Una oportunidad para la Iglesia de apostar por la verdad - Por Fernando G. Toledo

Una oportunidad para la Iglesia de apostar por la verdad - Por  Fernando G. Toledo
Una oportunidad para la Iglesia de apostar por la verdad - Por Fernando G. Toledo

Han sido muchas las bombas de demolición que se han activado contra el poder (en sentido amplio) de la Iglesia Católica sobre la vida de los hombres. En otros tiempos fueron las disputas teológicas, sutiles y complejas disquisiciones que involucraban a veces la potencia y validez de esa religión. Aun cuando pudieran, por su valor filosófico, prescindir de lo religioso.

Más acá en el tiempo fueron los descubrimientos científicos. En especial, la teoría de la evolución, que tuvo su capítulo decisivo con la publicación de “La evolución de las especies”, de Charles Darwin, libro que mostró una explicación sin magia de la hechura de los seres vivos en la Tierra.

En nuestro presente, las razones que actúan con efecto de pulverización sobre la religión católica son bastante más crueles y prosaicas.

Los casos de abusos sexuales -que desde hace décadas salpican a la Iglesia- resultan el argumento más poderoso para desalentar la afiliación a esta religión.

Eso es lo que sienten muchos católicos practicantes pero también católicos “culturales”, que es lo que somos la mayoría de los hispanoamericanos (aun los que, como el que esto escribe, seamos ateos).

La razón de que estos casos carcoman la fuerza de la Iglesia es simple y contundente, y el Papa lo ha expresado así: "La inhumanidad del fenómeno (de los abusos) es más grave en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética". Es por esta coyuntura que resulta insólito que la Iglesia siga dilapidando oportunidades de redimirse públicamente.

Un caso como el que ocupa a la Corte en estos días es ejemplar. Las investigaciones canónicas suelen ser serias y por eso mismo, aunque lo que muestren sea horroroso y obliguen a una purga (a esta altura necesaria), deberían ser puestas a la luz toda vez que una denuncia lo requiera.

El acuerdo de nuestro país con el Vaticano garantiza la libertad de la Iglesia. Pero esa libertad exige un compromiso. Y este debería poner a la verdad por delante. Pues ya lo dice el evangelio de Juan: “La verdad os hará libres”.

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