Algunos ya lo empiezan a extrañar. Franco Soldano hizo el gol con las valijas listas para partir (¿a Grecia?). El hincha lo palpó. Por eso, cuando dejó la cancha, recibió una ovación como caricia. Y no sólo por lo que hizo este partido. Acá, en Unión, fue la referencia ofensiva de los últimos tres años. Y eso también entró en los calurosos aplausos del final. Con un cabezazo, el delantero venció a Luciano Pocrnjic y cosa juzgada. No hubo tiempo para nada más. Partido cerrado. Tres puntos y a la bolsa.
Las intenciones expuestas durante los primeros 15 minutos por ambos equipos fueron muy pobres. Sí expresaron casi de manera idéntica una concentración rigurosa sin la pelota: una voracidad defensiva que le quitó espacios a quienes podían generar algo distinto en esos minutos monótonos y aburridos.
Claro, en ese contexto, había un negocio que cerraba: el punto para los marplatenses.
Su primer partido en la Superliga transcurría con normalidad, casi sin diferencias con el local, de buena campaña el torneo pasado y más curtido en la categoría. Lo mejor de la etapa inicial fue la solidaridad de todos para recuperar la pelota cuando su equipo no la tenía.
Hubo una sola llegada: Diego Zabala encontró el espacio con metros de recorrido y pateó de puntín para que Pocrnjic la sacara al córner, aunque el árbitro Silvio Trucco marcara saque de meta.
Para el complemento el duelo arrancó igual de parejo, pero comenzó a pesar -con el correr de los minutos- cierto desgaste en las voluntades de Aldosivi.
Eso generó que aparecieran oportunidades para Unión, que hasta entonces no había encontrado ni sociedades ni circuitos de juego en ofensiva para quebrar al Tiburón.
Y así aparecieron las oportunidades para el goleador tatengue. Tuvo dos chances. En la primera perdonó, en la segunda no. Sello de Soldano, gol de cabeza con algo de complicidad de Pocrnjic.
Ahora, si Soldano se va, comienza una nueva etapa en Unión. Ya se fue Lucas Gamba. Conformaban una buena pareja de atacantes. Y también eran primeros defensores del equipo cuando perdía la pelota. Llegó Federico Andrada. La herencia que tiene es pesada y serán vitales sus compañeros en sostener el andamiaje sólido del Tatengue de Leonardo Carol Madelón.