Uno de los argumentos que mueven al gobierno nacional a recoger opiniones para ir dando forma a la propuesta de suspender las PASO 2021, se apoya, justamente, en la incertidumbre sobre cómo se encontrará la Argentina para agosto de 2021 en materia sanitaria.
Es obvio, que se teme por una lenta retirada del virus y, como consecuencia, el mantenimiento de los contagios.
Cabe preguntar entonces qué ocurriría si el virus siguiese haciendo estragos más adelante, incluso, en el tiempo de las elecciones generales.
El otro argumento es el de la situación de las cuentas públicas en el país, puesto que el proceso electoral de las primarias requiere alto costo en un año en el que será casi inevitable la aplicación de un plan de ajuste como consecuencia del deterioro económico al que condujo el coronavirus.
En este punto habría que preguntar si los gastos de las primarias son mayores a otros que, se sabe, son crónicos dentro del sistema político y que permanecen enquistados.
Desde su puesta en marcha, en 2011, no es la primera vez que las PASO están en la mira en la Argentina.
Hace poco menos de un año el gobierno de Mauricio Macri ensayó una movida para eliminarlas del calendario electoral 2019 por entender que resultaban un gasto inútil para el país no existiendo competencia interna prevista en ninguna de las fuerzas inscriptas en esa oportunidad.
Hubo críticas y por eso las autoridades de turno decidieron retirar la propuesta porque ya se encontraba en marcha el proceso electoral y resultaba grotesco cambiar las reglas de juego. Además, ya se vislumbraba que la Justicia Electoral no convalidaría la iniciativa.
La Constitución Nacional establece claramente que se requiere de una ley aprobada por una mayoría especial de miembros de ambas cámaras del Congreso para toda modificación del régimen electoral nacional.
En este caso, si bien el oficialismo cuenta con buena presencia en ambos cuerpos, el inevitable debate de ideas podría dejar en evidencia cualquier intención mezquina que pudiese contener la propuesta.
Es real que en muchas oportunidades el aporte a la democracia de las elecciones PASO fue muy relativo.
Principalmente en el ámbito nacional resultaron escasas las contiendas dentro de los partidos o frentes para dirimir candidaturas con el voto de la ciudadanía independiente.
Posiblemente haya que atribuir esa realidad a la decadencia de las agrupaciones partidarias como generadoras de corrientes de opinión y formadoras de dirigentes. Predominan los individualismos sobre las estructuras.
Mendoza, justo es reconocerlo, ha sido una saludable excepción desde que aquí se realizan primarias provinciales.
Ese predominio de los liderazgos puntuales sobre el debate de ideas en el seno de los partidos es lo que debe alertar ante cualquier propuesta como la que está gestándose en el gobierno nacional y entre legisladores afines.
La eventual prolongación de la pandemia y el costo de la política, como argumentos, pueden dejar paso al fortalecimiento de estrategias de hegemonía siempre peligrosas para la calidad institucional que se pretende. Y para la oposición, a una dispersión que termine fortaleciendo a quienes tienen el poder.
Tal vez más que una suspensión, las PASO justifiquen un debate serio sobre su utilidad y su continuidad o no.
En ese caso resultaría importante que las fuerzas políticas se convocasen para un debate serio y profundo, alejado de la coyuntura y las urgencias del poder de turno. Porque si las primarias no sirven como tales, la culpa es de los dirigentes.