Si pudiésemos considerarlo en términos futbolísticos, a pesar de la seriedad del tema, diríamos que el árbitro (en este caso el Mercosur) sólo le sacó tarjeta amarilla a Nicolás Maduro, cuando en realidad merecía una roja. De ese modo, la sanción que todos esperaban y que podría haber influido en la decisión del presidente venezolano en su intención de realizar las elecciones constituyentes, terminaron siendo una simple reprimenda, al estilo escolar. Lamentable desde todo punto de vista y que deriva en que el sufrido pueblo caribeño continúe afectado por un gobierno que aplica un autoritarismo extremo, bajo la máscara de una supuesta democracia.
Más que nada, el interés internacional por las deliberaciones que se desarrollaron en Mendoza por parte de los países del Mercosur, estaban centradas en la implementación de medidas por parte del bloque hacia uno de los miembros integrantes, por las actitudes antidemocráticas adoptadas por su presidente. Argentina y Brasil encabezaban la cruzada, destinada esencialmente a exigir a Nicolás Maduro que suspenda la realización de las elecciones constituyentes programadas para este domingo. Sin embargo, todo terminó con una declaración light, como consecuencia de la posición contemplativa de Uruguay, quien sostuvo que la crisis debía ser resuelta por los propios venezolanos.
Debemos considerar que Nicolás Maduro, ante la imposibilidad de hacer frente a los reclamos de la gente -que sufre desabastecimiento tanto de medicinas como de productos básicos y una inflación descontrolada- decidió impulsar una convocatoria a convención constituyente para "modificar" una Constitución que ya había sido modificada por su antecesor, Hugo Chávez. Sin ponerse colorado, pese a que tanto él como sus seguidores utilizan ese color para sus atuendos, Maduro exige mayores poderes para un mandato que actualmente está sólo siendo sustentado por las Fuerzas Armadas.
Para concretar sus ambiciones, utiliza un sistema de elecciones amañadas, destinadas a elegir supuestos convencionales que prácticamente están designados de antemano, contando inclusive con una plataforma tecnológica, dispuesta en el reverso del documento de identidad, que permite vigilar al votante y conocer su ubicación. Maduro bromeó públicamente diciendo que le permite saber cuántas personas hay en una sala e inclusive quiénes están embarazadas.
Frente a ese panorama, la oposición se encuentra cada vez más golpeada en su reclamo por la recuperación de la democracia. Convocó a un plebiscito que, pese a las presiones y amenazas, logró más de 7 millones de votos, mientras el Parlamento decidió designar a un grupo de magistrados, a quienes Maduro advirtió que serán detenidos y se les congelarán los bienes y las cuentas. "Uno por uno irán presos", amenazó el presidente.
En los hechos, entonces, el Mercosur perdió una valiosa oportunidad para acompañar el reclamo del pueblo venezolano y de sancionar un régimen autoritario que es criticado por el grueso de la comunidad internacional y defendido sólo por unos pocos, como aquellos que organizaron una contra cumbre que contó con más sellos que gente, que calificó de ilegal a la máxima reunión y no hizo lo propio cuando el país sancionado fue Paraguay, que desconoce la existencia de más de 100 muertos por la represión y que terminó apoyando a un gobierno que sólo es sostenido por las fuerzas armadas.