Hasta el martes pasado, el gobierno de Mauricio Macri tuvo en el sector sindical mayoritario de la CGT a un interlocutor peronista funcional a su estrategia político-electoral de polarización con el kirchnerismo. Pero esa realidad resultó por lo menos dañada por los sucesos del martes.
Para ese cambio sólo transcurrió menos de una semana. En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el miércoles 1º, Macri había hecho eje en la confrontación de su mensaje de “cambio” contra la “herencia recibida” de los doce años de kirchnerismo. Retomaba así machacar sobre la dicotomía que finalmente tan buen resultado le proporcionó, primero para posicionarse como presidenciable desde la oposición y finalmente para convertirse en presidente.
Más de un observador justificó esa estrategia de polarización con Cristina Fernández en su discurso ante la Asamblea Legislativa como oportuna ante la imposibilidad de presentar resultados concretos del “cambio” prometido en la campaña electoral en el primer año de gobierno y golpeado por un hecho relacionado con el conflicto de intereses como fue el del Correo.
Desde su llegada a la Rosada, Macri sustentó también esa estrategia en una negociación permanente con el peronismo no kirchnerista en el Congreso desde su condición de minoría. Y en acuerdos con la cúpula sindical peronista, primero en los mano a mano con los jefes de las tres facciones (Hugo Moyano, Antonio Caló y Luis Barrionuevo), y desde la reunificación cegetista de agosto pasado, con el triunvirato integrado por Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid.
El comienzo del pago de la multimillonaria deuda que el Estado había acumulado con las obras sociales sindicales durante el kirchnerismo aceitó esa relación.
Sucedió así pese a que el espacio de diálogo tripartito de la Mesa para la Producción y el Trabajo con los empresarios careció de resultado alguno, cuando no de espacio para firmar compromisos que no se cumplieron, como el cese de los despidos hasta finalizado este mes.
Pero desde la multitudinaria movilización del martes y tras el mensaje de deslegitimación sufrido por el triunvirato cegetista ese día, que lo obligó a confirmar con fecha y todo el paro general, el Gobierno tuvo que tomar nota de que, en un año electoral clave, perdió a un interlocutor de valía en su relación con el sector laboral.
También porque el triunvirato de la CGT se abrió por primera vez a la relación (contención ventajosa para el Gobierno) con las organizaciones de los trabajadores informales. Recuperar a ese interlocutor le llevará tiempo.