Una lección de empeño y sacrificio

La esperanza permite que el esfuerzo y la convicción cambien nuestras vidas.

Una lección de empeño y sacrificio
Una lección de empeño y sacrificio

Una existencia plena requiere empuje, decisión y capacidad de reacción. ¿Qué pasaría si ante los inconvenientes nos quedásemos sin respuestas o anulados para seguir encarando cosas? Probablemente nos expondríamos a una vida chata sin horizontes.

Es lo que en psicología se define como resiliencia, la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, o los avatares de una realidad llena de dificultades económicas.

Estas circunstancias fueron las que caracterizaron la realidad de la protagonista de este comentario, Miriam Chávez, una boliviana de 52 años, mendocina por adopción, hoy dueña de una casa de comida regional e internacional en Vista Flores, Tunuyán.

La historia -reflejada por Los Andes en una nota titulada “Caminos sinuosos. De trabajadora golondrina a dueña de un restaurante”-, no tendría nada de sorprendente si no fuese que la dama en cuestión transitó, junto a los suyos, todo tipo de privaciones y carencias hasta lograr forjar un futuro auspicioso a base de paciencia, trabajo y empeño.

Nacida y criada en los alrededores de la capital histórica de Bolivia, Sucre, sus humildes padres cosechaban las hojas del tabaco y con gran sacrificio enviaban a  sus cuatro hijos a estudiar a la universidad. Ella misma estudio abogacía. Pero los vaivenes económicos y la hiperinflación que afectó al país vecino a finales de los ’80, obligó al clan a adoptar la decisión que ya habían tomado miles de compatriotas: mudarse con sus pocas pertenencias a Mendoza y buscar futuro en el trabajo agrario, conseguido en la zona de San Martín. Las condiciones de hábitat y laborales fueron muy duras y el grupo tuvo que vivir en carpa, con muchas privaciones.

Se inició entonces un largo tiempo en que la familia recorrió la provincia y parte del país en carácter de  trabajadores golondrinas, hasta que recaló en el Valle de Uco, donde las características de empleo y de vida mejoraron sustancialmente, aunque siempre bajo las exigencias del duro trabajo de la tierra.

Una oportunidad de empleo en una conocida bodega de La Consulta, permitió a la esforzada trabajadora acceder al conocimiento de la gastronomía, y a tener una buena etapa  como chef en el restaurante del establecimiento industrial.

Aunque le iba bien en la posición laboral que había tomado, se arriesgó a realizar su propio proyecto de comidas pero invirtió compartiendo riesgos con personas que terminaron engañándola y se quedó sin nada.

Tras sufrir un tiempo de depresión, que inclusive la llevó a estar postrada sin salir de su hogar, la empeñosa mujer se levantó una vez más y con el apoyo de una de sus hijas, abrió un negocio de comida familiar e internacional en Vista Flores, denominado Atipana, que en lengua quechua quiere decir “vencer o triunfar luego de una larga lucha”, nombre que representa de manera bastante acabada el sacrificio que hizo la emprendedora para tener un lugar propio y solventar sus necesidades y la de los suyos.

Entonces el ejemplo de Miriam nos transporta al convencimiento de que con paciencia y esfuerzo se puede alcanzar una vida que merece vivirse.

Es también la demostración de que en ocasiones no alcanza con desear una vida mejor sino que ese recorrido implica paciencia, tenacidad, dejar hábitos para tomar otros más positivos y no trepidar en volver a empezar tras las inevitables caídas o equivocaciones.

Seguramente la experiencia existencial de la ahora afamada cocinera también sirva de inspiración para mucha gente que lucha a diario por darle sentido y mejor realidad a su familia, en momentos de mucha crispación social y dificultades de todo tipo.

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