"Lo que nos gustaría es que traigan mucha alegría para nuestros hijos", había dicho una mamá, cuando se le preguntó qué necesitaban en la barriada para celebrar el Día del Niño.
Con la idea de cumplir con ese objetivo, las voluntades comenzaron a multiplicarse: mientras que un grupo se encargó de esperar a los agasajados con un mesón lleno de panchos, payasos y muchos globos, otros se dividieron las tareas para asegurarse que la música no dejara de sonar y que los sorteos se mantuvieran durante buena parte del mediodía.
Así, las buenas noticias en el asentamiento Alberdi, ubicado en Gutiérrez, Maipú, comenzaron a surgir, por ejemplo, cuando una camioneta llegó cargada con donaciones para destinarlas al ropero comunitario que las madres del lugar han creado como una alternativa para vestir a los niños y adolescentes.
"Lo hemos pasado muy lindo con los chicos. Estamos muy agradecidas", comenta la mamá de Julieta (6). "A mí lo que más me gustó fueron los payasos", dice con una sonrisa la pequeña, que sueña con ser una princesa.
Para los voluntarios que se sumaron con ganas de acercar una sonrisa allí donde la alegría escasea, la experiencia también dejó sus frutos. "Ha sido muy lindo poder colaborar para que los niños vivan un día diferente. Nosotros, como jóvenes no podemos ser indiferentes frente a esta realidad. Muchos aquí tienen problemas muy graves y, sin embargo, hacen lo posible por superarse", reflexiona Caterina (16), integrante de un grupo de la Parroquia San José Obrero.
Recobrar la esperanza
Ayer, sobre la calle de tierra que bordea al asentamiento, una luz de esperanza volvió a encenderse para las sesenta familias que viven allí. En las esquinas y descampados; en cada casa construida con palos y nylon, grandes y chicos habían sufrido, durante años y en silencio lo que nadie se atrevía a observar.
Fue justamente durante la crisis de 2001 que empujó a miles al extremo de la marginalidad, cuando las primeras parejas comenzaron a instalarse en este terreno abandonado que hoy empalma con las vías del metrotranvía.
Eran madres adolescentes, que no tenían dónde ir; padres jóvenes que vieron negada cualquier posibilidad de insertarse laboralmente y que tampoco habían aprendido las herramientas para hacerlo.
No era sólo el hambre, el frío o la falta de abrigo aquello que les estaba dejando huellas imborrables en su cuerpo y corazón. Muchos, también, atesoraban el momento en que alguien al fin los ayudara a aliviar las heridas causadas por el abandono, la soledad, la discriminación y, sobre todo, la falta de amor.
Lorena Morales (37) demuestra que, si algo aprendió, es a no decaer frente a las adversidades. "La vida del pobre es muy difícil, hay mucha discriminación", reflexiona con los ojos empapados de lágrimas.
La emoción que la invade ahora no es la tristeza sino el deseo ferviente de trabajar para que los niños y jóvenes de la zona tengan un mejor porvenir.
Como madre de tres adolescentes de 14, 16 y 18 años, ella es consciente del riesgo al que ellos, en su vulnerabilidad, están expuestos.
"El gran problema es que ahora los adultos no respetan la vida. Si un hijo se te va a la calle el peligro está por todos lados. Les ofrecen droga, se aprovechan de ellos. Hay chicos que son muy buenos, pero eso les corta todas sus expectativas", expresa.
Uno de los proyectos que ella ha impulsado desde la asociación vecinal que ahora preside, es crear un comedor. De hecho, la Municipalidad aportará los materiales para construirlo y ya comenzaron a levantar los primeros cimientos.
Ocurre que en el lugar, al menos 160 niños y adolescentes de hasta 17 años tienen bajo peso y en algunos casos presentan cuadros de desnutrición.
Sumado a esto, muchas veces carecen de los elementos básicos para ir a la escuela, faltan y abandonan. "Hemos notado que a veces terminan dejando (la escuela) porque se sienten frustrados", aclara Patricia Frías, docente y coordinadora del Programa Único de Recuperación de Habilidades para el Aprendizaje del Municipio de Maipú.
Desde hace algunos años, varias organizaciones sociales y religiosas, con el apoyo de la comuna, han trabajado desde la educación y la contención con la idea de abordar desde lo más profundo las problemáticas que se plantean en el asentamiento.
De hecho, los voluntarios han buscado incentivar entre los vecinos una conciencia colectiva. En un plazo corto existe la meta de brindar capacitación en diferentes oficios a las mamás, de modo que puedan emprender proyectos productivos.
Frías explica que gracias a la colaboración en red lograda por las distintas entidades involucradas ha sido posible, por ejemplo, promover entre los vecinos la iniciativa de organizarse y buscar soluciones conjuntas a las necesidades que se presentan.
Hace poco, por ejemplo, un grupo de mujeres salió a vender empanadas con el fin de recaudar fondos, comprar libros para crear una pequeña biblioteca y lograr así que los niños y adolescentes cuenten con un espacio para acercarse a la lectura.
Sin embargo, todavía faltan varios recursos y, de hecho, todos los brazos que se sumen a colaborar serán bienvenidos.
Para colaborar
Quienes deseen colaborar con ropa, abrigo, calzado, mercadería, libros o servicios de capacitación, apoyo y contención para las familias del asentamiento Alberdi, deberán comunicarse al 153043429 (Lorena Morales).