Desde hace tiempo, las familias ensambladas ya no son una rareza: cuando los padres se separan y vuelven a enamorarse, suelen conformarse nuevas y coloridas constelaciones. Ser una familia ensamblada o "patchwork" significa, en primer lugar, que distintas personas formarán parte de una nueva unidad familiar.
Para la mayoría de las personas, conocer a los hijos de sus parejas es una enorme presión, parte de la cual se generan ellos mismos. Por eso, teniendo en cuenta algunos factores, es posible alivianarse el camino y construir una relación armónica con los hijos del otro.
Para empezar con el pie derecho la relación con los hijos del otro, es importante no asumir de inmediato un rol paternal o maternal. Lo mejor es acercarse a los niños como un amigo, mostrar interés por ellos y hacerles preguntas.
La estrategia para una relación armónica con los chicos se basa en combinar buena predisposición y acercamiento con algo de distancia.
Esto no tiene nada que ver con cuestiones materiales; no debería intentarse “comprar” el cariño o interés de los demás con regalos. Las mejores ofertas no consisten en regalos sino en propuestas como jugar al fútbol, ir al cine o ayudar con las tareas. Todas ellas son formas de decir “estoy aquí y me interesás”.
Al mismo tiempo es importante saber aceptar un no y mantener cierta distancia si el niño manifiesta rechazo. No hay que tomarse este tipo de actitudes de manera personal ni resentirse con los chicos: la frase “vos no tenés derecho a decirme nada” es un clásico y, la mayoría de las veces, una prueba a la que el menor somete al adulto.
Los niños en edad escolar y los púberes son especialmente propensos a testear cuán lejos pueden llegar con la nueva pareja del padre o de la madre.
Una familia "patchwork" puede estar conformada por las situaciones más diversas: algunos niños nunca conocieron a uno de sus padres, otros son huérfanos, aunque la mayoría de las veces se trata de niños de padres separados.
En ese caso, los menores siguen contando con sus dos padres, aunque estos ya no vivan juntos y cada uno de ellos haya formado una nueva pareja. Es indispensable ser consciente de que el otro padre siempre formará parte de la familia ensamblada cuando se trata de uno de los hijos en común.
Por eso, es importante promover un estrecho contacto entre ese padre y su hijo. Hay que transmitir a los niños que no tienen que decidir entre, por ejemplo, su madre y la nueva pareja de su padre, sino que la situación tiene incluso un aspecto positivo: hay dos mujeres -su madre y la nueva pareja de su padre- que se interesan por él.
Sin embargo, hay algo que las nuevas parejas nunca deben olvidar: su relación con los niños del otro siempre será distinta a la que hay entre un niño y sus padres. La relación entre los niños y sus padres postizos puede ser amorosa, estrecha e incluso muy bonita, pero nunca será tan intensa como la que existe entre un niño y su madre o padre.
Otra cosa a tener en cuenta: por mucho que se desee lograr el cariño de los hijos de la pareja, la empatía no puede forzarse. Si no hay química, puede ser de ayuda fijarse otro objetivo menos ambicioso y decirse: “Quizá no seamos nunca una familia súper unida, pero tenemos una base en común, compartimos ciertas reglas y valores y nos aceptamos”. Esto puede distender la situación y es, a fin de cuentas, más realista.