Una pareja mendocina confiada en su proyecto: conocé su gran idea y participá

Roberto Drazich y Luciana Rosas llevan adelante una fundación que impulsa una campaña de forestación en todo el mundo.

Una pareja mendocina confiada en su proyecto: conocé su gran idea y participá
Una pareja mendocina confiada en su proyecto. Conocé su gran idea y participá

¡Un verdadero suspiro del planeta!  Anhelan un futuro mejor para las personas y lo hacen a través de acciones sociales y ambientales.

Soñar con un mundo mejor no es un imposible. Es un trabajo sistemático de "hacer" y contagiar"a hacer". Es una invitación a que las personas tomen conciencia del pequeño –e inmenso- mundo en el que habitan para cambiar hábitos por aquellas acciones más –y realmente- amigables con el ecosistema. Roberto Drazich y Luciana Rosas son una pareja de mendocinos que un día, "les picó el bichito" por el amor a la tierra y, sin dudarlo, se embarcaron en un viaje cuyo destino es el mismo de muchos otros en el mundo: mejorar el lugar donde viven y luchar contra el cambio climático.

Él, desarrollador inmobiliario. Junto a ella crearon dos espacio coworking temáticos. También llevan adelante un emprendimiento que reutiliza plástico para la industria de la construcción. Conocen muy bien la idea de aventurarse para ir detrás de un sueño que, en este caso, no los beneficia a ellos, sino a toda la humanidad y, sobre todo, a la nueva generación de su familia: sus hijos. Con ellos han recorrido diferentes puntos del mundo pregonando su proyecto actual: A Tree To Breathe.

El propósito de "Un árbol para respirar" es plantar un ejemplar por cada habitante del mundo. ¿7.500 millones? ¡Sí! Algo utópico para algunos, pero una realidad latente para muchos.

Roberto, un verdadero buscador de experiencias, llevó adelante la travesía que todo mendocino merece vivir: ascender al colosal Aconcagua. Esta nueva experiencia fue una "locura" más que, si bien no terminó en la cumbre, sí representó una nueva oportunidad para difundir su propuesta de forestar el mundo para ayudarlo a seguir vivo y mantener a la humanidad con vida.

¿Cómo nació esta organización que pretende plantar 7.500 millones de árboles en todo el mundo?

Luciana Rosas: La base de todos nuestros proyectos sale de la cabeza de Roberto.

Surgió luego de pensar en dejarles algo mejor a nuestros hijos. Está pensado para que continúen con el proyecto, o no, pero sí en transmitirles que se puede hacer algo mejor por el planeta. Comenzamos con pequeñas –y grandes acciones.

Viajamos mucho y en cada lugar al que vamos dejamos un mensaje. Arrancamos en Costa Rica donde hicimos una ballena de 8 metros de altura con plástico recuperado. La llamamos ESI por nuestros hijos (Ernestina y Sixto). Para armarla trabajamos con voluntarios.

Gracias a eso la playa Ocotal (donde está ubicada) recibió el galardón de la Bandera Azul, lo que genera un cuidado responsable de la flora y la fauna del lugar. Luego, en Sudáfrica, hicimos el lanzamiento de la Fundación que llevamos adelante.

Roberto Drazich: En Costa Rica comenzó esto de dejarles un mundo mejor a nuestros hijos, pero a la vez, dejar unos hijos mejores al mundo. Simplemente, hacer algo que tiene otro tipo de retribución que no es económica. La humanidad está en un camino peligroso y, pensamos, ¿qué podemos hacer? ¡Plantemos árboles! En el caso de Sudáfrica, hicimos un árbol con material plástico y telas, todo recuperado del mar. Cabe destacar que éste árbol tiene paneles solares y brinda energía renovable para 900 chicos en Sudáfrica.

¿Qué impacto tiene el proyecto a nivel familiar y de amistades?

LR: Lo ven como algo positivo. ¡Están curados de espanto con nosotros! (risas).

Todo lo que hacemos, ellos comparten y acompañan.

RD: A nuestro entorno siempre le costó terminar de entender nuestras locuras, pero siempre nos apoyaron. Tenemos amigos y familias geniales que están siempre con nosotros. Además, son proyectos indiscutibles. Pueden ser una locura, pero ¿quién puede estar en contra de plantar árboles? Lo bueno, también, es que nos han acompañado los resultados. Hemos hecho tantas locuras (Costa Rica, Sudáfrica y otros viajes) y todas tienen mil historias dentro y siempre, siempre, hemos podido hacerlas realidad.

"Nuestro proyecto piensa de manera global, por eso trabajamos mediante una plataforma, tenemos una página web en la que la propuesta es plantar un árbol, pero también donar, ya que hay que sostener y compensar lo que está pasando en el mundo".

¿Esta energía es propia de cada uno o, estando juntos encontraron ese potencial?

LR: Él mucho más que yo. Yo soy más estructurada y él es un alma libre. Lo conocí hace 8 años, empecé a entrar en su mundo y lo comencé a seguir. Él es más libre y yo soy más terrenal.

RD: Yo soy de pensar más las cosas y Luciana es la máquina que lleva todo adelante.

Es necesario poner energía en las cosas y transformar todo.

Un fragmento del poema "Instante" de Jorge Luis dice: "si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano". ¿Coinciden con que la vida es mejor así?

