Una escultora anónima que adorna con su arte

Germana Magrín es italiana de nacimiento y se radicó en San Rafael desde muy joven. Las esculturas de casi todos los paseos del sur y otras provincias fueron hechas por ella, aunque no las firmó.

Una escultora anónima que adorna con su arte

Todo San Rafael y algunas provincias argentinas tienen su sello personal y aunque gran parte de la población la conoce, pocos asocian a esa mujer (que camina habitualmente por la ciudad) con las decenas de esculturas que adornan paseos, plazas, edificios públicos y hasta casas particulares y jardines en fincas.

Es Germana Magrín (74), una mujer simple en su vida y una artista plástica de envergadura en la forma de expresarse. Pinturas, dibujos, mandalas con mensajes de vida y por supuesto las esculturas, han rodeado su vida, su exquisita vida, no exenta de los sinsabores a los que nos exponemos los humanos y un poco más.

Germana cuenta que nació en Italia, en Varese, al norte de Milán, donde hizo la escuela primaria y parte de la secundaria. Ya a los siete años, recuerda, leía y escribía casi a la perfección.

Después de vivir con sus padres Mario (carpintero) y Rita “Ancilla” Toffalori y sus hermanas Renata y Antonietta en San Juan, provincia donde recalaron tras la guerra en Europa, los avatares la trasladaron a San Rafael donde estudió en el Polivalente de Arte hasta segundo año de la carrera tras terminar su secundaria. Estos años fueron, dice, fundamentales en su vida artística que reiniciaría ya “de grande”.

Siempre con una sonrisa y por momentos acompañada por su adorado Víctor (Forcada) médico oftalmólogo y filántropo por convicción, Germana detalla cada paso de su vida, los buenos y los no tanto. Estos últimos prefiere obviarlos. “Son experiencias”, afirma.

Fue en San Rafael donde se incorporó al plantel de personal municipal para trabajar por más de 22 años. Se desempeñó en cultura aunque también incursionó en el área de turismo por lo que siempre estuvo ligada a la gente. Pero esta actividad no le impidió desarrollar ampliamente su trabajo de escultora con una técnica denominada de “cemento directo”.

Así fue que empezaron a emplazarse distintos trabajos de Germana en muchos paseos del sur mendocino (ninguno firmado). Entre ellos se puede disfrutar del monumento al animal en la plaza 9 de Julio; del Cristo de 3 metros de altura en la entrada a Malargüe y de otro trabajo de dimensiones parecidas en el límite fronterizo con Chile en el Pehuenche, donde se entronizó la imagen de “la virgen y el niño”. En la Vuelta de Rodrigo, en San Rafael, se puede observar el monumento al maestro como el de Josefa Roco, en la plaza homónima.

También es obra de esta artista un busto de bronce del ingeniero Balloffet en la plaza que lleva el nombre de este pionero. En Santa Rosa, La Pampa, también hay un Cristo de dos metros de altura que fue hecho por ella.

Así también se cuentan varios bustos de Eva Duarte de Perón (“No soy peronista ni nada” -dice- “las hice porque me las encargaron”). Hay uno en la plazoleta de niños en Villa Atuel y otro en calle Los Filtros. En la iglesia San Pablo en calle Juan XXIII hay una imagen de San Pablo de 2,20 metros y a todo ello deben agregarse otras muchas obras que se exhiben en fincas y propiedades privadas. Otro trabajo que los sanrafaelinos ven a diario es el monumento a la enfermera que se levanta en el hospital Schestakow y la Virgen Patrona que hay en el paraje de Capitán Montoya.

También hizo bustos del escritor Fausto Burgos y la Virgen en la entrada de la Villa 25 de Mayo. A ello deben agregarse varias maternidades.

También son dignas de disfrutar todas las maquetas y obras que, en la propia casa, Germana y Víctor tienen distribuidas en los distintos ambientes. Una verdadera exposición de arte y buen gusto que combinan con esa exquisita pareja de anfitriones.

Siempre dispuesta a ayudar al otro es básicamente la filosofía que alimenta a Germana en esta etapa de su vida en la que está dispuesta a disfrutar de los pequeños momentos, afirma cuando se despide.

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