La semana anterior había terminado con cierta tranquilidad, parecía que había cierto acuerdo de moderación de parte de los candidatos para no generar intranquilidad. Tanto es así que se le reprochó a Alberto Fernández ser responsable de que el dólar hubiese alcanzado un valor en el orden de los $ 60. Alberto dijo que cuando le preguntaron dijo que estaba bien, pero reconoció que estaba demasiado alto y que le parecía que un precio razonable sería de $ 51. Los tres días posteriores a la gran primera suba del dólar el Banco Central no debió intervenir y el mercado era muy pequeño.
Hasta el viernes anterior reinaba la razonabilidad. Incluso, algunos medios analizaban el perfil “macrista” de la campaña peronista porque los personajes más irritantes no habían aparecido, empezando por Cristina. Pero pasaron cosas raras. El dirigente y legislador Felipe Solá sostuvo que se debía volver a la Junta Nacional de Granos para regular las ventas del sector agrícola y consiguió, mágicamente, volver a juntar a todos los sectores del campo en forma unánime oponiéndose a esta idea y complicando al candidato Fernández.
Hay quienes consideran que hubo dos hechos que precipitaron un cambio sustancial en el discurso del candidato opositor. La movilización del sábado en favor del oficialismo y la decisión de la Cámara Federal de continuar los juicios contra Cristina Kirchner parecen haber sido las motivaciones del cambio de conducta de la campaña.
Cuando el lunes Fernández se reunió con el FMI sacó un comunicado haciendo responsable al FMI junto con el gobierno de lo que calificó como una “calamidad social” y en lenguaje casi directo le aconsejó al organismo no hacer el nuevo desembolso por u$s 5400 millones y puso en duda el cumplimiento de las obligaciones. Además, dejó trascender que los técnicos del organismo estaban preocupados por “un vacío de poder” y sugerían un “adelantamiento de las elecciones.
Y pasó lo que se esperaba. El mercado leyó esto como un anuncio de Fernández de un default de la deuda y por eso el riesgo país subió de forma estrepitosa, cayeron los bonos y las acciones y el dólar volvió a subir. Y esto generó una reacción del gobierno como una forma de no perder la iniciativa, luego de sacrificar más de u$s 600 millones en dos días.
Reacción y consecuencias
Primero, el Banco Central obligó a los exportadores a liquidar divisas que mantiene en el exterior. Luego, los anuncios que hizo el ministro Hernán Lacunza apuntaron, básicamente, a postergar vencimientos de deuda corto plazo de manera de tener mayor libertad para intervenir en el mercado cambiario con tranquilidad. La decisión no implica un default porque ni hay quita ni de capital ni de intereses y solo habría postergación de los plazos para la deuda de corto plazo en pesos.
Por otra parte, se manda un proyecto al Congreso para postergar los vencimientos de deuda a largo plazo en moneda extranjera. Si sale la ley, habrá que negociar con los bancos que fueron colocadores, para que ellos transmitan la propuesta a sus inversores.
Por otra parte, el ministro anunció que comenzarían negociaciones con el FMI para “reperfilar” los vencimientos de las obligaciones, que tiene su pico mayor a partir de 2022. En realidad se trata de una refinanciación simple, si quitas, pero el término, que significa cambiar el perfil de la deuda con plazos más largos, fue acuñado por Guillermo Nielsen, uno de los economistas que acompaña a Alberto Fernández.
La sensación general es que es una aceptación de gobierno de la imposibilidad de hacer frente a los vencimientos de corto plazo. En la última licitación de Letes en dólares (por u$s 1800 millones) nadie se presentó y había que pagar la totalidad. Ante este panorama y la nueva presión que las palabras de Fernández habían generado sobre el mercado, los llevó a tomar esta decisión.
No obstante, esta decisión, si bien le libera fondos, no garantiza que el gobierno no pueda caer en default antes del traspaso del gobierno. Es que el comunicado que luego emitieron los técnicos del FMI estaban de acuerdo con las decisiones, no se expresaron respecto al próximo desembolso de u$s 5400 millones que debía producirse en la segunda quincena de setiembre. Por esto los mercados han reaccionado en forma negativa y se esperan escenarios de mucha volatilidad
De todos modos, si bien el gobierno pecó de lentitud al no haber previsto escenarios negativos, es real que la situación financiera estaba muy débil y cualquier evento podía disparar una corrida. Queda la duda acerca de la falta de otras medidas, como algún control para evitar salidas de capitales que podrían complicar más la situación. Si se cuida la caja postergando a los que nos prestaron plata, sería razonable que haya una limitación, por la emergencia, para los que llegaron por especulación.
Muchos errores se ha cometido y muchas imprudencias aparecieron en las declaraciones de algunos políticos que generaron un escenario de pánico. Pero para la corrida se produjera era necesario que fueran claras las debilidades. En el tiempo se podrán analizar los errores cometidos para evitar nuevas repeticiones. Ahora, hay que llegar hasta el 10 de diciembre para salvaguardar las instituciones.