Uruguay, Brasil, nosotros y la grave crisis del Mercosur

Más allá de las disculpas y perdones posteriores, las expresiones del presidente de Uruguay referidas a la presidenta de la Argentina no han hecho más que sincerar, con lenguaje campero, que las relaciones entre ambos países vecinos y hermanos son cada ve

Uruguay, Brasil,  nosotros y la grave crisis del Mercosur

La mala relación con Uruguay lleva varios años, la empezó Néstor Kirchner en el conflicto con la papelera Botnia y el piquete que por largo tiempo cortó el puente internacional de Gualeguaychú, que afectó a ambos países y tuvo el consentimiento del Gobierno.

Se agregaron luego las restricciones a las importaciones, el cepo cambiario que afecta las inversiones inmobiliarias y el turismo de argentinos en la vecina orilla. Tanto más grave fue el conflicto y las denuncias de corrupción referidas a la contratación del dragado del canal Martín García y la negativa argentina a participar en la planta regasificadora en el Río de la Plata.

Del lado del vecino tampoco faltaron restricciones a exportaciones de Argentina, como en su momento ocurrió con el vino. La también poco constructiva relación con Brasil -el caso Vale es un ejemplo emblemático- así como la postergada reunión de ambas presidentas para tratar las relaciones bilaterales y el citado caso en particular también confluyen en lo que parece el final de un Mercosur, que hoy no es más que una cáscara vacía.

La explicación de su largo fracaso es que los países que lo constituyeron -Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay- son esencialmente proteccionistas, rechazan el libre comercio internacional, la libertad de circulación de factores productivos, esencia de un mercado común. Esta entidad tuvo su origen en la década del 80 con los acuerdos entre Brasil y la Argentina, promovidos por los presidentes José Sarney y Raúl Alfonsín con una finalidad política que era crear una red de protección de las democracias de la transición frente a posibles golpes militares.

Durante el gobierno de Carlos Menen se firmó, se agregaron cláusulas económicas y se trató de orientar la creación en un sentido más amplio que el original, pero lejos estuvo que los integrantes tuviesen una vocación de integración y menos aún de realizar los sacrificios, económicos y políticos, que implica una construcción del tipo de la Comunidad Europea.

En el fondo subyacía, y subyace entre los socios, la idea de que el mercado que conformaban sería para aumentar el comercio entre ellos, pero creando altas barreras de protección del bloque hacia terceros países. Nunca se acordó un verdadero arancel externo común, inicio de una unión aduanera. Los grupos de presión, particularmente los industriales brasileños, han actuado bloqueando toda apertura que pudiera afectar sus mercados cautivos, por cierto acompañados por los gobiernos de turno.

Los problemas económicos de origen del Mercosur, especialmente las enormes asimetrías entre los países, se fueron agudizando, al igual que las divergencias de las políticas internacionales y económicas de cada uno de ellos. Agravadas por la suspensión del Paraguay por razones políticas de ocasión y por similares razones la incorporación de Venezuela.

En estas dos décadas Uruguay ha tenido crecimiento y estabilidad, aprovechando las buenas condiciones internacionales se convirtió en un importante exportador de carne y granos. Ha sabido atraer inversiones extranjeras directas, no pocas de argentinos. El caso del Brasil es más llamativo aún. La atracción de inversiones extranjeras y las mejoras en productividad han sido enormes, se ha convertido en una potencia económica mundial. Integra el llamado grupo Brics (Brasil, Rusia, China, India, Sudáfrica), grupo que ya goza de reconocimiento y está haciendo intentos de institucionalizarse, incluyendo la creación de un gran banco de inversión.

En cambio, la Argentina va en sentido contrario, es ya una molestia para los vecinos. Lástima que para nosotros, nos guste o no, sin una verdadera sociedad con Brasil, estamos solos en el mundo.

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