Ushuaia: secretos de Finisterre

Sobrevuelo en helicóptero, excursiones embarcadas y paseos en tren, para reconocer el trazado del territorio más austral.

Ushuaia: secretos de Finisterre
Ushuaia: secretos de Finisterre

"Ushuaia es famosa por tener las cuatro estaciones en el mismo día. Sol, viento, lluvia, nieve. Mucha gente se queja por el tiempo, pero no hay que lamentarse porque estamos en el fin del mundo y hay que esperar cinco minutos: todo puede cambiar. Si no son cinco minutos, será una hora", dice Alejandro Diz, guía local y oriundo de Buenos Aires. Diz, como la mayoría de los más de 56 mil habitantes que pueblan esta ciudad, vienen de otra parte. Aquí, los Nics (nacidos y criados) son los menos.

Ushuaia, según su nombre en lengua Yámana, el idioma de los indígenas que  habitaron estas tierras, significa la "bahía que mira al poniente". Hay que llegar preparado para que las excursiones se ajusten a las condiciones climáticas, sobre todo las navegaciones y sobrevuelos que pueden suspenderse.

Pero si el clima es adverso para aquellos, será tiempo de recorrer alguno de los tantos museos que condensa esta pequeña franja urbana contenida entre el agua  y las montañas, el canal de Beagle y la cordillera, la única ciudad argentina que se encuentra a ambos lados de los Andes, que aquí corre de este a oeste,  y no de norte a sur, para hundirse lentamente en el mar.

Desde el aire, sí se ve

Una perspectiva diferente para disfrutar del paisaje que no termina de comprenderse nunca, una buena orientación es desde el cielo: volando en helicóptero. Heliushuaia ofrece diversas alternativas de paseos. Los vuelos parten desde el antiguo aeropuerto, frente a la ciudad. El más corto, de unos quince minutos, despega en dirección oeste, y sobrevuela el canal Beagle: desde ahí se ve el  Monte Susana, enseguida vira al este  para avistar  la urbe, el Glaciar Martial, los montes Cinco Hermanos y el monte Olivia, el más alto de la región.

Un viaje más largo es el que entra en el valle Carbajal desde donde se ven las turbas, y la preciosa laguna Esmeralda para volver por el valle del río Encajonado, y de ser posible, antes de volver a la ciudad, aterrizar poco en el Cerro Le`Cloche para descender y llevarse en las retinas el mapa en mente y la  mejor panorámica del fin del mundo.

Navegar es tan preciso

La excursión en catamarán hasta la histórica Estancia Harberton, propiedad de los descendientes directos de la familia de Thomas Bridges, el primer misionero que llegó hasta aquí, el hombre que aprendió el idioma yámana y dejó un diccionario de la lengua autóctona, zarpa desde el puerto y, como señalamos, está sujeta a las condiciones climáticas.

La primera parte del paseo se navega por el archipiélago Les Eclairs, pasando por la isla de los Lobos y la isla Despard o de los Pájaros, donde anida el cormorán imperial. Un rato después, se avista la clásica postal fueguina: el inconfundible Faro Les Eclaireurs, que indica la entrada a la Bahía de Ushuaia. El recorrido continúa frente a la ciudad chilena de Puerto Navarino y luego se detiene en la isla Martillo, donde habita una colonia de pingüinos de Magallanes y unas pocas parejas de la exótica especie Papúa, un tanto más altos que sus primos, una rareza que vive en la región subantártica.

Las embarcaciones, en general, se detienen un rato pero no se puede descender. Quien quiera caminar por la pingüinera debe tomar una excursión terrestre hasta Harberton y desde ahí, cruzar a la isla para andar en territorio pingüino.

La Estancia Harberton fue entregada a Bridges por el ex presidente Julio A. Roca, quien otorgó al misionero veinte mil hectáreas en "cualquier lugar del territorio nacional", vaya oferta. El hombre eligió Tierra del Fuego, este sitio inhóspito y lejano, donde él se encontraba a gusto. Quería evangelizar a los nativos y enseñarles a cultivar la tierra. Harberton se convirtió entonces en la primera estancia de estos lares, declarada Monumento Histórico Nacional en 1999.

Durante las  visitas guiadas se relata vida y obra de los integrantes del extenso árbol genealógico del misionero más famoso de este territorio final. Mientras el visitante pasea por  los rincones de este lugar que hoy en día vive del turismo (lejos de los viejos tiempos  de esplendor ganadero, cuando la lana era el principal sustento), se entera de los antiguos modos de vida.

La naturaleza

"El parque fue creado para proteger el bosque subantártico. Es la única parte de Argentina donde vamos a encontrar bosque, montaña y mar, todo junto", explica Diz.  La mejor forma de conocer el Parque Nacional Tierra del Fuego, que ocupa 63.000 hectáreas y fue creado en 1960, es combinar el paseo en el Tren del Fin del Mundo, con una excursión que recorra los puntos principales si no se dispone de mucho tiempo. La vuelta completa lleva medio día.

Si hay tiempo, existen varios senderos para caminar y andar en bicicleta, navegar e incluso acampar en campings agrestes. Los circuitos del parque tienen grados de dificultad para todos los gustos: los más simples se encuentran en la zona de la Bahía Lapataia, el mirador y su vista panorámica; o la castorera, donde se ve el tremendo impacto y daño ambiental causado por esta especie introducida a principios de siglo.

Entre los de dificultad media se encuentran la Senda Pampa Alta, con vista panorámica del Canal de Beagle y el Valle del Río Pipo; o la Senda Costera, que atraviesa bellísimos bosques de canelos y guindos. Para subir los cuatro kilómetros hasta la cima del Cerro Guanaco, se necesitan cuatro horas de caminata y un buen estado físico, pero a cambio se obtiene una magnífica vista de la cordillera fueguina y los turbales, un rasgo característico del paisaje local.

