Una historia de amor que “cruzó el charco”

Angelita se fue a España a los 12 años, pero nunca olvidó a su pueblo natal. A fines de 2015, sus compañeros de la primaria hicieron una campaña -que incluyó rifas- para traerla a festejar los 40 años de egresados. El resultado lo cuentan aquí sus protago

Una historia de amor que “cruzó el charco”

Ella tenía intacto en su mente y en su corazón el pueblo que recorrió hasta los 12 años: sus olores, sus voces, sus espacios... La gente de San Carlos la recordaba como aquella niña simpática e inquieta, que enfrentaba sus problemas de salud con una sonrisa y dejaba que sus compañeros la llevaran a todas partes en un cochecito de bebé.

Pasaron 36 años desde aquel día que debió despedirse de su tierra -con lo que quedaba de su familia- rumbo a España. Pero el afecto, por ambos lados, siempre estuvo latente. Días atrás, Angela Tejeda Navarro volvió a transitar las calles y los rostros de su querido San Carlos. Fueron sus compañeros de la promoción ‘78 de la primaria Matías Zapiola los que hicieron posible su máximo sueño.

Como era muy difícil que pudieran “cruzar el charco en patota”, este grupo de “amigos cincuentones” se propuso traer de regreso a su vieja compañera.

Lo mejor fue que -dado que la mayoría en el pueblo recordaba con cariño a Angelita- sólo hizo falta una pequeña convocatoria para que vecinos de distintas edades y barrios se encontraran de pronto reuniendo  dinero, organizando rifas, colaborando con premios y vendiendo números para aportar a esta particular cruzada.

“Yo soy risueña. Trato de ponerle onda a la vida. Pero, realmente, hacía muchos años que no era tan feliz”, aseguró la mujer, con un acento claramente español. “No tengo palabras para agradecerle a este pueblo, que siempre será el mío. Es el regalo más grande del mundo”, dijo antes de subir al avión que la devolvería a su casa en Granada.

La de Angela y sus compañeros de curso es una de esas pequeñas grandes historias de amor. Su infancia no fue fácil: era más pequeña que el resto, porque tenía problemas de crecimiento, y sufría una enfermedad a los huesos que le impedía caminar. Todos se ocupaban de cuidarla y colaborar para que ella no abandonara los estudios. También lo hicieron cuando perdió a su mamá, a los 11 años.

“No es la primera vez que este pueblo se une para ayudarme.  Cuando mi mamá se oponía a que su nena de 7 años se subiera a una silla de ruedas, consiguieron un changuito para llevarme al colegio. Se peleaban por cargarme”, ríe la mujer al recordar.

“Ahora parece rara la tarea de llevarla en cochecito desde primero a tercer grado. Pero mirándolo con ojos de niño, para mí era un juego fascinante. Cargaba mi maleta junto a la de ella y nuestro vehículo mágico partía hacia la Zapiola”, comenta Ricardo Nuarte, un vecino y amigo de toda la vida.

Este hombre fue el que sembró el germen de la campaña “Traigamos a Angelita”. Viajó en 2012 a España, para darle una sorpresa en su cumpleaños número 53. Desde entonces, no paró de pensar en cómo hacer para que ella volviera a su tierra natal. “Mi idea no hubiese tomado forma sin mis compañeros de promoción. Ellos fueron el motor”, dice con orgullo de este grupo, que está por cumplir los 40 años de egresados y sigue compartiendo la vida con “un par de juntadas al año”.

En 2015 se reunieron más de lo habitual, porque tenían este objetivo especial en mente. Así surgió la idea de convocar a la solidaridad de la comunidad a través de una gran rifa. Los amigos, hijos o nietos de compañeros de Angela, gente que la recordaba, conocidos y no tanto aportaron desde lechones hasta viajes a la termas de Cacheuta como premios.

De esta manera, lograron recaudar buena parte del dinero que hacía falta para el viaje de Angela y su hija, Lucía (16). Como faltaba un poco, Ricardo pidió a los suyos que para sus 50 cumpleaños le regalaran dinero. Con esto se logró completar la recaudación.

El esperado reencuentro

El pasado 18 de diciembre, Angela volvió a pisar San Carlos. Se reunió con sus amigos y recordaron anécdotas y rieron hasta el amanecer con aventuras de otras épocas. “Fueron muchos sentimientos encontrados, una gran emoción. Hay cosas que lucen muy distintas, pero otras no han cambiado”, contó la mujer.

Aunque su corazón dio un verdadero vuelco cuando entró a la que era su casa materna, en la calle Néstor Lencinas de la villa cabecera. “Ese lugar esconde mis mejores y peores recuerdos”, dice. Es que allí murió su madre de un ataque al corazón en pleno mundial del ‘78.

Su padre, un español que había llegado al país en el ‘56, no pudo con la tristeza y volvió a Granada con sus hijos. Esta era la segunda gran pérdida para Angela, de tan sólo 12 años.

Ella ahora se ríe de su vida “de novela”. Recién llegada a España, la sometieron a estudios de complejidad y determinaron que padecía una especie de artritis infantil. Desde entonces, pasó por varias operaciones. A los 24 años descubrieron que sus riñones estaban muy deteriorados y empezó tres años de diálisis hasta que fue trasplantada.

Cuando no era para nada recomendable, quedó embarazada de Lucía. Después la operaron de la cadera y le colocaron dos prótesis. “Soy una sobreviviente”, acotó.

Ahora, jubilada y divorciada, le hace frente a la vida con optimismo y disfruta de estos pequeños manjares que le regala. Antes de subir al avión se atrevió a soñar: “Quién diga que nos venimos a vivir aquí con mi hija... Ella se quedó enamorada del lugar. Es una hermosa posibilidad”, anunció.

Con la mirada en su terruño

Aunque Angela vivía a miles de kilómetros, nunca perdió el contacto con su lugar. Apenas, logró introducirse en las redes sociales, comenzó a buscar a sus viejos amigos y a personas de San Carlos.

Así dio con la página web “San Carlos te amo” y terminó convirtiéndose en una gran amiga del joven que la diseñó, Guillermo Guzmán. Ella lo ubicó enseguida, porque recordaba el bar que tenía el bisabuelo del joven, don Humberto Rincón.

“Me contaba chistes por Facebook, me pedía fotos de distintos lugares del departamento y quería saber todo lo de sus nuevos pobladores”, cuenta Guille, quien está feliz de haberla conocido personalmente.

Durante su visita, los amigos -viejos y nuevos- la llevaron a recorrer los distintos rincones del Valle de Uco. Se alojó en la casa de los Nuarte, que fueron como “sus segundos padres” y la acompañaron el año que perdió a su mamá. “Era el lugar indicado”, coincidieron todos.

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