Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Tomás Moro era una incongruencia, porque ni tomaba ni era moro. Pero más incongruencia aún porque esbozó el concepto de “utopía”.
Tomás perdió la cabeza por su rey Enrique XVIII el que le hizo el filo a Ana Bolena y algo más que el filo. Ana Bolena debió ser una mujer espectacular como para que su rey se atreviera, por ella, a inventar una nueva religión. Tomás Moro se opuso y Enrique lo mandó a decapitar, lo que significó, para Tomás, una muerte segura y definitiva.
Utopía es algo imposible. Un propósito, un deseo, un plan, que no tiene posibilidades de concretarse y el concepto es bueno si se mezcla en el impulso de una juventud que quiere cambiar el mundo, en un conjunto de personas que busca la perfección, en un país que propugna para sí un porvenir de felicidad para todos. A veces, muchas veces, no importa alcanzar la meta, tratar de alcanzarla ya es abnegado.
Pero lo dicho: una utopía es algo imposible de concretar. Vamos a poner ejemplos: imposible es que, al menos por un día, nadie use teléfonos celulares, absolutamente nadie; un imposible es que Bauza lo convoque a Maradona; un imposible es que la vaca coma chocolate y le puedan ordeñar submarinos; un imposible es que Francisco se haga rabino; que todos los japoneses sean pelirrojos y que el cruce a Chile se haga en cinco minutos.
El gobierno actual de nuestro país se ha puesto una meta: pobreza cero. Eso es, sintéticamente, una utopía. No existe país en el mundo que no tenga pobreza, aún los más cómodos, económicamente hablando. La encontraremos en los subtes y trenes suburbanos de NewYork; en muchos barrios de los alrededores de París (Francia tiene 13 por ciento de sus habitantes bajo la línea de la pobreza; en algunos barrios endebles de Dubai, como Sonapur; y aún en poblaciones rurales de Alemania. Matemáticamente, “Pobreza cero” significa ni un solo pobre. Difícil que el chancho chifle y más difícil que la chancha lo aplauda.
¿Qué está diciendo el gobierno con “Pobreza cero”? ¿Es una parte de su relato? ¿Es una expresión de deseo? ¿Es un propósito que tiende a alentar, a crear confianza y simpatía, y nada más que eso? Tal vez sea algo de lo dicho pero, en todo; caso es una utopía.
Ahora bien, en tren de suponer, supongamos que pueda ser posible. Que nos diga cómo lo va a lograr, porque si lo declama, debe tener un plan, un camino a seguir, para conseguirlo.
¿Cuál es su táctica y su estrategia? Bien no sabemos. Por ahora, y creo que por mucho tiempo, sino por todo, la pobreza cero es una declamación, un desborde del optimismo, una propuesta que no puede convencer a nadie que sepa, que comprenda cómo son las cosas en este mundo. No me digan que van a subir el Aconcagua reculando y en chancleta, por favor.
En un país que tiene más del 30% de pobres, como el nuestro, eliminar la pobreza aparece como un objetivo increíble. Entonces el slogan se transforma en un disparate. Claro, decirlo no cuesta nada, es lindo, suena bien. El problema es que alguien se lo crea, eso ya cuesta un poco más.
Al parecer Tomás Moro perdió la cabeza, pero su utopía sigue rondando la cabeza de muchos. ¡Cuidado gobierno! porque a veces las propuestas grandilocuentes huelen a promesas desmesuradas y muchas veces, sino todas, las promesas desmesuradas terminan siendo una mentira.