Una nueva etapa para el edificio de la antigua Bodega Arizu

Una nueva etapa para el edificio de la antigua Bodega Arizu
Una nueva etapa para el edificio de la antigua Bodega Arizu

La reciente promulgación de la Ordenanza Municipal de Godoy Cruz N°6725/17 que declara de interés municipal, la expropiación de los inmuebles que pertenecieran a la Bodega Arizu, es un primer paso que posibilitará avanzar en la puesta en valor de este emblemático edificio. Esta noticia resulta alentadora, en un momento en que se están perdiendo bienes de alto valor patrimonial en nuestra provincia. Dan cuenta de ello, la demolición de la centenaria bodega Toso ubicada en Guaymallén; la casa que perteneciera al escritor, abogado y militante comunista Benito Marianetti sobre calle Perú de ciudad y no hace mucho tiempo atrás, la demolición del antiguo claustro de la iglesia jesuítica; a los que se podría sumar una larga lista de bienes. Ante este panorama desolador para el acervo cultural de Mendoza, es bueno reconocer el compromiso que viene demostrando desde hace años el municipio de Godoy Cruz con la preservación del patrimonio y que ha sido redoblado por la presente gestión con la puesta en valor del Concejo Deliberante, el edificio de la sociedad italiana Cristóforo Colombo y la casa Panoccia Bianchi de la desaparecida bodega Tonelli en el carril Sarmiento.

La efectiva expropiación del edificio de la bodega Arizu,  pondrá fin a una etapa de casi 20 años de abandono, si consideramos como inicio de este proceso la compra del inmueble por parte de la empresa chilena Cencosud, quien tenía la intención de demolerla para construir un centro comercial. Si bien la declaratoria como Monumento Histórico Nacional N°339/99, frenó esas intenciones, fue el comienzo de una muerte anunciada que hizo que colapsara su núcleo original de adobe y que llegara al estado de deterioro actual. No obstante la desidia de sus propietarios, los sólidos muros del resto del edificio permanecieron en pie como "reminders" al decir de Paul Rocoeur, los cuales funcionan como elementos de recordación pues ofrecen un apoyo a la memoria evocando un momento fundamental de la historia de Mendoza, cuando se sentaron las bases de la vitivinicultura moderna.

En ese sentido, es oportuno recordar la relevancia de esta bodega como referente de la vitivinicultura mendocina por la capacidad de producción y calidad de sus vinos y por otros aspectos tangibles, de los cuales la población, a veces es menos consiente; los que reseñaré sucintamente en esta nota. Me refiero a su importancia en la conformación del paisaje urbano, la inauguración de una nueva tipología edilicia, la tecnología y equipamiento utilizados y por los que fue considerada en su momento, como una de las más modernas de la provincia.

La bodega Arizu, fundada por Balbino Arizu en 1889, junto a la Bodega Barraquero (hoy Casino Provincial), la bodega Escorihuela y la bodega Tomba conformaron un polo industrial de gran vitalidad en la otrora villa de San Vicente, posterior Belgrano, hoy Godoy Cruz.  Estas bodegas fueron imanes para el poblamiento y provocaron la urbanización de la avenida San Martín y Belgrano desde la plaza departamental hacia la ciudad en torno a 1910 cuando se habían convertido en las bodegas más grandes del país por su capacidad de producción junto a La Colina de Oro y El Progreso, ubicadas en Maipú.

La forma particular de la traza urbana, que hoy advertimos en esa zona, se debe a la presencia de estos establecimientos, que con el tiempo y los avatares de la industria, vendieron sus fincas hasta quedar reducidas a los cascos industriales. De hecho, la Bodega Arizu dio origen al barrio homónimo y más al sur sobre calle Almirante Brown, al Barrio Rincón de Arizu. Alrededor de estas bodegas se construyeron casas, negocios e industrias afines que conformaron un paisaje que hoy se conserva fragmentado donde todavía es posible reconocer algunos componentes vinculados a esa época. Dentro de ellos, predominan las viviendas del tipo "chorizo" y otras a la manera de "villas" italianas, que hoy cumplen otros usos, comerciales, gastronómicos, educacionales o relacionados a la salud, que les han permitido su permanencia otorgándoles un nuevo ciclo de vida.

Desde el punto de vista de la arquitectura, estos establecimientos, impusieron un nuevo tipo edilicio resueltos en términos de racionalidad y eficiencia, incorporando los materiales y la tecnología, producto de la revolución industrial, que arribaban desde los principales países industrializados al puerto de Bs As y luego a nuestra provincia, a través del ferrocarril. Así muros de ladrillo, perfilería de acero, cabriadas metálicas caracterizaron a estos edificios construidos con "tecnología de punta" para resistir el embate de los temblores y del tiempo.

La bodega Arizu, en particular,  conserva de esa época, una batería de 6 naves integradas por arquerías de ladrillo y cabriadas de pinotea de notable riqueza espacial. Si bien, en este caso, no mantiene el equipamiento de maquinarias y vasijas de roble, hay que destacar que era otro de los aspectos que caracterizaba la modernidad del establecimiento. Un rasgo indicador de la importancia de la bodega era el desvío propio del ferrocarril que le permitía traer la uva en tiempos de vendimia de sus fincas aledañas y por el mismo medio sacar el vino a granel hacia su planta de fraccionamiento ubicada en La Paternal en Buenos Aires desde donde se distribuía a todo el país.

Una impronta particular y distintiva en el paisaje urbano, es el lenguaje Neocolonial de sus fachadas, que se debe a una remodelación del año 1925 que hiciera el arquitecto mendocino Raúl Alvarez; quien revistió el tradicional ladrillo a la vista, con una superficie de revoques blancos, zócalos de piedra, molduras fantasiosas color ocre y tejas, propias de ese estilo. En Mendoza tuvo ejemplos relevantes de la mano del mismo arquitecto, como el Hospital Español, y la casa de Jacinto Arizu,  (España esquina Gutiérrez) hermano de Don Balbino, entre otros.

Finalmente, es importante destacar su valor económico, son numerosos los ejemplos en Argentina y en el mundo que nos muestran al patrimonio cultural como un factor de desarrollo, que a su vez puede convertirse en un negocio rentable. Este edificio, que por años ha permanecido en el abandono, es un activo para construir un nuevo futuro basado en su ubicación estratégica, espacios flexibles, nobles materiales y sólidas estructuras que esperan albergar otros usos. Efectivamente la mencionada ordenanza así lo prevé, disponiendo en su artículo segundo, se destine para museo del vino y actividades culturales relacionadas con la industria vitivinícola. Dado el posicionamiento de la provincia como octava Capital Mundial del Vino y principal destino enoturístico del país, qué mejor destino para este emblemático edificio. Ya se dio el primer paso, ojalá que pronto se avance en la expropiación que permita concretar las obras de puesta en valor que lo transformen en un espacio y polo vital para el disfrute de la cultura del vino; Mendoza y la región lo necesitan.

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