Se realizan hoy en nuestra capital, y por iniciativa del Colegio de Arquitectos de Mendoza, unas muy interesantes jornadas a propósito de la celebración del Día Internacional del Urbanismo, con el valor agregado de que también se rendirá un homenaje al arquitecto Jorge Alejandro Cremaschi, inquebrantable defensor de una ciudad en clave humana y celoso protector de los árboles.
Para introducirnos en el tema, recordamos algunas ideas del decano de los urbanistas argentinos y creador del Día Mundial del Urbanismo en 1949, ingeniero Carlos María Della Paolera: “El progreso urbano -sostenía el visionario profesional- no consiste en invadir ciegamente los terrenos con la edificación, sino edificar conscientemente donde corresponde después de haber asegurado la formación y la conservación del espacio en que debe dominar la naturaleza”.
Magnífico concepto, regla de oro que debería tenerse siempre a la vista cuando se planifica la construcción de barrios en el Gran Mendoza, especialmente cuando se avanza sobre el pedemonte; situación que nos parece, no ha sido resuelta de la mejor manera.
Pedía este hombre -y muchos otros especialistas han abonado su tesis y seguido sus pasos, como el recientemente fallecido Clorindo Testa- que había que facilitar la entrada del aire puro y del sol vivificante al interior de las viviendas y de los barrios que se crean. Y agregaba:
“Permitir que las viviendas de los seres humanos se amontonen desorganizadamente, en el
medio de las impurezas de un aire cargado de humo y gases deletéreos (insanos) y produzcan así ambientes antihigiénicos y nocivos (...) significa incurrir en un anacronismo que contrasta violentamente con el grado de adelanto al que ha llegado la civilización”.
Della Paolera, quien falleció en 1960, escribió estas consideraciones hace muchos años, pero el alerta que formulaba, la luz roja que encendió, no bastó y se cometieron muchos despropósitos; especialmente, y dentro de nuestra realidad mendocina, por ejemplo en la ocupación de tierras del oeste, tanto en Capital como en departamentos vecinos.
Precisamente ese tema, la descontrolada urbanización del oasis, es citado con un ejemplo de antiurbanismo y el mayor problema al que nos enfrentamos actualmente.
La tendencia actual a nivel mundial es la concentración de la población y la preservación del suelo agrícola, aunque sin confundir concentración con hacinamiento. La concentración genera ahorro de energía, no sólo por la reducción del uso de los vehículos particulares. También se reducen los gastos de acondicionamiento de las viviendas, tanto en invierno como en verano, y los jardines de las casas son reemplazados por espacios comunes verdes.
Por eso es trascendente que se realicen foros como el impulsado por el Colegio de Arquitectos. Tal vez de estas reuniones salgan las propuestas para repensarnos como comunidad de una zona árida, y se elabore un modelo transformador del ambiente, que hasta el día de hoy y pese a la gravedad de los conflictos que tenemos, es el que aporta una dosis relevante de calidad a nuestras existencias.
Para concluir este comentario, traemos al ruedo una cita- homenaje al hombre que se recordará en estas jornadas, el arquitecto urbanista y paisajista Jorge Cremaschi. Sostenía que la ciudad es “un sistema vivo, que no tiene entidad unitaria, pues se rehace cada día, y vive en la conciencia de cada ciudadano (… ) y cuya salud requiere una relación equilibrada y diversificada entre el espacio de vida de uso y el comportamiento de la sociedad”.
