Apertura frente a aislacionismo, reformas versus proteccionismo: la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia este domingo entre el joven centrista Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen implicará una toma de posición clave para toda Europa, por lo que los electores franceses tienen en sus manos también el futuro de la Unión Europea (UE).
Aunque Macron aparezca como favorito en todas las encuestas, sigue habiendo incertidumbre. Una victoria de Le Pen, de 48 años, sería un terremoto: la candidata del Frente Nacional (FN) sopla como un huracán contra pilares considerados la base de la Europa tal como la conocemos, como la propia Unión, el euro o el espacio Schengen de libre circulación de personas.
Por el contrario, Macron es visto por Bruselas, Berlín y hasta por Barack Obama como la esperanza de renovación. Pero aunque el dirigente de 39 años que promete romper con las estructuras anquilosadas finalmente resulte victorioso, será imposible ocultar que Francia se encuentra sumida en una grave crisis política. Aunque se imponga de forma clara, las profundas divisiones no podrán cerrarse con rapidez. Además, para muchos franceses Macron no es más que el mal menor.
Tras años de continuo ascenso, el FN se ha convertido en un partido que no puede ser ignorado. Hace 15 años, el conservador Jacques Chirac pudo permitirse negarse a aparecer en un debate televisivo con el entonces líder y candidato Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine Le Pen. Eso ya no es posible ahora. Emmanuel Macron subió al ring, aguantó las andanadas de la ultraderechista y devolvió los golpes, por ejemplo llamándola “parásito” del sistema que ella afirma querer erradicar. El nivel de insultos del debate entre los dos candidatos al Elíseo a pocos días de los comicios, no tuvo parangón.
El diario Le Monde calificó a Le Pen como una imitadora del presidente estadounidense, Donald Trump, y después del agresivo debate publicó una lista con “19 mentiras de Marine Le Pen”. Por ejemplo: la afirmación de que el euro ya fue introducido en 1993, cuando no funcionó como moneda de cuenta hasta 1999. Le Pen se defendió después asegurando que sus palabras fueron “el eco de la violencia social” que se vive en el país. La candidata se autodeclara la voz del pueblo que se ve perjudicado por la globalización. Sus duros ataques contra la inmigración, Bruselas y el supuesto dominio de Alemania en Europa tendrán su efecto, sobre todo si en las elecciones legislativas de junio el FN obtiene suficientes votos para forma un grupo parlamentario propio.
Esta campaña a las elecciones ha dejado una huella imborrable en Francia. La lucha por llegar hasta el final estuvo plagada de escándalos y giros inesperados sin precedentes en la V República fundada en 1958.
El abismo entre Le Pen y Macron es profundo, muy profundo. "Soy el candidato de una Francia fuerte en una Europa protectora", es su credo. El dirigente es europeísta pero exige a la vez cambios, como un reforzamiento de la Eurozona.
Si gana tendrá que actuar para reducir el desempleo, el descontento social y convencer a sus compatriotas cansados de Europa. Ya se prevé que aunque se imponga su programa de reformas liberales enfrentará durísima oposición, sobre todo de la izquierda, que cree que es el camino equivocado. Muchos temen que si fracasa con su movimiento En Mache!, creado hace apenas un año, no hará más que dejar el terreno expedito a un éxito de Le Pen dentro de 5 años.