Florencia López (16) se levanta todos los días a las 4 de la mañana para tomarse un colectivo que, dos horas después, la dejará en el local de comida rápida donde trabaja. Al mediodía, otras dos horas de bondi para llegar a la Escuela Secundaria N° 7 de Lanús, donde cursa 5° año. Al final del día, cuando vuelve a su casa, solo piensa en dormir. Se acuesta agotada pero orgullosa de no pedirles más plata a sus viejos.
Como Florencia, uno de cada diez jóvenes argentinos estudian y trabajan: son la contracara de los "ni ni", aunque suelen tener menos visibilidad que ellos. Según los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares, el 10,9% de las mujeres y el 10,3% de los varones de 14 a 24 años estudian y están activos en el mundo laboral. Algunos empiezan a trabajar por necesidad, para ayudar a su familia. Pero muchos otros lo hacen por elección propia, para ganar autonomía o con el objetivo de aprender aquello que el colegio no enseña.
Talía Cabrera (17) cursa 6° año y empezó a trabajar hace un mes en la misma cadena de fast food. "Quería tener mi plata, poder aportar en mi casa y empezar a ahorrar para la facultad. Ya me daba calor pedirle a mi mamá para la SUBE o para salir", cuenta. Una de las mayores resistencias fue justamente la de su mamá, que terminó cediendo con una condición: "Te dejo laburar, pero no descuides el estudio".
Valeria Paruzzi, la vicedirectora de la Escuela N° 7 de Lanús, señala que los alumnos que estudian y trabajan no empeoran sus notas en la escuela. "Las obligaciones laborales de los chicos no juegan en contra de su rendimiento académico. Ellos suelen necesitar poco más de un mes para acomodarse y organizar los tiempos, pero a partir de eso mantienen un desempeño escolar similar al que ya tenían", refuerza Liliana Ochoa de la Fuente, docente de Flacso.
Karina Ramos (19) cursa 6° año en el turno noche, durante la mañana cuida a sus dos sobrinos y a la tarde está haciendo una capacitación con el Programa Empujar, una iniciativa de 25 empresas argentinas que busca preparar a los jóvenes para el mundo laboral. "En el turno noche casi todos los alumnos trabajan, así que aprovechamos al máximo las clases para no llevarnos tanta tarea a casa. Si el alumno es cumplidor, el profesor entiende su situación y se adapta", sostiene Karina. Su preceptora, Dolores, muestra orgullosa un boletín con varios 10, 9 y 8: aunque trabaja muchas horas por semana, Karina es una alumna brillante.
"Antes de empezar a trabajar, yo era un desastre en el colegio. Ahora me volví más responsable", reconoce Florencia Roperto (18), que cursa 6° año, trabaja como niñera de lunes a viernes y en una empresa de pizza party los fines de semana, y también participa del Programa Empujar. Florencia tuvo que salir a buscar trabajo para ayudar en su casa: "Aporto para pagar la comida; también me cubro las cosas del colegio. Ahora mi mamá está más tranquila", describe.
"La mitad del primer sueldo se la di a mi vieja. El resto fue a la SUBE", relata Brenda Gamarra (17), otra adolescente que estudia en una secundaria pública y trabaja en un local de hamburguesas. "Me está sirviendo para ganar experiencia y aprender a manejarme en la calle", apunta Brenda.
En este doble desafío, para los adolescentes resulta fundamental el apoyo de sus padres y docentes. "El rol de la escuela es acompañar; conversar con los alumnos y las familias. También acomodar algunos horarios para no complicarles a los estudiantes sus tiempos laborales. Otro desafío: ser más flexibles en cuanto a llegadas tarde o retiros", enumera Guadalupe Arcidiácono, asesora pedagógica y ex directora de la Escuela Secundaria Juana Manso, de Dock Sud, que tiene varios alumnos trabajadores.
Claro que esto no quiere decir que las exigencias bajen. Los mismos jóvenes lo piden: "Las condiciones tienen que ser las mismas para todos. Si no, sería injusto con el resto de los compañeros", afirma Florencia López, aunque para ella las únicas horas de estudio durante la semana son las que tiene arriba del colectivo, cuando logra sentarse y no se queda dormida.
El cansancio, reconocen los chicos, es la gran prueba que tienen que superar quienes llevan esta "doble vida" de estudiantes y trabajadores. Ellos reclaman que haya más alternativas para los jóvenes: "Son muchos los adolescentes que quieren trabajar, pero existen pocas opciones aparte de Mc Donald's", denuncia Florencia. Y cuestiona: "Si podemos votar, ¿por qué no se nos abren también otras puertas laborales? Algunos tienen el prejuicio de que los jóvenes somos irresponsables, pero somos tan responsables como los adultos".