Recientemente fue celebrada la aprobación, por parte del gobierno de Tailandia, de un protocolo fitosanitario para importar uvas (y cerezas) argentinas. Sin embargo, la producción de variedades para consumo en fresco ha ido cayendo y diversos productores vitícolas coinciden en que es difícil alcanzar los estándares de calidad y los volúmenes que requieren los países del sudeste asiático. La mayor parte de lo que hoy se produce en la provincia se destina a consumo interno y el principal destino de exportación es Brasil.
Datos del INV muestran que entre 2010 y 2018, en la provincia de San Juan al superficie cultivada se redujo en 37 hectáreas pasando de 9.998 hectáreas a 9.961 hectáreas. En tanto en Mendoza en ese mismo periodo se registraron 78 hectáreas más. Lo cierto es que los empacadores aseguran que varias de estas hectáreas ya no están en producción y que aún figuran los padrones del organismo nacional. Además, sostienen que, en los datos oficiales variedades como Patricia y Aconcagua que son tomadas para elaboración de uva en fresco, en realidad, la mayoría de ellas son destinadas a la producción de jugo de uva concentrado (mosto). De allí la queja sobre la caída de la superficie cultivada efectiva que se destina a uva en fresco.
Damián Sánchez, productor, empacador y exportador de uva en fresco, comentó que en los últimos 10 años ha decrecido la exportación de uvas de mesa, de los 5 millones de cajas anuales en 2010 -entre San Juan, la principal productora, y Mendoza-, a las 400 a 600 mil actuales. Los inconvenientes, detalló, comenzaron cuando el dólar quedó "congelado" y la inflación rondaba el 25% anual, lo que les significó una caída de la rentabilidad que los llevó a perder mercados internaciones. Entonces, agregó, se quedaron con el interno pero, como no podían vender toda la producción, se perdieron algunas hectáreas y varios productores se fueron a la vitivinicultura u otros cultivos.
Entre 2013 y 2014, en tanto, Brasil les exigió el bromurado de la fruta (un tratamiento para evitar la propagación de plagas), lo que en la práctica les implica una barrera paraarancelaria. No sólo por el costo adicional, sino porque una vez que se realiza el procedimiento se debe vender rápidamente la uva, con lo que pierden capacidad de negociar, y, como llega deshidratada, al vendedor en destino también se le reduce el plazo para comercializar. Esto impactó en el decrecimiento de las exportaciones.
Sánchez indicó que en la actualidad hay poca producción y no es de buena calidad, porque como la situación ha sido complicada para la agricultura en general en la última década, los productores perdieron rentabilidad y no han podido invertir en los viñedos. En este sentido, destacó que necesitan entre 2 y 4 años para recuperar esa calidad, ya que no se trata, como en el caso del tomate, la cebolla o el ajo, de un cultivo intensivo que se pueda mejorar en unos pocos meses.
El productor resaltó que las uvas de mesa requieren de 15 curaciones más que las que se usan para vinificar y necesitan mano de obra intensiva -tres veces más- para la poda, raleo y forma del racimo. Por otra parte, es imprescindible contar con malla antigranizo y el costo de su colocación es de 500 mil pesos por hectárea.
También consideró que la calidad que hoy se produce en la provincia sólo permite abastecer al mercado interno y a Brasil, pero no a otros como Europa y el sudeste asiático. La merma en el volumen también genera que los precios en la verdulería o el supermercado sean altos, ya que la fruta escasea.
Diego Salvarredi, quien se dedica a la producción y comercialización de uvas frescas con su empresa familiar, coincidió en que competir en ciertos mercados internacionales es difícil, ya que no se alcanzan volúmenes significativos y en la provincia se cultivan variedades tradicionales -como Red Globe, Crimson y Moscatel rosado-, mientras el mundo pide otras nuevas, sin semilla. Aunque mencionó que el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) ha desarrollado unas novedosas, señaló que aún están en etapa de prueba y se debe analizar el comportamiento post cosecha.
También comentó que unos años atrás exportaban a pérdida para mantener los clientes y cumplir con los acuerdos, porque valía más la caja en el mercado interno que afuera. Y si bien ahora mejoró el panorama por el valor del dólar, el gobierno impuso las retenciones.
A punto de viajar para asistir a una feria en Madrid, Salvarredi opinó que Tailandia no es un mercado tradicional para las uvas mendocinas, por lo que no tienen contactos, y que, por el contrario, hace tiempo reclaman protocolos fitosanitarios con países como Ecuador, Colombia y México. Esto, porque no sólo están más cerca, sino que, además, le venden fruta a Argentina.
