Hasta 72 horas antes del 11 de agosto habrá una beligerancia insoportable de encuestas. Ya hay algunas y en todas, la dupla Macri-Pichetto está abajo del dueto Fernández-Fernández por entre tres y siete puntos.
El Gobierno lo sabe, es el que más paga sondeos. E incluso ya lo dialogó con banqueros y empresarios. E incluso avisó que también podría haber derrota parcial el 27 de octubre, cuando se dispute la general.
“Que haya confianza, la batalla final será la del balotaje. Ganamos”, le hizo llegar un ministro a los hombres de negocios que forman parte del grupo de Whatsapp “Nuestra Voz” que integran 256 hombres de negocios desde el 11 de junio.
Así de dispersos son los sondeos de los encuestadores. Por eso será clave lo que ocurra en las Paso de cara a la general. Una diferencia muy abultada de Alberto Fernández por sobre Macri podría complicar los planes de la Casa Rosada. El gran temor oficial es perder en primera vuelta, el 27 de octubre.
El Gobierno viene dando varias señales de su preocupación, y actúa en función de eso.
La primera reacción fue cambiar las reglas electorales, quitando colectoras y candidaturas múltiples, en abril, para golpear al peronismo.
La segunda fue dejar a 400.000 chicos de 16 y 17 años afuera de los padrones, lo cual fue revisado y enmendado por la Cámara Nacional Electoral. Hay allí un voto mayoritariamente kirchnerista y de izquierda, espacios que accionaron judicialmente y en los medios para impedir la estrategia.
La tercera fue llamar a Juan Manuel Urtubey para que acompañe a Macri, intentando que Alternativa Federal volara por el aire. Es que ese espacio también restaba a Cambiemos el voto de los espantados del kirchnerismo. La cuarta, una extensión de la anterior: subieron al barco a Miguel Pichetto.
La quinta la disparó Pichetto. “¿A quién se le ocurrió semejante pavada?”, preguntó el senador el 13 de junio cuando a las 10:30 de la mañana participó de la primera reunión de Gabinete. Fue la primera “innovación” del peronista en la mesa del Poder.
Se refería a la idea de Marcos Peña de que ningún dirigente que haya sido candidato a gobernador y derrotado podía encabezar listas para el Congreso. “Hay que dejarse de joder y hacer política, yo vine a eso”, agregó mientras hasta Macri lo miraba en silencio.
La sexta fue vaciar el Frente Despertar, que encabeza el economista liberal José Luis Espert, quien en todas las encuestas mide entre dos y cinco puntos. Y esos vendrían de optar por Macri en 2015.
Esa “debilidad” del PRO fue aprovechada por aliados como Elisa Carrió, que como nunca antes hizo valer el 50% que obtuvo en las legislativas de 2017 y puso a varios candidatos en las listas, pudiendo llegar este año a 15 bancas propias de la Coalición Cívica en Diputados, si al oficialismo no le va tan mal.
En la otra vereda y cocinado el capítulo candidaturas, Alberto Fernández concentra su atención en la estrategia electoral para las Paso y la formación de los equipos que lo acompañarían en un eventual gobierno.
Ya en la semana que pasó, por ejemplo, descargó la responsabilidad principal del cierre de listas —sobre todo la bonaerense, la más complicada por intervenir— en Cristina Fernández.
Fernández almorzó el viernes con “viejos amigos” que lo asesoran. Este círculo juega un papel distinto al del Grupo Callao, el think tank compuesto por “treintones y cuarentones” que nutre al candidato de ideas y planes concretos para un eventual gobierno.
Los “viejos amigos”, a diferencia del Grupo Callao, son “sesentones” y pertenecen a una generación de “políticos clásicos”. El más conocido (y mediático) de ellos es Eduardo Valdés, diputado del Parlasur con llegada a papa Francisco.
Los comensales compartieron “una encuesta encargada por empresarios, con más de 2.500 casos”. “Nos da 41 puntos a nosotros, 30 a Macri”, contó uno de los presentes a este medio. Temen que el optimismo se traduzca en exitismo. Como le pasó al kirchnerismo con Daniel Scioli en 2015.