Los primeros días de calor hicieron encender las luces de alarma, pero no las amarillas de precaución sino las rojas de extremo peligro. Hubo importantes zonas de la provincia, especialmente en el Gran Mendoza, que prácticamente se quedaron sin agua potable, con el agravante de que el problema se mantuvo durante las 24 horas del día, razón por la cual parte de la población no logró ni siquiera llenar los tanques domiciliarios en horas de la noche.
Son varios los factores que se concatenan para que se haya llegado a la actual situación. En primer lugar, el crecimiento de la población no fue acompañado por las inversiones necesarias por parte de la empresa encargada de proveer el agua potable.
Las plantas potabilizadoras no dan abasto para poder cubrir la demanda, lo que provoca que sectores de la Sexta Sección, que nunca habían tenido problemas, ahora deban enfrentarlos, y los especialistas coinciden en señalar que la situación se ha complicado como consecuencia de la gran cantidad de emprendimientos que se han erigido hacia el Oeste de la ciudad. Es sólo uno de los tantos ejemplos que se multiplican a lo largo y a lo ancho de los departamentos más poblados.
El segundo inconveniente se relaciona con la necesidad de recuperar la cultura del cuidado del agua potable. Las campañas que se realizan desde el Gobierno son importantes pero no alcanzan los resultados esperados. Los mendocinos nos encontramos en los primeros lugares, en el mundo, en la cantidad de litros consumidos por habitante y ello responde sin dudas al hecho de que en Mendoza el agua se paga por una serie de variables que contemplan tipo de construcción, zona, años de antigüedad de la vivienda y muchísimos otros factores, pero de ningún modo por lo que se consume.
En todo el mundo -los mendocinos que viajamos asiduamente a Chile podemos comprobarlo- la gente mantiene un estricto cuidado del agua porque no se trata de un recurso de bajo costo. Lo grave del caso es que en la provincia años atrás se instalaron decenas de miles de medidores domiciliarios pero nunca se utilizaron. No se entiende por qué si la luz y el gas se abonan de acuerdo con lo que marca un medidor, no sucede lo mismo con el agua potable.
Hay un aspecto no menos importante que es necesario considerar. La ley de aguas determina que el consumo humano tiene prioridad absoluta, dejando en un segundo plano el riego agrícola. En ese marco, entonces, el derroche del líquido, por mal uso en las zonas urbanas, va en detrimento de lo que sucede en zonas rurales, no sólo para el consumo humano sino también para el riego de las fincas.
Debe considerarse en este plano que muchas fincas, especialmente las ubicadas en las cercanías de los centros poblados, han dejado de producir precisamente por la carencia del líquido.
El Departamento General de Irrigación ha advertido sobre la situación. Consciente de que el calentamiento global va a influir superlativamente sobre el clima y la cantidad de precipitaciones en la zona de la alta montaña, ha conformado un plan estratégico que contempla una serie de obras a concretar a los efectos de paliar o suavizar el problema para los próximos años. Una tarea similar deberían realizar los restantes organismos a los efectos de que se encare de manera conjunta un problema que comienza a agravarse cada vez con mayor profundidad.
La tarea se debe desarrollar de manera urgente porque la grave situación de una parte importante de la población es actual y se puede acrecentar en los próximos meses. A partir de allí, trabajar con miras a mediano y largo plazos y es ése el momento en el que, de una buena vez, comience a aplicarse el pago del agua de acuerdo con el consumo y se concreten las obras necesarias para evitar los desequilibrios actuales, entre las muchas medidas que pueden aplicarse.