Estas formaciones son típicas del paisaje austral: aquí se encuentra la mayor parte de los turbales de Argentina y el hemisferio sur. "Las turbas son sedimentos que no se descompusieron, que están en estado orgánico. Casi el 80 por ciento es agua, como una esponja", explica Alejandro Diz.

El Tren del Fin del Mundo es un confortable convoy que parece de juguete. Son varias formaciones con locomotoras a vapor y vagones reciclados, que emulan el recorrido de la época en que los presos llegaban desde el presidio hasta este paraje en busca de leña. El "invento"es de Enrique "Quique" Díaz, ex marino mercante que decidió "invertir en el proyecto de hacer un tren en 1994, cuando los ferrocarriles cerraban en Argentina". Quique está vestido de impecable uniforme y gorra, y es él quien corta los boletos de los cientos de turistas que pasan a diario.

"Soy el jefe de estación -asegura sonriendo-. Me traje un ingeniero de Inglaterra y construimos locomotoras a vapor y coches que repiten la historia del tren, de los presidiarios que estuvieron aquí hace más de cien años. Reconstruimos todo: vías, durmientes, la estación, los talleres".

El convoy recorre una parte del parque y en el trayecto una grabación que alterna en español, inglés y portugués, va narrando la historia. La formación se detiene en la cascada Macarena, con tiempo para subir hasta la caída de agua, hacer unas fotos y regresar para completar el recorrido que finaliza unos 40 minutos más tarde, en la estación del Parque Nacional, donde pega la vuelta. Para aquellos que siguen, las camionetas de las excursiones aguardan allí mismo, desde donde parten hacia el lago Fagnano y continúa por la RN3 hasta Bahía Lapataia.

Historia y cultura

Hay varios museos por aquí, y tres que resultan indispensables visitar. El Museo del Presidio (que junto al Marítimo forman parte del mismo complejo), el del Fin del Mundo y el Yámana. El del Presidio es el más renombrado y sirve para comprender mejor la historia local. La cárcel fue la piedra fundamental para poblar estos pagos, porque cuando no había nadie aquí y la idea de construir una prisión en la Isla de los Estados quedó trunca, erigieron ésta, que fue conocida por albergar presos "ilustres" como el anarquista ruso Simón Radowinsky -detenido por el atentado al jefe de policía Ramón Falcón-; el asesino serial conocido como el "Petiso Orejudo", y el primer multihomicida del país, Mateo Banks, alias el Místico. También fueron enviados a estas tierras gélidas muchos presos políticos, como Ricardo Rojas, entre otros. El edificio conserva algunas de sus partes intactas, como el Pabellón Histórico, y sectores restaurados con coloridas estatuas de los reclusos dentro de sus celdas.

Resulta interesante aprovechar las muy buenas visitas guiadas, que cuentan todo el proceso histórico del sitio construido en 1923 y cerrado definitivamente en 1947, donde los encarcelados eran castigados severamente, y obligados a realizar tareas forzadas al aire libre, muchas veces en cuero, causas que diezmaban su salud y acababan con sus vidas en muchos casos. En un patio externo hay una réplica del famoso Faro del Fin del Mundo, que se encuentra en la Isla de los Estados, mundialmente conocido por la novela de Julio Verne.

El Museo del Fin del Mundo fue el primero de Tierra del Fuego. Creado en 1979, resume la historia de la provincia, en una sala con vitrinas dedicadas a los nativos fueguinos, los exploradores, personalidades vinculadas a la historia local, testimonios de antiguos naufragios y una impresionante colección de 96 aves embalsamadas de las 198 especies que se pueden encontrar en el territorio fueguino. El edificio, de 1903, es una de las construcciones emblemáticas y pertenecía al ex gobernador Manuel Fernández Valdez hasta que en 1915 pasó a ser la sucursal del Banco Nación. El museo tiene un anexo que desde 2008 funciona en la Antigua Casa de Gobierno donde se realizan exposiciones itinerantes.

Por su parte, el Museo Yámana cuenta la historia de estos indígenas originarios de la zona, a través de maquetas a escala. Nómadas, vivían temporariamente en chozas de troncos y ramas y se desplazaban en canoas dentro de las que hacían fogatas para calentarse.

Cazaban lobos marinos cuya piel utilizaban para vestirse, y aprovechaban la carne y el aceite de las ballenas encalladas, con la que se embadurnaban para paliar el frío. Las mujeres se encargaban de bucear desnudas en las gélidas aguas en busca de moluscos para alimentarse pero ya no quedan yámanas: las epidemias que trajeron los colonos, los ejercicios de tiro de los exploradores y el envenenamiento de los loberos para explotación de esta especie, acabaron con ellos.

De los aproximadamente tres mil vivos cuando llegaron los colonizadores, pasaron a unos mil en 1890, y hacia 1910 ya no superaban el centenar. Hoy, apenas queda una mujer yámana en la Isla Navarino, del lado chileno.

Información

Dónde dormir 
Hotel Canal Beagle. Av. Maipú 547. hotelcanalbeagle@aca.org.ar/ www.hotelcanalbeagle.com.ar. 
Tel: 02901 - 432281 / 432303
Dónde comer 
Placeres patagónicos: Gobernador Deloqui 289. Tel (02901) 43-3798
Excursiones 
Heliushuaia: www.heliushuaia.com.ar
Tolkeyen: www.tolkeyenpatagonia.com/es
Tren del Fin del mundo: www.trendelfindelmundo.com.ar
Más info
www.tierradelfuego.org.ar/v4/
www.turismoushuaia.com
www.patagonia.gov.ar

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