiones. El sindicato petrolero aceptó una negociación inteligente, encabezada por el secretario General y diputado nacional Guillermo Pereyra. Las modificaciones más importantes en el régimen laboral han sido la eliminación de las denominadas “horas taxis” por las cuales la jornada laboral se consideraba iniciada cuando el trabajador salía de su domicilio. Esta medida y la reducción de la cantidad de operarios por pozo mejoran la productividad del trabajo. La jornada laboral quedó establecida en ocho horas de lunes a viernes, un régimen de un día de trabajo por uno de descanso, antes era uno por dos. También se ha incorporado el criterio de multifuncionalidad y el trabajo nocturno con luz artificial.
El gobierno del Neuquén se ha comprometido a no aplicar nuevos impuestos a la actividad y el gobierno nacional ha establecido los precios del gas u$s 7,50 por millón de BTU durante 2018/19 y luego bajará a 6,50. Las empresas, con estos precios, se comprometen a acelerar e incrementar las inversiones, ya que las medidas permiten una reducción significativa del costo por pozo, que estaría en los ocho millones de dólares, mientras en los yacimientos no convencionales de EEUU ronda los seis-siete millones, pero la productividad de los pozos argentinos es mayor.
Hemos dicho en esta columna al analizar la cuestión laboral que los convenios tienen 40 años, el mundo económico y tecnológico en ese lapso ha cambiado notablemente, es necesario aceptarlo y adecuar las normas tanto para los trabajadores como para las empresas. Lo ha dicho muy claramente el secretario del sindicato: “Si nos mantenemos rígidos, los recursos quedarán bajo tierra y nadie vendrá a invertir”. A la vez desde el Gobierno se entusiasman con llevar la experiencia otros sectores.