Es ciudadana Ilustre 2002 de San Rafael y hoy tiene 93 años. Noelia del Carmen Aróstegui, hija del primer médico que tuvo la localidad de Monte Comán, Juan Francisco, y de Cándida Ubiría, docente, heredó de ellos su entrega a la comunidad y fue por eso, precisamente, que recibió la máxima distinción que otorga el Concejo Deliberante sanrafaelino. Ese galardón lo exhibe orgullosa en el estar de entrada a su vivienda.
Relata que tuvo tres hermanos. Pedro Miguel, ingeniero agrónomo, que “se hizo sacar los otros dos nombres que tenía (Sacaría Santiago) “porque eran muchos. Esto es cierto” dice y ríe al recordarlo; Juan Carlos, odontólogo y María Victoria, docente.
Entre otras muchas tareas Noelia fue durante años un pilar fundamental en la actividad de la Cruz Roja y del Consejo Honorario Asesor para la Defensa del Patrimonio Histórico (Chadep) de este departamento sureño. También transitó los caminos solidarios del Rotary Club San Rafael de donde hoy es socia Honoraria pero con participación activa.
En la entrada de su vivienda exhibe en un gran cuadro, en el estar, la distinción del Concejo.
Es recordada por muchos porque su vida laboral la dedicó a la enseñanza como docente y por lo tanto fue maestra de muchos sanrafaelinos que la recuerdan con cariño y respeto.
Ella misma destaca que desde muy pequeña su vocación fue ésa, y aclara que también lo fue medicina pero que por consejo de su padre no siguió porque “él decía que yo era muy sensible para dedicarme a la medicina y le hice caso pero evidentemente algo quedó porque después trabajé activamente en la Cruz Roja”, reflexiona.
De modales finos y charla amena, Noelia se refiere a su paso como alumna por la Escuela Normal con orgullo. “Hice la primaria y secundaria ahí y también en ese lugar me recibí en 1938 de maestra”, recuerda. Señala que en ese entonces la institución educativa estaba en la esquina de Buenos Aires e Yrigoyen, que se llamaba también Mitre. Agrega en el relato, con un dejo de resignación, que el nombre de la avenida fue cambiado por razones políticas de la época.
Casi sin darle más que la importancia afectiva por el trato que mantuvo con él, relata que recibió clases de Alfredo Rodolfo Bufano. “Desde que era muy pequeña me acompañaba a casa y escribió, en una oportunidad algo para un acto y le pidió a mi maestra que lo leyera yo y no otra alumna como ella había asignado.
Eso me trajo después algunos problemas pero no importa” asegura con una sonrisa. También recuerda que el escritor en esa época era absolutamente sordo por lo que había que hablarle de frente para que pudiera leer los labios y así conversar con él.
Dice que en esos tiempos Bufano ganó uno de los tantos premios como escritor y el dinero que recibió lo invirtió en lo que ahora es la sede del conocido Jockey Club, un restaurante de prestigio y que marcó una época cuando el turismo aún era incipiente en este departamento.
Entre tantos recuerdos relata su experiencia cuando se produjo la erupción explosiva del volcán Descabezado en 1932.
“Todo esto (señaló el frente de su casa donde hoy hay un jacarandá en flor que es su mimado) estaba cubierto por un manto blanco de ceniza y la gente tenía mucho miedo. Al principio no se sabía qué era. Caía un polvo blanco caliente que parecía nieve pero cuando uno lo tocaba se daba cuenta que para nada era agua. Fue una experiencia muy especial”, dice. También relata que a alguien se le ocurrió procesar esa ceniza como polvo limpiador y así se fue limpiando toda la ciudad.
Noelia se desplaza por sus propios medios y eso le otorga aún la independencia que la caracterizó. Ve TV y se mantiene informada por lo que las charlas con ella siempre son amenas.