El presidente Macri recibió en la semana la visita de la cúpula de la Iglesia argentina. Fue, en la práctica, la tradicional presencia del Episcopado nacional a la Presidencia de la Nación para saludar con motivo de la fiesta de Navidad. Sin embargo, en esta oportunidad dicho encuentro sirvió para un acercamiento importante entre los obispos y el titular del Poder Ejecutivo luego de un año muy tenso en la relación bilateral, fundamentalmente como consecuencia del debate legislativo por la despenalización del aborto, lo que condujo a demandas de separación entre Estado e Iglesia que se solucionó, en parte, cuando los obispos decidieron renunciar en forma gradual al aporte económico anual por parte del Estado a las actividades católicas.
Luego de muchos meses de frialdad en la relación y falta de reuniones, la presencia de varios ministros de Macri también sirvió como demostración de la importancia que la Casa Rosada le dio a esta cita de más de una hora de duración.
Finalizado el encuentro, las partes expresaron públicamente, a través de comunicados, la buena repercusión que tuvo el cónclave. Para la Iglesia fue una reunión que se desarrolló “en un clima de diálogo abierto, en la que cada uno pudo expresar sus ideas con sinceridad y libertad”. Por parte del Gobierno, se señaló que “se coincidió en seguir trabajando juntos” en distintas problemáticas que inquietan al Episcopado, como el aumento de la drogadependencia y lo que los prelados definieron como la “brecha de la inequidad”. Obviamente, que el alto nivel de pobreza que registran todas las mediciones, oficiales y privadas, no escapó a la consideración de los presentes.
El Presidente les aclaró a los obispos que su gestión “está dando los pasos necesarios” para salir al cruce de los problemas planteados en la reunión, pero sin dejar de advertirles, con total franqueza, que “todavía tenemos meses duros por delante” en material económica y social.
Pero los detalles más salientes surgen de otras consideraciones que dejó la mencionada audiencia. A la buena acogida que mostraron los miembros del Episcopado, entre los cuales estuvo el arzobispo de Mendoza, Marcelo Colombo, se le suma la tolerante y humilde postura de las autoridades. Como parte del diálogo entablado, tanto el Presidente como sus colaboradores no dejaron de citar los problemas heredados de las gestiones kirchneristas y que repercuten en estos tiempos. “La corrupción y el clientelismo también generaron pobreza”, se expresó oficialmente a los visitantes de la Iglesia. Y fue la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, siempre cercana a las organizaciones sociales, la que les recordó a las autoridades eclesiásticas que el país atraviesa pobreza estructural desde hace muchos años y fue por ello que puntualizó los alcances de la ayuda social que desde el Gobierno se distribuye para tratar de atemperar la delicada situación de millones de habitantes.
Indudablemente, este encuentro enmarcado en la formalidad del saludo navideño que todos los años los obispos realizan a las autoridades, tiene en este caso el valor agregado de buscar recomponer caminos de diálogo que nunca debieron interrumpirse.
La incidencia de la Iglesia católica en el avance del país como institución representativa del sentir religioso de una gran mayoría de argentinos es indudable. Su presencia misionera en cada rincón de la Argentina sirve de clara evaluación de las condiciones de vida de la gente y de sus necesidades.
Lamentablemente en los últimos tiempos decisiones gubernamentales y la inclinación política e ideológica de algunos miembros de la institución eclesiástica generaron un distanciamiento que no es bueno. Por ello es de desear que este diálogo recompuesto en la reciente reunión de la Casa Rosada supere discordias y sirva para el bienestar de la gente.