Tenía solo 11 años cuando ingresó en un mundo reservado solo para grandes artesanos: la creación de joyas. A esa corta edad, Vicente Vendemmia comenzó engarzando piedras preciosas en anillos y, tal vez, nunca se imaginó que terminaría convirtiéndose en el creador de objetos de lujo que marcarían momentos inolvidables para cientos de mendocinos.
Vicente y sus tres hermanos nacieron en Mendoza, pero sus padres llegaron al país desde el sur de Italia. Los metales preciosos lo encandilaron desde niño, cuando comenzó a aprender el oficio milenario de la orfebrería bajo las indicaciones de un oficial, "así llamaban a los maestros artesanos", aclara Enzo, hijo de Vicente, en un taller mendocino.
Ya había aprendido todos los secretos del oficio, pero no se detuvo ahí. A principios de la década del 30, siendo adolescente y siguiendo su instinto visionario, comienza a viajar a Europa a las principales ferias de joyería para importar a tierras cuyanas las últimas tendencias. En 1934, con 20 años, decide abrir su propio taller de joyería. En este contexto nace una empresa familiar que lleva 84 años en la provincia.
Los diseños únicos de Vendemmia enseguida lo hacen resaltar en el negocio de la joyería en la provincia. “Siempre fue un adelantado, en uno de sus viajes advierte que se está comenzando a usar el oro amarillo; acá dominaban las joyas de oro rosa. Fue uno de los primeros que comenzó a trabajar este material en la provincia”, recuerda Enzo.
Tras conseguir reconocimiento con sus creaciones, Vicente amplía su oferta e incorpora relojería de alta gama: Rolex, Cartier, Omega, Tissot.
Para enmarcar este proceso de expansión, Enzo remarca una anécdota que ayuda a entender por qué primeras marcas eligen confiar en un empresario mendocino:
“Mis padres me cuentan que cuando yo era un bebé, vino a la provincia el suizo Tissot, creador de los relojes, con su esposa embarazada y se hospedaron en mi casa. Así era la relación que lograba mi papá con los proveedores; en esos tiempos la confianza era esencial para hacer negocios”.
El joyero muda varias veces su local y su taller por distintos edificios de la provincia. A principios de los 60 se instala en uno de los locales de la recientemente inaugurada Galería Tonsa, que para esa época era lo más top de Mendoza.
Hasta que, en 1968, luego de 34 años en el mercado, Vendemmia adquiere su propio salón en San Martín al 1174, donde permanece en la actualidad.
Vicente ya había logrado que el negocio fuera reconocido como el número uno en su rubro. De todas formas, nunca dejó de viajar a Europa para captar las nuevas modas y adaptarlas al mercado local.
"En 1934, con 20 años, Vicente decide abrir su propio taller de joyería. En este contexto nace una empresa familiar que lleva 84 años en la provincia".
Continúa el legado
Enzo Vendemmia, hijo del fundador de la empresa familiar, estudia administración de empresas y hace un curso de gemología (parte de la mineralogía que estudia la composición orgánica y las propiedades de las gemas o piedras preciosas) para poder atender todos los aspectos del negocio. Con 27 años se hace cargo de la joyería. Luego se suman sus hermanas María Eugenia y María Victoria, juntos continúan con el legado de su padre.
La nueva generación expande la empresa hacia los principales centros comerciales de la provincia. En el 94 abren una sucursal en el Mendoza Plaza Shopping y luego desembarcan en Palmares Open Mall. "Teníamos una tarea muy difícil, la de seguir con la empresa, pero siempre nos apoyamos en los valores que nos inculcó nuestro padre: seriedad y confiabilidad. Por esto, nuestros clientes nos siguen eligiendo", sintetiza Enzo.
Y agrega con particular énfasis: "En este mercado la confiabilidad es primordial. Cuando decimos 'esto es oro', el cliente tiene que confiar".
El robo de la corona
"En agradecimiento al pueblo de Mendoza", en el 94 Enzo encara un ambicioso proyecto, diseñar y fabricar dos joyas que pasarán a formar parte del patrimonio cultural: la corona y el cetro de la Reina Nacional de la Vendimia.
El joyero y gemólogo bautiza su obra, la corona vendimial, con el nombre de su padre: Vicente Vendemmia. La misma fue confeccionada con materiales de primer nivel que se lucen en un diseño que rescata los principales símbolos mendocinos.
Tiene 130 gramos de oro de 18 kilates, 500 gramos de plata 925, 3 kilates de brillantes, 3 esmeraldas, 25 kilates de zafiro y cuarzo. Mientras que el cetro está conformado por 200 gramos de plata con apliques de oro.
En 2013, boqueteros irrumpen en la joyería Vendemmia, en Capital, y se alzan con un gran botín. Entre los objetos sustraídos estaba la auténtica corona de la Vendimia, valuada en ese entonces en unos 28 mil dólares. La noticia conmociona a los mendocinos.
El atraco cobra tal relevancia que a los pocos días la preciada joya es devuelta a las autoridades en una maniobra poco clara. “En ese momento se me mezclaron muchas cosas. Sentía impotencia, enojo, frustración. Fue uno de los momentos más penosos de mi carrera como joyero. Además, el hecho fue bochornoso, se la robaron (a la corona) delante de todos y la devolvieron delante de todos”, dice Enzo.
La clave del éxito
“Vendemmia Joyero”, en sus 84 años de vida, ha atravesado por distintas crisis económicas, cambios en las preferencias de los consumidores, pero siempre ha logrado permanecer como líder dentro de un mercado que reclama vanguardismo y renovación constante. ¿La clave? Enzo, la resume en dos principios que adquirió de sus padres: confiabilidad y seriedad.
“Nosotros vendemos objetos que estarán siempre en la familia. Son regalos para un ser querido, anillos que sentenciarán la formación de una nueva familia, joyas que representarán un momento único de una persona. Nos tomamos muy en serio esto y siempre nos concentramos en la calidad”, pondera Enzo.
Vendemmia sigue, como cuando comenzó Vicente, fabricando la mayoría de sus joyas. La firma familiar emplea a unas 15 personas, que se distribuyen en sus tres locales. La casa central del Centro y las sucursales del Shopping y Palmares. “Además de mantenernos como referentes de las joyas, nos hemos hecho muy fuertes en la relojería”, concluye Enzo Vendemmia.