Desde temprano se percibía clima a fiesta. Los hinchas tombinos iban llegando al Feliciano Gambarte como en las viejas épocas. Con ilusión, entusiasma y con la camiseta flor de piel.
Se veía en la cara de los simpatizantes el apuro por entrar al estadio. Ocupar un lugar en las tribunas y ver al equipo en propia casa.
Por eso, cuando el equipo pisó el campo de juego, la Bodega “explotó” de punta a punta y los simpatizantes le brindaron un recibimiento espectacular a los muchachos de Daniel Oldrá. El técnico también se llevó una ovación y lo devolvió tocándose el corazón.
El aliento no faltó nunca, estuvo siempre en cada rincón de la cancha y deliró con la obtención de la Copa.
Esta era sólo una excusa. El verdadero sentido tenía que ver con estar ahí. Como una postal de amor.