RD: Nos hemos acostumbrado a que todo tenga una retribución económica. Y nosotros hemos encontrado una satisfacción en otras cosas que no tienen que ver con el dinero. Hay algo que te genera que te hace bien y nada tiene que ver con la plata. (Reflexiona) Somos esclavos de todo aquello que posemos… Vivir despojados de todo, esos son los instantes más felices que podemos llegar a tener. Anhelamos una vida libre.

LR: Somos bastantes livianos en nuestra vida. A nuestros hijos no les falta nada, tienen toda la contención que necesitan. Tenemos la suerte de generar nuestros ingresos (los coworking), somos nuestros propios jefes. Y queremos que Ernestina y Sixto crezcan junto a la Fundación y tengan un registro de su desarrollo.

¿Qué es la felicidad para ustedes? ¿Creen que las personas son felices? ¿Conocen a alguien que sí lo es?

RD: Sí. Creo que si vos estás proyectando algo, se acercan personas o situaciones similares. Tenemos una lista de personas que nos suman que, quizás no hacen cosas como nosotros, pero suman, hacen bien. Personas muy cercanas y también muy lejanas, con quienes decidimos pasar tiempo.

El entorno todo el tiempo te está dando algo para que compres o poseas de alguna manera. Si vos estás consciente de eso y valorás que podés ser feliz con cosas más simples, pequeños instantes de felicidad en familia y amigos…la clave está ahí, en lo cotidiano y en hacer cosas buenas por y para los demás.

LR: Tanto familiares y amigos nos generan felicidad y admiración. Además de las cosas habituales que hacemos y que nos despiertan alegría, también están aquellas personas con las que nos hemos cruzado en cada proyecto y que han hecho su aporte para hacer realidad cada idea.

Y, ¿sobre el cambio climático? Qué se  cruza por su cabeza ante catástrofes como las ocurridas en el Amazonas, Australia, Groenlandia…

RD: Yo miro todo global. El gran problema de la humanidad es creer que lo que pasó en Australia solo pasó allá y es un problema de ellos. Y es un problema que ha generado la especie y que afecta a toda la especie.

No existen las fronteras, a la crisis climática no le importa dónde empieza un país y termina otro.

LR: Nuestro proyecto piensa de manera global, por eso trabajamos mediante una plataforma, tenemos una página web en la que la propuesta es plantar un árbol, pero también donar, ya que hay que sostener y compensar lo que está pasando en el mundo. En ese espacio de la web juntamos dinero para derivarlo a otras causas ambientales que están pasando por situaciones de riesgo.

Sin ir más lejos, Mendoza y su problemática actual…

RD: Es tremendo. En el ascenso al Aconcagua lo vi: No hay nieve. No me lo contaron, yo lo vi, estuve ahí. (Reflexiona) Y, lo que hizo el pueblo, es para sacarse el sombrero. Fue admirable. El pueblo cuidó los intereses del pueblo.

LR: Lo importante es poder contagiar este tipo de acciones. Haciendo un poco cada uno, podemos cambiar la realidad.

¿Cómo avanza hoy en día A Tree To Breathe (Un árbol para respirar)?

LR: El proyecto avanza bien y con paso firme. Estamos con muchas iniciativas juntos a varias organizaciones y empresas, están muy buenas, y pronto a largarse. Tenemos 10 acciones activas que no solo tiene que ver con lo ambiental, sino también con cuestiones sociales.

RD: En cuanto a la iniciativa de A Tree To Breathe, llevamos plantados 22 mil árboles en diferentes partes del mundo. Nuestra iniciativa principal es que la gente plante árboles, esa es la génesis de la fundación. No solo transforman el aire, sino que son espacios para la fauna local, evitan enfermedades y, además, ¡son hermosos! No hace falta ser perfecto, pero sí que todos hagamos algo. Imaginemos a un ejército de personas plantando árboles, ¡es maravilloso! No necesitamos que pocos hagan mucho, sino que muchos hagan poco.

¿Cómo es la propuesta de A Tree To Breathe?

Es sencilla: Plantar un árbol (autóctono o el que más le guste a las personas) y tomar una fotografía del momento. Entrar a la web www.atreetobreathe.org contar la experiencia y subir la imagen. En la plataforma hay un contador que, por el momento, arroja el 22.813 ejemplares repartidos tanto en Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador Colombia, Panamá, Guatemala, Costa Rica, México, España, Italia, Alemania y Sudáfrica.

Aventureros, los dos, divertidos y, sobre todo, padres conscientes del mundo que desean dejarle a sus hijos. Comprometidos y con miles de experiencias ideales para ser escuchadas mientras se comparte un buen momento bajo la sombra de la arboleda mendocina. Luciana y Roberto, son eso, una pareja que hace realidad aquello que los conecta.

El planeta necesita una población más despierta. Ahora, más que nunca, es el momento para hacer pequeñas –pero a la vez grandes- acciones que colaboren en dar marcha atrás con el calentamiento global que tanto afecta al ecosistema. Luciana, Roberto, Ernestina y Sixto (sus hijos) llevan consigo esta bandera y lo hacen convencidos que no basta con mirar el horizonte, hay que caminar hacia él. Y, mientras más se aleja, más motivos existen para seguir la ruta.

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