La usurpación de terrenos

En las últimas semanas se han multiplicado las informaciones que dan cuenta de la ocupación de terrenos en distintos lugares de la provincia. Un hecho que suele presentarse siempre cerca de las elecciones y que afecta tanto a tierras privadas como del Est

La usurpación de terrenos

Suele ocurrir siempre en las cercanías de las elecciones. Familias que no cuentan con vivienda suelen ocupar ilegalmente terrenos, ya sean privados o públicos, instalándose precariamente a través de construcciones de cartón o nylon, exigiendo entonces una solución habitacional de parte del Gobierno o bien “adquirir” los lotes para lo cual ofrecen mínimas cuotas mensuales.

Durante las últimas semanas, las crónicas se han ocupado de numerosas ocupaciones de terrenos, tal como sucedió en Luján, con unas tierras aledañas a las vías del Ferrocarril, en Perdriel; se repitió en Maipú y luego sucedió lo mismo en San Rafael, en un descampado existente en el sureste de la ciudad.

En todos estos casos, se trata de tierras de propiedad de particulares, pero lo mismo ocurre con los terrenos públicos como la villa que se ha instalado en lo que en su momento fue la playa de maniobras que el Ferrocarril San Martín posee en pleno centro de la Capital o lo que está pasando en la ex estación Rodeo de la Cruz, donde lo que comenzó con algunas construcciones precarias se fue extendiendo y alcanzando inclusive a algunas propiedades particulares.

En estos dos casos ya no se trata de viviendas de cartón o nylon, sino de construcciones de ladrillo, por lo que resultará muy difícil su erradicación.

La mayoría de las veces, se trata de gente a quienes les resulta imposible acceder a la vivienda propia, pero también debería señalarse que en algunas ocasiones, quienes residen precariamente proceden a “vender” esas viviendas cuando resultan adjudicatarios de una unidad otorgada por el IPV. Es más, se dan situaciones en que la vivienda vendida es la que les otorgó el Gobierno para volver a ocupar la que poseían en la villa.

Sucede que el crecimiento de la población no se condice con la cantidad de viviendas que se construyen, por lo que las necesidades habitacionales se multiplican a nivel exponencial. Las villas inestables en la provincia surgieron a mediados de la década de  los ‘60, cuando las familias comenzaron a instalarse precariamente hacia el noroeste de la ciudad, en lo que es hoy el barrio San Martín.

Se trataba de personas de escasos recursos que en su gran mayoría habían dejado las zonas rurales en la búsqueda de mejores condiciones laborales. No existió en aquella época -falencia que aún se mantiene- un plan de contención o una estrategia que llevara a que la gente se quede en sus lugares de origen y la solución a la que se acudió fue la de comenzar con la construcción de barrios destinados a la “erradicación de villas inestables”. La gran ciudad se amplió, pero no creció en la misma proporción la oferta laboral.

De no alcanzarse una solución en los casos mencionados, se corre el riesgo de que suceda lo que pasa en Capital Federal, donde las villas crecieron en tal proporción que resultó imposible erradicarlas. Sucede en la Villa 31, en la zona de Retiro, donde los terrenos tienen un valor incalculable pero que la situación llegó a un punto que obliga a las autoridades a brindarles los servicios, incluyendo las mejoras en la urbanización, razón por la cual la instalación de las familias es prácticamente definitiva.

Otro de los aspectos a considerar se da con la inseguridad. Por la misma conformación de ese tipo de villas y lo intrincado de sus pasillos, suelen convertirse en lugar ideal para los que buscan un refugio por tener problemas con la ley. A las fuerzas del orden se les dificulta, por los problemas planteados, el ingreso al lugar, a lo que hay que sumar que en muchos de los casos reciben agresiones de parte de los habitantes del lugar.

No se trata de un problema de fácil solución. Hacen falta fuertes inversiones para construir viviendas y así cubrir las necesidades actuales. Pero hay que comenzar lo antes posible. De lo contrario se corren riesgos de que se repitan las ocupaciones de terrenos, de que crezcan las villas inestables o que las ahora precarias viviendas se conviertan en construcciones permanentes.

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