Asimismo, adelantó que Brasil ha modificado el protocolo de ingreso de uvas frescas y están aguardando información por parte del Senasa. Y señaló que esperan que se pueda mantener este mercado, sin importar lo que suceda en materia política, en función a los rumores sobre un posible cierre.
Rodrigo Espíndola, ingeniero agrónomo jefe de la Agencia de Extensión Rural Caucete (San Juan) del INTA, lanzó que Argentina llegó al auge exportador de uva en fresco en 2008 y, diez años después, destruyó el mercado de exportación por no poder cumplir con los estándares de calidad. Esto, debido a que la coyuntura económica dificultó la ejecución de labores culturales -desbrote, deshoje, raleo de racimos- que demandan una gran cantidad de mano de obra, que es cara y escasa.
Y si bien reconoció que actualmente la relación cambiaria es favorable, también advirtió que es muy difícil recuperar un mercado una vez que se perdió, porque Argentina desapareció de los rankings internacionales.
En cuanto a la uva de mesa que se produce en San Juan, detalló que se destina al mercado interno -Buenos Aires, Córdoba y Rosario- y una fracción mínima sale a Brasil. Espíndola explicó que Mendoza ganó el sur del país, además de que los locales han empezado a producir algunas variedades que se adaptan al clima.
La principal productora de uva para consumo en fresco y pasas es San Juan, y Mendoza participa con un 14% de la producción nacional, según datos del Instituto de Desarrollo Rural. El ingeniero del INTA acotó que la superficie cultivada en la vecina provincia no se redujo, sino que cambió su destino a la producción de pasa de uva y se renovaron algunas variedades, por lo que se reemplazó parte de la red globe por otras sin semilla.
Y agregó que algunos productores siguen apostando a vender uvas primicia o tardías en el mercado interno, porque no coinciden con la oferta más extendida.
Expectativa
El presidente de la subcomisión de uva en fresco, pasas y frutas frescas del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, Alejandro Tagarot, sin embargo, tiene otra mirada sobre las posibilidades que ofrece Tailandia. Comentó que ve más factible ingresar a ese mercado que competir con Chile, que ya ha avanzado en diversos sentidos (volumen, logística, calidad), en China.
Es que estimó más probable poder ingresar en Tailandia con volúmenes inferiores y con las variedades tradicionales que se producen en Argentina; aunque opinó que para seguir en el negocio hay que pensar en reconvertir. También coincidió en que en los últimos 10 años se ha perdido un porcentaje significativo de superficie cultivada.
Pero a su vez planteó que, con la falta de previsibilidad en las reglas de juego, es muy difícil planificar a 10 años, que es el mínimo ya que para llegar a la producción plena de un nuevo viñedo hay que esperar 5. Y lamentó que haya un gran desánimo en el sector y se corra el riesgo de que se pierda el "know how" para hacer uva de mesa, de productores que se han capacitado, asistido a ferias internacionales, traído información, y hoy se quieren apartar del rubro.
También el director del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, Mauro Sosa, consideró una buena noticia la apertura de nuevos mercados, al tiempo que señaló que habrá que ver cuáles son las condiciones de ingreso. Sobre todo, resaltó que el sector de uva en fresco viene en "caída libre" desde hace varios años y que sería importante que se ofreciera un tratamiento impositivo diferencial para potenciar las exportaciones.
Por su parte, el director de ProMendoza, Mario Lazzaro, opinó que, con el protocolo sanitario con Tailandia, se abre una alternativa para la diversificación de la viticultura, aunque añadió que el sector se ha reducido, ya que hace 10 años Mendoza era un actor importante en la exportación de uva en fresco, mientras hoy quedan unos pocos exportadores.
Esto, porque se trata de una producción que requiere una inversión importante en mano de obra para preparar la planta primero y el racimo después, como también la instalación de malla antigranizo para proteger la fruta.
Lazzaro mencionó también que hay una sola planta habilitada en la provincia para realizar el bromurado, lo que limita la posibilidad de decidir por parte de los exportadores, por lo que sería clave que hubiera en los empaques, para poder reducir el costo. De ahí que indicó que hay una serie de modificaciones que deberían hacerse en la cadena de operaciones para encarar esos mercados, que son importantes ya que el sudeste asiático supera los 600 millones de habitantes.