El próximo 9 de junio, los mendocinos iremos a votar en unas primarias inéditas: por primera vez, las dos fuerzas mayoritarias de la provincia dirimirán con una interna en serio sus candidatos o candidatas a la Gobernación. Desde la sanción de la Ley 8619 en 2013, las PASO han tenido más de obligatorias que de abiertas, una instancia cara y burocrática donde casi nunca hubo real competencia por las candidaturas en un partido.
En 2015, el frente Cambia Mendoza erigió a Alfredo Cornejo como su candidato sin oposición interna, por que la elección primaria de abril de ese año fue solo una formalidad. Por el lado del peronismo sí hubo PASO, aunque ni Guillermo Carmona ni Matías Roby fueron una real amenaza para las aspiraciones de Adolfo Bermejo, que terminó compitiendo (y perdiendo) contra Cornejo por el sillón de San Martín.
Cuatro años después y casi de mala gana, el oficialismo y la oposición peronista deberán definir en las urnas cuál de sus sectores internos participará en las generales de setiembre. Ninguno quiso llegar a esto y los intentos para evitar la batalla interna duraron hasta los últimos días con el mismo resultado en ambos casos: nadie cedió, todos se creen con chances de vencer al otro.
Por el lado de Cambia Mendoza, Cornejo -su líder indiscutido- se vio venir hace meses el desafío del aliado Omar De Marchi, al que ni la debacle en las encuestas de Mauricio Macri, su referente nacional, logró bajar de la candidatura. El lujanino llegará a las PASO siendo un milagro de sobrevivencia: con el Pro en su peor momento, tendrá su boleta en el cuarto oscuro. Un prodigio de habilidad para desmarcarse de la gestión nacional. Y de tozudez política para resistir los embates del radicalismo, que pese a que confía en derrotarlo en las PASO prefería evitar la confrontación.
En el frente Elegí (que agrupa a peronistas y kirchneristas) la situación fue distinta: la falta de unidad empezó con el catástrofico fin de la gestión de Francisco Pérez. Y pese a los gestos y dichos del presidente del PJ, Carmona, la “grieta” entre los dos sectores (el de los intendentes y el de la Cámpora) se fue agrandando a medida que se acercaba el plazo para inscribir candidaturas. Aunque el origen fue diferente, el final fue similar al del oficialismo: sin acuerdo y a internas, con muchas caras largas. Del lado de Adolfo Bermejo, porque la unidad tan mentada se fue por las alcantarillas; del de Anabel Fernández Sagasti, porque en el afán de fortalecerse territorialmente debieron abrirle las puertas de la “renovación” a dirigentes del pasado como Celso Jaque, Guillermo Amstutz y Miguel Serralta.
Pese a esto, la interna indeseada en ambas fuerzas terminó abriendo las listas y casi nadie se quedó afuera. De Marchi recibió a muchos radicales “viudos” de Cornejo (Fabián Manzur en Guaymallén, Débora Quiroga en Santa Rosa, Raúl Villafañe en Las Heras, Sergio Dragoni en Maipú) y la UCR le dio lugar a sus aliados chicos (PD disidente, Libres del Sur, Guillermo Pereyra). En el peronismo, la sábana corta de la fracasada unidad se transformó en una manta para abrigar a todos; incluso ambos sectores tuvieron que salir a buscar candidatos de urgencia para llenar todos los cargos de concejales, lo que demoró la definición de las listas hasta el filo del cierre anoche.
Ahora, tras inscribir las candidaturas, empieza una campaña electoral incómoda para todos. Inclusive para los otros precandidatos, de Protectora y el Frente de Izquierda, quienes deberán vencer la polarización doble que las PASO en los grandes partidos provocarán en el electorado.