"Golpeo el suelo con la planta de los pies y la vida me
sube por las piernas, me recorre el esqueleto, se apodera
de mí, me quita la desazón y me endulza la memoria"
Isabel Allende
Camino por los jardines de Keukenhof. Mis ojos se van llenando de colores. Variedad de flores distribuidas con armonía. Se destacan los tulipanes: rojos, amarillos, blancos, lilas, rosados. Árboles de diversas especies me gratifican con su sombra. Fontanas ubicadas con estrategia, derraman chorros de agua que el sol torna iridiscentes.
Observo varias estatuas. Pero ésta me atrapa. Apoyada en el tronco grueso de un pino y rodeada de ligustros, una pareja se estrecha en un abrazo amoroso. Se besan. Él le toma un muslo. Lo acaricia con delicadeza. ¡Vaya a saber cuánto tiempo llevan así! No les importa la mirada de los paseantes. El amor verdadero enajena. ¡Felices ellos! Y continúo clavada allí. ¿Cuál será su historia? ¿Se están amando a hurtadillas? ¿Viven un amor sin contratiempos? ¿La vida los quiere separar?
Soy toda incógnita. El dolor me obnubila. ¿Estoy frente a una estatua o a un hombre y una mujer de carne y hueso? ¡Qué importa! Yo, tratando de superar la partida de mi amado. Yo, que hice lo imposible por ganarle al mal que lo aquejaba. Yo, que ciega a eso que llaman designio, me revuelco en la desesperación. Yo, decido usurpar el lugar de esos amantes. Desde ahora somos "nosotros".
(*) Especial
