La incertidumbre es la emoción más difícil de manejar. El enojo, la tristeza, la risa y hasta el aburrimiento tienen principio y fin, son mensurables. En cambio, la irresolución de una circunstancia la vuelve perpetua, siempre en el ahora.
Marcela Sosa tiene cinco hijos. La cuarta, Bernardita, estudió enología y decidió buscar nuevos horizontes, anotándose en distintos portales para poder hacer experiencia laboral en otros países. La fortuna y su impecable trayectoria universitaria la llevaron a una de las bodegas más importantes en Nueva Zelanda para realizar, durante algunas semanas, una práctica profesional que le permitiera enriquecer su conocimiento sobre vinos.
"Firmó su contrato en octubre del año pasado y en febrero viajó a aquel país. El 28 de abril terminaba su contrato y tenía vuelo para el 3 de mayo, pero se declaró la pandemia y se lo cancelaron", cuenta Marcela con la angustia contenida.
Pero el caso de Bernardita no es como el de tantos otros varados. Una condición de salud hace que sea muy difícil su permanencia en el lejano continente: "tiene epilepsia, gracias a dios está controlada con medicación, con tratamiento y los controles periódicos médicos que hace", explica la madre. Sin embargo la situación es muy difícil porque ella terminó su trabajo, por lo tanto no tiene cobertura médica. "Nosotros hemos podido enviarle medicación pero es un lío llegar a Cancillería desde el interior con cajas de remedios, tengo que hacerlo por correo, enviarlo con mucha anticipación".
Para poder mantenerse en el día a día, está pagando sus necesidades básicas con tarjeta de crédito. "Mi hija no está haciendo turismo", dice.
En una carta que escribió contando la situación de la joven, explica la sensación de ser invisible para el gobierno ya que al parecer no se ha gestionado para repatriar a los que están en aquel confín del planeta. "Sentís que si no hacés lío no pasa nada. Y mi intención no es pelear con nadie, sino simplemente hacer visible la situación no solo de mi hija, hay más de 300 mendocinos que no pueden volver, jóvenes y personas mayores que también están enfermos y que no tienen respuesta", detalla Marcela. Además explica que lo más difícil es la incertidumbre "si nos dijeran una fecha, esperamos a que llegue y listo. En la embajada le dijeron 'vos tenés prioridad pero tené paciencia'. Mandar un vuelo de repatriación a Nueva Zelanda es una cuestión de voluntad política de Cancillería", concluye.